11/06/2021 – En el “Diálogo de hermanos”,el padre Javier Soteras y el rabino Marcelo Polakoff nos invitaron a compartir la mesa con los hermanos, tal como es tradición en judíos y cristianos. Todo comenzó con el texto del libro del Génesis en el capítulo 18, del 1 al 5: “El Señor se le apareció a Abraham junto al bosque de encinas de Mamré. Ese día Abraham estaba sentado a la entrada de su carpa, a la hora más caliente del día. Abraham levantó la mirada y vio que tres hombres se dirigían hacia él. Se levantó de un salto y corrió al encuentro de ellos. Se inclinó hasta tocar el suelo con su frente y dijo: – Mi señor, le ruego por favor que no pase de largo, sino que se quede aquí un momento. Voy a pedir que les traigan agua para que se laven los pies, y podrán quedarse a descansar bajo la sombra de este árbol. Y ya que han pasado por la carpa de este servidor de ustedes, les voy a traer algo de comer, para que repongan sus fuerzas y puedan continuar su viaje”.
Marcelo inició expresando que “Abraham es muy hospitalario, de hecho se dice que por eso Dios lo eligió. Abraham tiene su tienda o casa abierta y sale corriendo a servir a quien lo visita y necesita algo. Atender al prójimo es más importante que recibir a Dios, dicen los antiguos maestros hebreos”. Y Javier sostuvo que “los cristianos vemos en cada hermano a Jesús vivo, al Dios hecho hombre. En la mesa compartida y en el hospedar al que llega todo se vive como una fiesta de la fraternidad, es un banquete. Cuando el pueblo de Dios sale de Egipto lo hace con una mesa móvil, rápida, para luego celebrar una mesa pascual mucho más espaciosa y nutritiva”.
Soteras también manifestó que “comer en la mesa de alguien o comer en su presencia hace referencia en las tradiciones históricas y proféticas a tomar parte en su núcleo familiar. En el Antiguo Testamento, la construcción literaria “comer en la mesa de” es sinónimo de hacer parte de su familia en un sentido amplio, es decir, comer junto al patrón de casa significa para el huésped ser acogido en la comunidad doméstica y familiar. El sentido simbólico de comer en la mesa, en este relato antiguo, posee una gran profundidad. El rey David muestra su grandeza de corazón cuando, de forma permanente, invita a su mesa a Merib-Baal, hijo de Jonatán, heredero de Saúl, quien era tullido. El objetivo del rey era mostrar, con alguien restante de la casa de Saúl, una misericordia sin medida”.
Luego Polakoff resaltó: “Para el hebreo, no solo es ofrecer comida para reponer fuerzas sino que este pasaje se convierte en un banquete del corazón”. El padre Soteras agregó que “no importa lo que se come, lo importante es compartir la misma suerte, compartir el mismo camino”. El rabino dijo que “Abraham ofrece un verdadero banquete a los tres visitantes. Arranca con agua pero luego van apareciendo otras comidas. Cada encuentro es un banquete del corazón, un encuentro espiritual. Tenemos mesas donde celebramos nuestros ritos. Esto recuerda a la tienda de la comunión o carpa del encuentro que Dios le pidió a Moisés, donde se cocinaba y se comía. Y era habitual que, por ejemplo, se comiera un cordero y era norma que no podía sobrar nada. Esta situación obligaba a quien ponía el cordero que llamara a otros para compartirlo y poder acabar con la comida. La mesa semanal más importante es la delos viernes a la noche, con el pan y el vino. Es la mesa del shabat”.
Soteras añadió: “En nuestros templos hay un altar. En el evangelio de Marcos se insiste en que hay que pasar del templo al hogar. Muchas veces esta comunidad habla de casa porque ya no tenían un templo. Por eso es en la fe cristiano decimos que cada familia es una iglesia doméstica. Esto significa que en cada familia se celebra la fe, esto es muy necesario. En la Última Cena, Jesús dice a sus amigos que se va al Padre pero a su vez se queda resignificado en el pan y en el vino, que es su cuerpo y su sangre. Y celebrar la Eucaristía no es solo celebrar a Cristo sino celebrar a toda la asamblea”.
Finalmente, el rabino Polakoff contó una bella anécdota: “Recuerdo un almuerzo kosher en el Vaticano, en enero del 2014, donde compartí ese momento con el papa Francisco. Ya había estado en Benedicto XVI, pero allí fue solo un cafecito. Pero cuando fuimos con otros rabinos a ver al papa argentino comenzamos comiendo una comida bien italiana para luego pasar a comida hebrea y cerrar con un helado de pistacho. Para nosotros fue una grata sorpresa esta comida, nos encantó la actitud que tuvo Francisco, fue una mesa de fraternidad”. Por su parte, el padre Javier destacó que “los fines de semana hacemos una gran “acción de gracias”, y también todos los días, con la Eucaristía. Emula esta acción de gracias con un gran cordero que nos viene de ustedes, del pueblo judío”.
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