Con actitud creyente comprendemos lo que a simple vista no se ve

viernes, 28 de julio de 2023
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27/07/2023 – En el Evangelio de hoy Mateo 13, 10-17, Jesús advierte que la palabra que proclama a través de parábolas es para que puedan entender. El Señor expresa su dolor porque a pesar de hablar con claridad, no ven ni oyen a causa de la falta de fe. En esta Catequesis profundizamos en la enseñanza de Jesús, que nos invita a tener una actitud creyente para comprender lo que a simple vista no se ve.

Jueves de la decimosexta semana del tiempo ordinario

En aquel tiempo, los discípulos se acercaron y le dijeron: “¿Por qué les hablas por medio de parábolas?”. El les respondió: “A ustedes se les ha concedido conocer los misterios del Reino de los Cielos, pero a ellos no. Porque a quien tiene, se le dará más todavía y tendrá en abundancia, pero al que no tiene, se le quitará aun lo que tiene. Por eso les hablo por medio de parábolas: porque miran y no ven, oyen y no escuchan ni entienden. Y así se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dice: Por más que oigan, no comprenderán, por más que vean, no conocerán, Porque el corazón de este pueblo se ha endurecido, tienen tapados sus oídos y han cerrado sus ojos, para que sus ojos no vean, y sus oídos no oigan, y su corazón no comprenda, y no se conviertan, y yo no los cure. Felices, en cambio, los ojos de ustedes, porque ven; felices sus oídos, porque oyen. Les aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que ustedes ven y no lo vieron; oír lo que ustedes oyen, y no lo oyeron.”

San Mateo 13,10-17

Jesús nos invita a entrar en contacto con Dios a través de una actitud creyente, buscando comprender lo que a simple vista no se ve; como decia el Principito: “Lo esencial es invisible a los ojos”. Pidamos a Dios a Dios la capacidad de vincularnos a lo esencial para que sea visisble a nuestros ojos, y que podamos comprender que este tiempo es para dejar de lado lo accesorio y hacernos a lo imporante, a quello que tal vez es invisible pero con la actitud creyente con un ver y un sentir distinto, podemos acceder, porque Dios se nos da a conocer.

El Evangelio nos advierte hoy que la capacidad de comprensión de Dios en nuestra vida no pasa por la capacidad de razonar. Sino comprender desde un corazón renovado en su capacidad de escucha. Por eso decimos que para entender el misterio de Dios debemos ejercitarnos en la capacidad de escuchar.

Es por este camino de la escucha interior del misterio de Dios desde donde crecemos en la posibilidad de que su Palabra sea transformadora de nuestra vida, produciendo en nosotros mucho fruto.

El texto que precede a este evangelio, que hoy nos regala el Señor, es la parábola del sembrador. Donde Jesús es muy explícito a la hora de explicarles a sus discípulos de qué se trata este mensaje. La parábola del sembrador supone que la semilla que tira el sembrador es la Palabra que produce fruto.

Para recibir la palabra que produzca mucho fruto en nosotros, la disposición es la de un terreno oyente, auditor, capaz de hacerse en la fe, profundo, conocedor en el amor de lo que Dios viene a decirnos en su Palabra.

Aprender el camino de la escucha interior con un oído creyente es recorrer el camino de la obediencia de la fe. Obedecer , ob audire , en la fe es someterse libremente a la Palabra escuchada porque su verdad está garantizada por Dios. Dios es la verdad misma, por lo tanto lo dicho por El es garantía de veracidad. Podemos adherir por el hecho de la autoridad que esconde en sí mismo trae el que nos garantiza lo que está diciendo.

¿Cómo se aprende a escuchar el querer de Dios?

Por medio de la recepción de la Palabra, pero ¿dónde se expresa la Palabra?

Para responder a esto es bueno presentar los distintos escenarios donde como dice el texto de la Sagrada Escritura en el Libro del Profeta Isaías la Palabra aparece corriendo velozmente por el mundo.

¿Cuáles serían los escenarios donde la Palabra se hace presente y corre? La naturaleza, donde la belleza de lo creado habla de Dios de lo cual Francisco de Asís es un testigo privilegiado. Hermanado con la naturaleza nos pone en contacto con la creación en un cántico constante de alabanza a Dios por todo lo creado. En los acontecimientos de la historia Dios se hace presente.

También Dios habla en el escenario fraterno. Es un escenario privilegiado donde Dios se manifiesta. El vínculo fraterno, el vínculo de hermanos es un lugar que debemos cuidar porque ahí Dios ha elegido un lugar donde hacerse eco en su Palabra. Cuidar la relación fraterna, cuidar las relaciones vinculares entre nosotros en clima de reconciliación, de paz, de diálogo, de armonía es dejarle a Dios abierta la puerta para que pueda expresar su Palabra y la Palabra pueda tener eco en ese lugar donde es bienvenida y entonces Dios es capaz de hablar en el hermano.

