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Comprender al otro
martes, 23 de octubre de 2007
Aunque hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si me falta el amor sería como bronce que resuena o campana que retiñe.
Aunque tuviera el don de profecía y descubriera todos los misterios –el saber más elevado-, aunque tuviera tanta fe como para trasladar montes, si me falta el amor nada soy.
Aunque repartiera todo lo que poseo e incluso sacrificara mi cuerpo, pero para recibir alabanzas y sin tener el amor, de nada me sirve.
El amor es paciente y muestra comprensión. El amor no tiene celos, no aparenta ni se infla. No actúa con bajeza ni busca su propio interés, no se deja llevar por la ira y olvida lo malo.
1 Corintios 13, 1 – 6
La página del Evangelio de Lucas 15, 11-32 donde aparece relatado el rostro de Dios Padre en su rasgo mas característico, la misericordia, nos puede ayudar a entender y comprender qué es la comprensión, es ese espíritu que queremos compartir, es ese hacer empatía frente al otro, sus posibilidades y sus dificultades y desde el lugar donde el otro está acompañarlo en el camino de crecimiento y de madurez, el padre que ocupa el centro del relato parabólico aparece dejando que el hijo se vaya, que anticipe la herencia, que se pierda en el camino, pero nunca deja de tener al hijo en su corazón, tanto que a lo lejos lo ve y a la distancia puede entender por la fuerza de amor que hay en él que es como una ciencia, de dónde viene el hijo, qué necesita, ser dignificado, ser puesto en lo mas alto para que eso ocurra, para que el hijo puesto en lo mas alto, dignificado en su dolor mas grande encuentre un nuevo lugar, como comenzar a caminar, el padre lo ha entendido todo por la fuerza del amor que lo habita, este amor del que habla la Palabra en ese texto es un amor sobrenatural.
Es un amor divino, hay una traducción del texto de Corintios 13, 7 que ayuda a comprender de qué se trata la comprensión en clave divina, el amor nos permite acomodarnos a todos, que no es lo mismo que ser acomodaticios, o como el panqueque que en el aire de da vuelta, este acomodarnos a todo es el saber hacernos a todo, el amor lo permite, es comprensivo, se acomoda al otro según en donde el otro esta, en un proceso de crecimiento y de madurez, en un proceso pedagógico, es una necesidad, un presupuesto el saber acomodarse al otro en donde el otro esta, cuando el padre llega del trabajo y cansado como esta al reclamo del hijo que juegue con él se saca el saco, deja el bolso, se saca de arriba los problemas que trajo, se tira al suelo, qué está haciendo, por amor se está ubicando a la altura de un petizo que se llama hijo suyo y que requiere de esta presencia adaptada del padre a sus juegos.
Qué hace posible que el padre se libere de toda la carga, de toda el peso, de toda la cruz que trae del camino recorrido en el día para adaptarse a ese lugar de un autito y jugar con él volviendo a ser como niño, el amor que lo mueve, se acomoda a la situación en la que el hijo se encuentra, solo ubicándose en su mundo va a poder acompañarlo para descubrir saludablemente otros mundos que todavía él no conoce, hay que llevar a donde no se esta a los que tienen que crecer yendo primero a donde ellos están, ese ir hacia donde el otro esta tiene que ser un acto inteligentemente cordial, es decir que surja del corazón con inteligencia, puesto allí donde el otro te necesita.
De esta comprensión es de la que hablamos en el proceso de educación pedagógico, en el crecimiento de las personas que Dios nos confía a nuestro cuidado, que puede ser tu hijo, tu amiga, tu vecino, tu compañero de trabajo, tu hermano de comunidad, Dios siempre nos confía a los otros, en realidad con todos los que convivimos son los que Dios nos confía, este acompañarnos mutuamente supone en el crecimiento común saber adaptarnos a la realidad en donde el otro se encuentra y esto solo es posible por la gracia del amor que nos hace salir de nosotros mismos.
