16/08/2019 – Continuando con lo vivido en el último Encuentro Nacional de Evangelización y Catequesis (ENEC) que tuvo lugar el mes pasado en la sede la Universidad Católica Argentina, en el barrio porteño de Puerto Madero, repasamos la exposición de monseñor Gustavo Carrara sobre como “ser testigos que Jesús está vivo siendo puentes de misericordia”.
“Dios te ama, Cristo es tu salvador, Él vive. Este el kerigma, es el primer anuncio por dos razones: porque es el más importante y porque hay empezar por allí. Todo lo demás viene después. Ahora bien, el kerygma tiene un contenido ineludiblemente social: en el corazón mismo del Evangelio está la vida comunitaria y el compromiso con los otros. El contenido del primer anuncio tiene una inmediata repercusión moral cuyo centro es la caridad”, indicó monseñor Carrara.
El prelado que forma parte de la pastoral villera también propuso: “Tenemos que organizar nuestras comunidades en torno al principio de la Misericordia, poniendo manos a las obras concretas. Trabajando por la cultura del encuentro, tendiendo puentes de misericordia. Este abrirnos al dolor humanizará nuestras comunidades de fe. En la historia de la santidad en la Iglesia, tenemos el testimonio de muchos hombres y mujeres que han llevado la luz de la Misericordia a los agujeros de sufrimiento y exclusión. Han hecho obras grandes por los más pobres, por los más pequeños. Pero lo que más conmueve es su exquisita humanidad. Muchas de estas personas han partido el pan con los hambrientos de esta tierra, pero sobretodo se han partido a sí mismas, han partido la propia vida para defender la dignidad de todos. Su testimonio nos enseña que no sólo hay que ser generosos con los que menos tienen, sino que hay que entrar en comunión con los más pobres, hay que gustar ser amigos de los pobres”.
“Si como creyentes hemos experimentado realmente la Misericordia de Dios, no podemos dejar de conmovernos ante las injusticias sociales. Y ante un ser humano que sufre y que llega a la puerta de nuestras comunidades; no deberíamos preguntarle si tiene un nombre que lo recomiende, o que nacionalidad tiene, o que religión tiene. Sino tan solo preguntarle ¿Cuál es tu dolor? ¿Cuál es su sufrimiento?”, se preguntó monseñor Carrara.
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