Cómo escuchar la voz de Dios en tu corazón en lo cotidiano

lunes, 31 de julio de 2023


31/07/2023 – Junto con toda la iglesia hoy celebramos la memoria de san Ignacio de Loyola, el santo del discernimiento, creador de los ejercicios espirituales. Él decía que el alma es como un organismo que hay que cuidar y así como está la vida física para el cuerpo también está la actividad para el alma. Dios quiera que si nunca hiciste ejercicios espirituales los puedas hacer alguna vez. San Ignacio decía que el hombre es creado para alabar, hacer reverencia y servir a Dios. Ese es el principio y fundamento, el comienzo y también el horizonte de nuestra vida. Pero la realidad es que el pecado nos ha dejado un poquito machucados y entonces todo nos cuesta más. Por eso hay que saber discernir para buscarlo en todo y buscar en todo la voluntad de Dios y con la ayuda de la gracia poder cumplirla.

Jesús propuso a la gente esta parábola: «El Reino de los Cielos se parece a un grano de mostaza que un hombre sembró en su campo. En realidad, esta es la más pequeña de las semillas, pero cuando crece es la más grande de las hortalizas y se convierte en un arbusto, de tal manera que los pájaros del cielo van a cobijarse en sus ramas.» Después les dijo esta otra parábola: «El Reino de los Cielos se parece a un poco de levadura que una mujer mezcla con gran cantidad de harina, hasta que fermenta toda la masa.» Todo esto lo decía Jesús a la muchedumbre por medio de parábolas, y no les hablaba sin parábolas, para que se cumpliera lo anunciado por el Profeta: “Hablaré en parábolas, anunciaré cosas que estaban ocultas desde la creación del mundo”.

Mateo 13 del 31 al 35


El evangelio nos trae hoy dos parábolas bastante breves que son la del grano de mostaza y la de la levadura. Fíjate cómo en ambas Jesús cuenta dos historias sacadas de la vida de cada día que sirven como comparación para ayudar a la gente a descubrir cómo es ese dios que busca salir al encuentro de cada uno. Por eso al meditar estas dos historias que relata Jesús lo primero que hay que hacer es mirar esa historia en sí misma como un todo y tratar de poder descubrir cuál es el punto central en torno a la cual hay una enseñanza, hay un mensaje, hay un anuncio. Entonces buscar lo central nos va a ayudar a poder encontrar lo que el señor nos quiere decir para este día. Por un lado Jesús dice el reino de los cielos es como un grano de mostaza y luego cuenta esta historia. Un grano bien pequeño es lanzado en el campo pero aún siendo pequeño toma fuerza, crece, se hace mayor que las otras plantas y llega a traer a los pájaros del cielo para que en ella hagan sus nidos. Jesús no explica la historia. Él dice el reino no es algo abstracto, no es una idea, es una presencia en medio de nosotros como esa planta. ¿Cómo es esta presencia? Es como el grano de mostaza. Presencia bien pequeña, humilde, que casi no se ve pero que va creciendo poco a poco. Se trata de Jesús mismo. Él mismo es esta mostaza, este grano de mostaza que va creciendo sin que nadie lo vea. Es tu fe que va creciendo a veces sin que uno lo vaya percibiendo pero de cuantas cosas Dios se va sirviendo para que vos empieces a creer cada vez más en Él, en que te sostiene, en que te ama. Por eso lo lindo es descubrir que aún tu fe siendo pequeña va creciendo, va tomando fuerza, se va nutriendo con la esperanza. Es ese grano de mostaza, tu vida de fe. Es una vida que hay que cultivar, hay que cultivar porque es importante descubrir que si no se riega la planta se seca. Por eso acordate de descubrir que hay que hacer un esfuerzo para vivir la fe, para poder contemplar esa obra de Dios en tu vida. Por otro lado, otra parábola que usa el Señor es este reino de los cielos como la levadura que hace levantar, que hace elevar la masa. Es una cosa bien casera, el trabajo de la casa, el del día a día. Lo que hace crecer no es la levadura en sí mismo sino esa fuerza que tiene la levadura de elevar la masa. La masa es lo que crece fundamentalmente. Por eso el objetivo es hacer elevar la masa en tu vida, no apenas una parte. La levadura no tiene fin en sí misma sino que sirve para hacer crecer la masa. Fíjate qué cosa interesante, qué cosas en tu vida hoy tienen que crecer, tienen que aumentar. A lo mejor estás un poco flaqueando en la alegría, la esperanza, a lo mejor te falta crecer en el perdón, en el arrepentimiento, en la reconciliación, en la amistad, en tu vida de familia. Bueno, fíjate qué cosas estás necesitando que crezcan en tu vida, que aumenten. Por eso acordate que vos también sos esa levadura que hace fermentar eso que tiene que crecer en tus ambientes, en tus ámbitos, en el trabajo, en el estudio, en el día a día, pero siempre con la ayuda de Dios, porque la fe es eso que te hace crecer. Por eso no te desesperes si no ves frutos enseguida, a lo mejor no vas a hacer cosas espectaculares hoy. Seguramente la mayoría de nosotros no vamos a hacer noticia ni hoy ni nunca y sin embargo con esa pequeña entrega diaria vamos a poder ayudar mucho en la construcción del reino de los cielos, el reino que ya se está viviendo desde ahora. No necesita de vos para grandes acontecimientos el Señor, el Señor te necesita para lo pequeño, para lo oculto, para lo escondido, así que no estés a la espera de algo grande, empezá por lo pequeño y descubrí que ahí es donde Dios se te manifiesta. Vos lo estás reconociendo.

