Cómo tratar las enfermedades del alma

miércoles, 1 de junio de 2022
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01/06/2022 – En el ciclo “Terapéutica de las enfermedades espirituales”, el padre Juan Ignacio Liébana hizo un resumen de lo compartido en programas anteriores. “La finalidad del cristianismo es la deificación del hombre: “Dios se hizo hombre para que el hombre pudiera volverse dios”. Tal es la fórmula por la cual los Padres, a lo largo de los siglos, han resumido muchas veces el sentido de la Encarnación del Verbo. Cristo aparece como un médico y la salvación que Él trae es una curación, porque la humanidad está enferma. Viendo en el estado adámico primordial el de la salud de la humanidad, los Padres y toda la Tradición ven en el estado de pecado que caracteriza la humanidad caída luego del pecado original un estado de enfermedad multiforme que afecta al hombre en todo su ser. Así, en diferentes momentos, la obra salvífica del Dios–hombre aparece como el proceso de la curación, en Su persona, de la humanidad entera que Él asumió, y de la restitución de ésta al estado de salud espiritual que primitivamente conoció. Además, la naturaleza humana así restaurada, fue llevada por Cristo a la perfección de la deificación. La medicina tiene por fin atacar las causas de las enfermedades, luchar contra éstas y vencerlas poniendo en práctica una estrategia y utilizando un arsenal terapéutico. Adán estaba destinado por Dios a transformarse en dios, pero por la participación en Dios mismo, en Él y por Él”, indicó.

“Lo que proponía la serpiente a Adán y Eva era volverse como dioses, es decir, otros dioses, independientes de Dios; ser dioses sin Dios. Adán, cediendo a la sugestión del Maligno, quiso hacerse Dios por sí mismo, autodeificarse: en esto consistió su pecado. Esta afirmación de autonomía absoluta, esta voluntad de prescindir de Dios y de tomar su lugar o de erigirse como otro Dios frente a Él, constituía una negación, un rechazo de Dios. En las consecuencias del pecado se revela el carácter mentiroso de la promesa diabólica: al separarse de la Fuente de toda vida, el hombre cae en la muerte: muerte futura de su cuerpo (mientras que éste había sido creado potencialmente incorruptible) y muerte inmediata de su alma. Al apartarse del Principio de su ser como de todo ser, el hombre cae en el no–ser. Afirmar que por el pecado el hombre se establece en un estado contra la naturaleza es afirmar que, apartándose de Dios, él se aparta de sí mismo, vive al margen de lo que él es fundamentalmente, no lleva la vida para la cual fue hecho, y piensa y obra al contrario, de una manera extraña a su verdadera condición. Dicho de otra manera, el hombre vive entonces en un estado de alienación”, dijo el padre Juani. Luego mencionó las diferentes patologías o enfermedades espirituales y los remedios que los Padres de la Iglesia recomiendan aplicar.