Como levadura en la masa

martes, 18 de febrero de 2014
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Jesús volvió a embarcarse hacia la otra orilla del lago. Los discípulos se habían olvidado de llevar pan y no tenían más que un pan en la barca. Jesús les hacía esta recomendación: “Estén atentos, cuídense de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes”.

Ellos discutían entre sí, porque no habían traído pan. Jesús se dio cuenta y les dijo: “¿A qué viene esa discusión porque no tienen pan? ¿Todavía no comprenden ni entienden? Ustedes tienen la mente enceguecida. Tienen ojos y no ven, oídos y no oyen. ¿No recuerdan cuántas canastas llenas de sobras recogieron, cuando repartí cinco panes entre cinco mil personas?”.

Ellos le respondieron: “Doce”. “Y cuando repartí siete panes entre cuatro mil personas, ¿cuántas canastas llenas de trozos recogieron?”. Ellos le respondieron: “Siete”. Entonces Jesús les dijo: “¿Todavía no comprenden?”.

                                                                                                                                                        Mc 8, 13-21

 


18/02/2014 – En la catequesis de hoy el padre Gabriel Camusso nos invitó a reflexionar el Evangelio del día pensando en las experiencias que en este tiempo han sido levadura buena en nuestra vida.

 

Hay levaduras y levaduras. La buena levadura hace crecer la masa y la convierte en pan, alimento básico. En la época en que vivió Jesús era difícil entender la vida diaria sin el pan hecho con trigo. Para hacer el pan es necesaria la levadura. Ella es la que transforma la masa de harina en masa de pan.

Una pequeña parte es suficiente para transformar una gran masa de harina de trigo. Pero también existen otras levaduras, capaces de estropear la masa, de empobrecerla. Si la levadura no es buena lo que hará será estropear la masa. El pan resultante ya no será fuente de vida, sino fuente de enfermedad y muerte.

Lo que Jesús está diciendo es lo que nosotros expresamos también diciendo que la fruta podrida estropeará todas las frutas de la caja, la tradicional manzana podrida que acaba con el cajón.

Tenemos que pedir luz al Espíritu para que él nos enseñe a discernir entre las levaduras que encontramos en nuestro mundo. Esas levaduras son los amigos, los mensajes publicitarios, las ideas que proponen éxito, las situaciones que proponen la felicidad, las costumbres. Hay muchas cosas buenas en nuestro mundo, pero también hay muchas cosas que, fruto del pecado del hombre, son causa de injusticia, de opresión, de odios, de muerte.

En nuestras manos, con la ayuda del Espíritu, está el escoger todo aquello que nos ayude a crecer, a vivir, a ser solidarios, a amar y a rechazar todas aquellas realidades que, aun contando con hermosas y prometedoras apariencias, son portadoras de muerte, de injusticia y opresión.

La causa de este desorden es la falta de luz en nuestro corazón que nos hace ver las cosas de una manera muchas veces equivocada y darle peso a lo que no lo tiene y viceversa. Nuestra oración cotidiana es la fuente para que la luz de Dios ilumine siempre nuestro corazón y sepamos valorar rectamente todos los aspectos de nuestra vida. En ello está gran parte de nuestra felicidad y de la de los demás. No dejes tu oración y el Espíritu conducirá tu vida y te hará reconocer lo que es verdaderamente importante y esencial en tu vida y lo que es superfluo e intranscendente.

Vale la pena ver también cuáles son las “levaduras” a las que se refiere el texto. En el tiempo de Jesús, los fariseos se creían los únicos cumplidores de la Ley y se consideraban a sí mismos como los únicos buenos y justos. Su levadura, que produce un pan malo, es el desprecio por los que no “cumplen” como ellos. Es marginación y desprecio. Y por su parte la mala levadura de Herodes consiste en un sometimiento a los romanos, que esclavizan al pueblo y le impiden ser feliz.

Y nosotros, ¿qué? A veces también nos preocupa demasiado lo material: faltan panes sólo hay uno ¡Estamos igual que los discípulos! En la actual crisis económica, moral, social,  ésta es tal vez nuestra mayor preocupación y nos olvidamos que en nuestra “barca”, en nuestra vida, contamos con Aquel que se hizo pan para nosotros y nosotras.

Pensemos también que es muy fácil sentirnos los únicos elegidos, como los fariseos, o caer en la tentación del poder político que margina y somete a las mayorías. Lo que Jesús propone como alternativa es la solidaridad, es hacer rendir el pan de la fraternidad. En lugar de la separación elitista y la exclusión de muchos, los cristianos estamos llamados a compartir aquello que tenemos y a buscar en comunidad, soluciones creativas a nuestros problemas. Encaminemos nuestros esfuerzos para ser siempre fermento de vida y no levadura de muerte.

Para que en esta mañana lo pensemos y meditemos ¿Cuál ha sido en este tiempo la experiencia que como la levadura te ha hecho crecer en la vida personal, cristiana, de familia?

 

                                                                                                                                    Padre Gabriel Camusso