Es el sol del amor el que nos permite encontrar dentro de nosotros esa capacidad de adaptarnos a donde el otro esta para ir con él a donde no esta, para crecer juntos en el proceso educativo lo que ocurre es esto, crecemos con los que vamos acompañando, uno aprende a ser padre con los hijos, uno aprende a ser educador con los educandos, uno es dando como aprende a recibir, uno hace del proceso educativo un proceso de madurez para otros y para sí mismo, cuando nos adaptamos a la realidad del otro donde esta para llevarlo a donde no esta aprendemos un nuevo camino de madurez para nosotros mismos, por eso decimos que en el proceso de comprensión hay caminos que recorrer, para llegar hasta donde el otro esta y llegar cordial e inteligentemente hay que hacer un camino, y el primer paso que hay que dar en este camino es
amar
esto que pereciera como una obviedad no lo es, supone una decisión, amar es una decisión no un sentimiento, es un trabajo amar, es trabajar mi corazón para que se asemeje al de Dios capaz de salirse siempre de sí mismo rompiendo con los cercos del egoísmo, de la soberbia, de la vanidad y llegar hasta donde se encuentra el otro que me esta esperando en la entrega del gesto, de la donación de mi mismo, a partir de esta decisión de asumir como ideal de mi vida ser como un reflejo del corazón paterno de Dios, fraterno, filial, tengo que iniciar un camino largo, fraterno, fecundo, y dar los muchos pasos que se necesitan para alcanzar esta meta, decidirse es el primer paso si lo doy puedo llegar al final del camino donde el otro está que es donde me espera.
Stephen Covey en su libro “Los siete hábitos de la gente altamente eficaz” nos comparte un diálogo con un hombre que ha llegado a la saturación en su vínculo matrimonial y ya no ama mas a su mujer. Stephen Covey le responde : la solución a eso es que usted la ame. El interlocutor no se siente para nada comprendido, justamente lo que le pasa es que no la ama a lo que Stephen Covey le responde que ha comprendido lo que pasa pero si el se decide a amarla, a poner todo de si en la relación, el amor como sentimiento puede volver, amar es ante todo querer amar, mostrar amor en las mil formas que tiene el corazón y sin duda una de ella será ponernos a la altura del que nos espera para acompañarlo en el camino, el amor que se hace comprensión.
Amar es mostrar mi amor frente a los buenos comportamientos, a veces damos por sentado que la respuesta del otro era la esperada y entonces no hay un reforzamiento de lo que el otro alcanzó como objetivo porque era lo esperado, la expectativa era que respondiera de esa manera y la verdad es que estimular en el camino es clave para que podamos dar pasos de crecimiento, de madurez para que nos animemos a superar nuevas metas, no hay que dejar pasar lo bueno que veo, que experimento a mi alrededor como si fuera algo evidente, natural, que debe suceder, tenemos que aprender a elegir alegrarnos, sorprendernos, maravillarnos de lo bueno, de lo positivo sin que sea ficticia nuestra presencia frente al otro que crece, que da pasos, que acierta, festejar, celebrar, la vida es clave para el que cree, un cristianismo que se sostiene en la alegría, en el gozo, en la celebración es un cristianismo que tiene futuro, un humanismo que se construye alrededor del gozo, de la alegría, y que celebra genuinamente los logros alcanzados es una humanidad que tiene futuro.
Los sentimientos del corazón los expresamos con palabras, con gestos de reconocimiento al que hace bien lo que tiene que hacer bien, a veces entendemos mal aquello que dice siervo inútil soy, hice lo que tenia que hacer, casi lo entendemos como una actitud taciturna de una realidad apagada sin resto de gozo, de alegría, no, se trata de festejar, celebrar lo bueno, lo alcanzado, el objetivo, a veces lo tenemos mas fresco con los niños que nos sorprenden con el crecimiento paso a paso, todos los días, desde su jadeo, hasta su primer mamá, papá, su primera monada, lo vamos todos los días celebrando y festejando y después es como que perdemos la capacidad de sorpresa en el proceso educativo y pueden mas otras cosas y ya lo alcanzado como objetivo no nos sorprende y entonces aparece mas fuerte la exigencia hasta donde el otro tiene que llegar sin tener en cuenta que para que eso ocurra hay que aprender a celebrar hasta donde el otro llegó, no se trata de mirar la mitad del vaso lleno, ni la mitad del vaso vacío sino mirarlo todo, que hay una parte que esta llena y que merece ser celebrada y una parte que está vacía que merece ser llenada, es decir que tenemos que aprender a celebrar lo ya alcanzado y a buscar lo por alcanzar, cuando vivimos en ese espíritu, cuando nos animamos a festejar y celebrar la vida hacemos de nuestro camino junto a otros una fiesta, un gozo, una gran alegría.
El segundo paso que hay que dar en este camino hacia la comprensión del otro es saber
ubicarnos festivamente al lado de todo aquello que se va alcanzando en el proceso de madurez y de crecimiento
.