Desarrollar la capacidad de discernir qué nos dice Dios a través de los imprevistos: “Se supone que iba a salir a caminar y tengo un problema en el pie, no puedo… Contratiempo, ¿qué te dice Dios? ¿Qué te dice la vida allí?”.

En su vida Ignacio de Loyola era un caballero del comienzo del renacimiento español, España vivía todavía en la edad media, entonces los ideales de caballería o propios de otra época todavía estaban vigentes”. “Ignacio respondía un poco a eso, era un noble vasco, peleaba para el emperador cuya corte él frecuentaba”.

El discernimiento es la ayuda para reconocer las señales con las cuales el Señor se hace encontrar en las situaciones imprevistas, incluso desagradables, como fue para Ignacio la herida en la pierna. De estas puede nacer un encuentro que cambia la vida, para siempre, como el caso de san Ignacio. Puede nacer algo que te haga mejorar en el camino o empeorar no lo sé, pero estad atentos y el hilo conductor más bonito es dado por las cosas inesperadas: “¿cómo me muevo frente a esto?”. Que el Señor nos ayude a sentir nuestro corazón y a ver cuándo es Él quien actúa y cuándo no es Él y es otra cosa.
Este “trabajito cotidiano” del discernimiento exige de nosotros hacernos cargo de la vida, sentirla, sea agradable, sea desagradable, y desde aquí poder tomar una postura, pero con una ventaja, alguien nos acompaña, alguien nos está abriendo camino.

Nos podemos equivocar, sin embargo podemos saber qué tengo que corregir o rectificar, lo que sea, uno puede vivirlo espiritualmente bien, aún en nuestros errores.

Una herramienta es el examen de conciencia, expresó, que incluye hacer una lectura diaria de por dónde estoy yendo. Examinarse, escucharse, detenerse, cinco minutos, ¿Qué estoy haciendo?; ¿Para dónde quiero ir?; ¿Estoy haciendo lo que me propuse?; ¿Porqué reaccioné así?; ¿Por qué me siento tan alegre? “Empezar de acuerdo a esto empezar a pensar desde Dios, leer mi vida desde el evangelio”.

