16/05/2018 – Ésta es una sencilla historia que nos ayuda a reflexionar acerca de cómo a veces el egoísmo o la intolerancia son un obstáculo para construir vínculos buenos y estables con los demás.
Había una vez un hombre que, después de haber sembrado su jardín con árboles frutales y bellas flores junto al río, se sentó orgulloso en su terraza para disfrutar de su obra. De pronto, vio que un niño, seguido por un perro, pisó sus flores persiguiendo una pelota. Enojado, decidió construir una baranda para evitar el paso. Satisfecho, de nuevo se sentó para disfrutar de su hermoso jardín, ahora sin peligro. Al rato, vio que un venado asomaba la cabeza por encima de la baranda para morder sus verdes setos. Enfurecido, decidió elevarla más para impedirlo. Cuando se disponía a sentarse una vez más, observó como se detenía una bandada de pájaros para comer de sus manzanas. Furioso, decidió entonces construir un techo sobre el jardín para que nada ni nadie pueda seguir maltratándolo. Finalmente cuando sacó su silla para observar, vio aquel cuarto oscuro, sin vida, sin los niños, sin el sonido del agua, sin la vista de los pájaros y de los animales, y cayó en la cuenta de su soledad. Decidió tirar todo abajo para que, una vez más, los demás puedan visitar y disfrutar, como él, de su jardín.
Había una vez un hombre que, después de haber sembrado su jardín con árboles frutales y bellas flores junto al río, se sentó orgulloso en su terraza para disfrutar de su obra.
De pronto, vio que un niño, seguido por un perro, pisó sus flores persiguiendo una pelota.
Enojado, decidió construir una baranda para evitar el paso. Satisfecho, de nuevo se sentó para disfrutar de su hermoso jardín, ahora sin peligro.
Al rato, vio que un venado asomaba la cabeza por encima de la baranda para morder sus verdes setos. Enfurecido, decidió elevarla más para impedirlo.
Cuando se disponía a sentarse una vez más, observó como se detenía una bandada de pájaros para comer de sus manzanas. Furioso, decidió entonces construir un techo sobre el jardín para que nada ni nadie pueda seguir maltratándolo.
Finalmente cuando sacó su silla para observar, vio aquel cuarto oscuro, sin vida, sin los niños, sin el sonido del agua, sin la vista de los pájaros y de los animales, y cayó en la cuenta de su soledad.
Decidió tirar todo abajo para que, una vez más, los demás puedan visitar y disfrutar, como él, de su jardín.
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