El tercer paso que hay dar en este proceso es
llenarse de ternura cuando veo lo negativo
, lo incoherente, lo torpe en los otros. Lo negativo no tiene que ser para nosotros lo que falta para alcanzar la perfección, lo negativo tiene que ser la posibilidad próxima a hacerlo cuando se intente una vez mas y de nuevo, en este sentido hay que saber estar al lado del otro poniéndole el hombro con exigencia pero con comprensión, mostrándole la meta, hasta donde se tiene que llegar pero con comprensión, cuando la exigencia va de la mano de la comprensión de dentro del otro el otro mas rápidamente alcanza la meta que se le propone en el camino, cuando nosotros al no alcanzar la meta o al ver que el que se nos confía no alcanza la meta insistimos sobre el aspecto negativo, la nota que ponemos es descalificadora lo único que logramos es que el otro cargue sobre sí mismo un peso que ya lo carga por el mismo hecho de darse cuenta que no alcanzó lo que debería haber alcanzado como meta, de allí que el dedo que acusa es el que debe esconderse y el dedo que indica hacia donde es el que debe aparecer, el dedo que acusa que es el índice lo que hace cuando acusa es bajar sobre el lugar donde el error se ha planteado, donde el fracaso se ha instalado, donde lo no alcanzado es evidente, cuando acusas con el dedo índice haces un movimiento que va hacia abajo, cuando el dedo índice indica hacia delante, cuando muestra la meta es el mismo dedo pero muestra sentido, hay que aprender a usar el dedo índice de una manera distinta, liberarlo de la acusación y utilizarlo para que muestre la meta, este mostrar la meta no puede ser de cualquier manera, no debe surgir como una exigencia a alcanzar mas allá de lo que el otro puede, hay que mostrar la meta, indicar hacia donde sabiendo dónde está el que va caminando hacia la meta, es como acercarla de alguna manera, cuando nosotros mostramos la meta entendiendo lo que el otro puede y lo que no puede, al otro lo que hacemos es darle comprensión sobre la meta mas que instalarla como una exigencia. Esto es lo que hace falta para alcanzar metas, concebir claramente hacia donde se va para después poder alcanzarlo.
En el proceso de crecimiento y de madurez lo que primero aparece es el entender y después la ejecución de aquello entendido, no sirve solo mostrar exigencias, las exigencias surgen de una comprensión inteligente del hacia dónde se va, cuando inteligentemente entendemos hacia dónde vamos ejecutamos, ponemos en práctica, marchamos, caminamos hacia ese lugar y la inteligencia del hacia donde se va surge de un vínculo empático, afectivo, que se pone al lugar en donde el otro pueda entender hacia donde se va y hay que entonces explicar de muchas formas, por pasiva y por activa, por arriba y por abajo, por derecha y por izquierda, sin que seamos cargosos, pero sin dejar de decir lo que tenemos que decir, porque en esto también a veces se juega como una trampa damos por entendido lo que ya se dijo, decimos las cosas una sola vez cuando nos paramos en ese lugar y no entendemos que para que se entienda hay que decirlo muchas veces, de muchas maneras y sobre todo con el testimonio, el testimonio es el que marca mas el rumbo, si queremos darle una orientación distinta al dedo índice, liberarlo de la acusación que muestra una hacia abajo y ubicarlo en una orientación que muestra sentido apliquemos el testimonio como la mejor manera de mostrar el hacia donde, el otro nos va a entender, el que necesita ser comprendido va a comprender mas fácilmente si lo traducimos en la vida a lo que mostramos como meta, no vale hace lo que yo digo y no lo que yo hago, es una fácil manera de justificar nuestras incoherencias, es una manera simple de querer liberarnos del compromiso, de caminar con los otros, al lado de ellos en el proceso de crecimiento.
En esta decisión de caminar al lado de otro importa mucho cómo yo lo miro al otro y los conflictos que se dan el proceso de acercamiento al otro a veces nosotros lo adjudicamos al temperamento, a las reacciones, a la historia del otro y no terminamos nunca de vincularlo a nosotros mismos y como nos paramos frente a lo que el otro es en sí mismo mucho mas allá de cómo yo quisiera que fuera y como me reubico desde dentro ante la realidad del otro que es como es y va cambiar si quiere y si puede, mientras tanto el que si puede cambiar soy yo, eso es todo un proceso que hay que hacer de reubicación del si mismo ante la realidad infranqueable de cómo el otro es y de cómo quiere ir siendo, yo si puedo ir siendo distinto si me decido y me ubico desde un lugar distinto.
Padre Javier Soteras
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