Nosotros podemos hablar de Dios también al hermano.

Otro lugar donde descubrimos éste hablar de Dios, ésta presencia de la Palabra de Dios a la que somos invitados a escuchar es el escenario de la Sagrada Escritura. La escritura es un lugar privilegiado de la Revelación de Dios. La Palabra de Dios corre veloz tiene escenarios diversos donde presentarse y un lugar privilegiado son las Sagradas Escrituras.

Ninguno de estos lugares puede ser instrumento de interpelación de Dios en nosotros como Palabra si no encuentra de nuestra parte un eco receptivo. Es decir un lugar donde resuene ésta Palabra y podamos ser capaces nosotros de interactuar con el mensaje que Dios nos envía.

¿Dónde se lo escucha a Dios?

El instrumento receptivo lo llamamos oído interior que despierta en nosotros un sentir interior.

¿Cómo funciona éste oído interior? Para entender su mecanismo de funcionamiento tal vez nos ayude el compararlo con otro sentido interior.

Hay que aprender a decodificar lo que los sentires interiores envían como mensaje para desde ese lugar aprender a agudizar el oído en la receptividad de lo que la Palabra de Dios dice. Esto es muy importante porque la Palabra que corre veloz se va si en el andar de la Palabra nosotros no nos detenemos para recibir la Palabra y decodificar su mensaje.

Los discípulos de Emaús hacen éste ejercicio. La Palabra se ha puesto en camino junto a ellos y ellos han sentido arder su corazón mientras peregrinaban hacia Emaús. No era posible que la Palabra siguiera su paso hacia delante sin detenerse para ser bienvenida en un compartir fraterno que se significara bajo el signo del pan partido fraternalmente.

Entonces surge de adentro del corazón peregrino quédate con nosotros Señor que es como decirle a la Palabra: te damos la bienvenida. La bienvenida en la receptividad que generamos de tu presencia en nosotros. El oído interior es el lugar donde la Palabra se hace receptiva y la receptividad de la Palabra es en el sentir de lo que la Palabra deja en el corazón. Por eso además del ejercicio de la lectio divina como ejercicio oyente discipular de la Palabra nosotros somos invitados a describir lo que la Palabra dice pero también somos invitados en un segundo momento a describir el sentir interior que la Palabra ha dejado en el corazón.

Lo que yo percibo que me está diciendo adentro la Palabra, cómo repercute ese repercutir de la Palabra en mi tiene que ver con mi historia, con mi aquí y ahora, con mi mirada y sentir del tiempo que vendrá, tiene que ver con mi proceso, con mi crecimiento, tiene que ver con la crisis que estoy atravesando, con el buen momento por el que voy pasando.

El movernos en El, existir en El como dice el Apóstol Pablo se construye sólidamente cuando uno construye afianzado en la Palabra de Dios. Dice el texto claramente: el que escucha la Palabra y la pone en práctica es como un buen constructor que construyó su propia casa sobre un cimiento sólido.

El oído interior es el lugar de receptividad de la Palabra de Dios donde en nuestro sentir interior podemos descubrir que nos dice Dios, porque Dios no deja de comunicarse con nosotros. Lo que pasa es que no siempre estamos receptivos al mensaje con el que Dios se comunica en la multiforme manera que Dios tiene de vincularse con nosotros.

Este sentir interior es el que nos permite captar desde el oído interior hacernos receptivos del mensaje que Dios nos manda.

Cómo sabemos si es Dios el que nos está hablando en nuestro sentir interior y no somos nosotros, nuestra proyectividad, nuestra fantasía, si no es un engaño con el cual el mal espíritu nos puede jugar una mala pasada. Por dos caminos tenemos la posibilidad de diferenciarnos nosotros del espíritu del mundo o del maligno.

Nuestra propia concupiscencia puede hacernos caminar por lugares errados del espíritu del mundo que dice Jesús es ese espíritu que niega a Dios o del mismo maligno que es el mentiroso. Para evitar caer en la trampa y verdaderamente encontrarnos con la Palabra de Dios en nuestro sentir interior existe lo que se llama el sentir interior, en discernimiento que nos permite no equivocarnos porque cuando es Dios el que habla deja alegría, paz, nos hace salir de nosotros mismos, nos saca del encierro, nos permite encontrar la vida en un sentido positivo y en medio de las dificultades nos trae un gozo increíble. Pasamos por una quebrada pero nuestro corazón canta con María las grandezas del Señor y nuestro espíritu se alegra en Dios porque nos redime con su presencia.

Esto no basta porque puede que ahí mismo nosotros podamos engañarnos o ser engañados.

Este sentir interior gozoso, alegre, debe estar confirmado por signos, realidades diversas y significativas donde Dios nos habla tiene que ser corroborado en la vida comunitaria.