Ponerle nombre a las cosas


En primer lugar, ponerle nombre a las cosas. Dice san Ignacio que para descubrir la voluntad de Dios, lo primero que hay que fijarse es en lo que produce esa moción, ese movimiento del alma, ese pensamiento, esa idea. ¿Me da paz, me consuela?, viene del buen espíritu; ¿me la quita, me deja desolado?, viene del malo. El mismo Jesús dice “por los frutos los reconocerán”. Tal vez nos cuesta o no terminamos de ver que Dios ya llegó a nuestra vida y que se nos muestra todos los días. Vos fijate cuántas veces andamos perdidos, metidos en nuestros problemas y nos olvidamos de reconocer lo bueno que hay en nuestra vida. Por eso es tan importante ponerle nombre a las cosas, empezar a discernir e intentar buscar lo que viene de Dios, escribí lo que te pasa, charlalo. Un buen momento para preguntarnos si valoramos de verdad y descubrimos cuál es nuestro tesoro, cuál es la perla de nuestra vida y dónde está. El gran tesoro es la presencia de Dios en lo cotidiano. Cuidá a tu esposo, a tu esposa, a tus hijos, valorá a tus padres, a los abuelos; recuperá las instancias familiares, mandá un mensaje a ese que está lejos, preguntá cómo está, invertí tiempo en tus amigos, sentate a jugar con tus hijos, perdoná, tené tu rato de oración diaria, viví la Eucaristía y encontrate con la Palabra. Pedí ver a Dios en todo, Él es el que te va a consolar siempre.


Paciencia


En segundo lugar, paciencia. Cuando uno quiere discernir en serio la voluntad de Dios, tarde o temprano llegan las crisis. Sí, las crisis llegan, pero no hay que desesperarse: no son ni buenas ni malas. Son simplemente oportunidades para revisar nuestras motivaciones. ¿Qué es una motivación? Lo que hace que hagas una cosa y no otra. Por eso san Ignacio nos enseña que en tiempos de crisis no hay que tomar decisiones apresuradas, cada cosa tiene su tiempo. A veces nos ponemos mal porque queremos tener todo controlado todo el tiempo, nos falta paciencia, nos falta misericordia con nosotros mismos. Bueno, que no te coma la ansiedad. Acordate que uno no puede discernir en soledad, es necesario por ahí charlar con algún acompañante espiritual que te ayude, trabajarlo en la oración, pero siempre confiando en la compañía de Jesús. Y ahí sí, después de un proceso, decidir. Como muestra el evangelio. No quedarnos toda la vida pensando o discerniendo una idea. Tomate tu tiempo, sí. Pero después decidí. ¿Hay algo que estés discerniendo hace mucho y no te animás a decidir? Pedile al Señor su Espíritu Santo, que Él te regale fortaleza para actuar en y desde Él.


Confianza


Por último, confianza. Ignacio nos comenta también que quien recibe el consuelo de Dios no sabe cómo será el futuro, pero que eso no le preocupa porque confía. No le importan las renuncias porque primero está la elección. Llama la atención la respuesta a la que Jesús nos invita en el evangelio luego de encontrar el tesoro: quien lo encuentra va y vende todo lo que tiene para comprar el campo donde estaba escondido el tesoro o para comprar la perla de gran valor. Es una condición importante, hay que vender todo. Es decir, para vivir esto tan grande que es el reino de los cielos es necesario exigirse, hay que desprenderse, hay que ser generosos. Y sí, implica un esfuerzo. Mirá, si alguien te dijo que seguir a Cristo, que ser de Jesús era fácil, te mintió. Pero esto no te tiene que desanimar, porque no hay alegría más grande que vivir en amistad con el Señor, nada te va a llenar tanto, nada te va a plenificar tanto como encontrarte con el amor de Dios. Por eso pregúntate hoy: ¿a qué cosas tenés que renunciar para poder vivir el Reino en tu vida hoy? Quizás tenés que renunciar a los apegos, al rencor, a la envidia, al querer tener cada vez más. En fin, cada uno tiene sus renuncias. ¿Cuáles son las tuyas? Cuesta, pero acordate que la renuncia nunca es por la renuncia en sí misma, sino por un bien mayor: nunca es tarde para responderle a Dios. No te preocupes, Él no te va a defraudar.


¿Sabés escuchar tu propio corazón?


En este lunes la palabra nos invita a meditar, a quedarnos en algunas actitudes que nos pueden servir para poder vivir cada vez más profundamente nuestro seguimiento del Señor.