Con los adolescentes, ¿quién se anima?

martes, 2 de julio de 2013
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Juan Pablo Berra es Lic. en ciencias de la religión y en teología, profesor en Filosofía y Fundador del Grupo Equipo Promotores de prevencion de adicciones. Además, escribió un libro titulado "¿cón los adolescentes quien se anima?", tema que se abordó en este programa.

Muchas veces, ante la conflictiva resistencia de los adolescentes hacia las pautas de los padres, etc, lo que suele ocurrir muy seguido es que el cansancio les gana a los padres, educadores, docentes, y bajan los brazos diciendo “¡que hagan lo que quieran y después se atendrán a las consecuencias!”. 

Nosotros creemos que de ninguna manera debemos dejar vacío ese lugar, necesitamos orientación, porque tampoco se puede vivir en una guerra permanente, y mucho menos aún en una complicidad permanente. Esto último suele darse por falta de compromiso con el rol paterno. Vamos a tratar por eso, de seguir descubriendo ‘mapas de ruta’ en  este tema, con la ayuda de Juan Pablo Berra. Él parte de la base de que para construir una vida independiente, cada joven necesita por lo menos a una persona que crea en él, que le recuerde  que es bueno y que le demuestre que es amado y valorado.

 

Gabriela Lasanta: ¿cuál creés vos que es en este momento la problemática más generalizada en esto de animarse con los adolescentes? En base a tu experiencia de estar trabajando en este tema de prevención de adicciones ¿cuál sería la carencia más grande en este momento?

 

Juan Pablo Berra: Diría fundamentalmente dos: la primera, la ausencia (o la dificultad que tienen los jóvenes para encontrarlos) de referentes adultos que los acompañen y que los contengan, que crean en ellos y que compartan un poco sus vicisitudes, sus preguntas, sus angustias.  En general hay una gran ausencia de padres, de adultos, de educadores que comprendan un poco la realidad del mundo juvenil. La segunda, para mí, es la problemática del alcohol como situación de riesgo más complicada, mas comprometida, lo cual nos pone un poquito a todos en jaque con un desafío descomunal para saber cómo los acompañamos en situaciones de riesgo ineludibles.

 

GL: una gran mayoría de adolescentes y jóvenes se sienten abandonados o experimentan cierta clase de orfandad (con padres vivos). Eso ha generado como una ‘cultura del huérfano’, y esa cultura predomina de modo tal que el hijo que tiene padres realmente activos, que los acompañen y a la vez los limiten, que estén al lado pero también digan no, se sienten como ‘sapos de otro pozo’. No estamos culpando a nadie, porque a veces esa orfandad se teje a pesar de la voluntad de los padres, porque objetivamente hay tanta demanda en el mundo laboral y tantos problemas que contener, que no hay muchas opciones. Ese predominio de adolescentes huérfanos, que deambulan por las calles y lo creen hermoso y todo una aventura, choca con los menos, que tienen que volver a casa; o los que beben en forma desmedida contra los que cuando llegan a casa son controlados por los padres a ver si tomaron o no, los que manejan motos a altas velocidades contra aquellos cuyos padres no le compran la moto hasta la mayoría de edad. Y entonces en los mismos adolescentes surge este conflicto.

 

JPB: Creo que entre los adolescentes esto se vive con gran ambigüedad, y entre los adultos, con una desorientación muy grande. Los adolescentes critican fuertemente a los padres que ponen límites, que ‘marcan la cancha’, que ponen un marco; pero a su vez suspiran por tenerlos. Hay algo mucho peor que la marcación, la atención, el estar pendientes, y que es la indiferencia. Los adolescentes padecen mucho más esto segundo que lo primero, lo lamentan mucho más. Prefieren toda la vida el combate, el disenso, el conflicto, a no figurar en el radar de nadie. Creo que lo más fascinante que tiene el acompañar el crecimiento de nuestros hijos es que a uno le toca ser adulto y al otro le toca ser adolescente, y vamos creciendo juntos. Porque no solo ellos tienen que crecer: nosotros también. Por eso sostengo que esto es ambiguo, y complejo, pero a la vez fascinante. Porque mientras el adolescente te hace el discurso e que no quiere los límites y que se harta de padres que les están encima –por supuesto que hay niveles de obsesión y patológicos-, por otra parte lo necesitan, lo quieren, lo reclaman. Suspiran por significar algo para alguien.

 

GL: claro, porque cuando hay límites, cuando hay reglas de juego, implica que alguien está invirtiendo energía en cuidarlos. Hay adolescentes que a veces desbordan las posibilidades de contención que tienen los adultos. Este es un tema delicado, porque estamos hablando de la fase más expuesta al riesgo de la droga, de los accidentes viales, del alcohol. TODOS: vecinos, abuelos, educadores, tíos, padres, tenemos que comprometernos. Porque de alguna manera, los chicos son ‘hijos de todos’.

 

LA SEÑAL Juanes

Dame la fuerza y voluntad, dame la señal que necesito ahora, para calmar ésta
pasión que ahoga y quiere salir.

La luna llena me recuerda que vale la pena luchar por tí,
que vale la pena, que vale. La voz del amor habla en
mi corazón, estoy conectado con Dios y con Vos.
Hay una señal en esta canción…

Dame la fuerza que que necesito libertad de las ganas
de volar, una mirada que que pare mi felicidad de las ganas de soñar.
Es un largo camino, es el amor la señal.

Contigo todo es esperanza, contigo solo quiero vivir, y vale la pena, que vale.
La voz del amor habla en mi corazón, estoy conectado con Dios y con Vos.

 

 

Los adolescentes y los límites: ¿hasta cuándo ser tutores de ellos?

GL: Sería bueno saber qué período abarca la adolescencia, porque se extiende cada vez más, y a veces, en adolescencias tardías ya no se sabe hasta dónde y hasta qué momento poner qué límites, hasta cuándo la necesidad de una ‘tutoría’ por parte de los padres.

JPB: Hay muchas opiniones sobre el tema. Lo cierto es que hay una coincidencia en que la adolescencia es cada vez más prematura –se puede hablar de una pubertad adolescencia perfectamente identificable que comienza a los 10-11 años, que aunque tengan mente de niños tienen cuerpo de adolescentes jóvenes- y que se ha extendido hasta los veinte…largos, Hay una diferencia entre adolescencia y juventud que el cuando el joven logra su autonomía. Hoy, sobre todo por las problemáticas sociales, económicas, la dependencia de los padres a veces reclama muchos años (por dificultades económicas o por mayor necesidad de estudios los chicos permanecen en casa de los padres más que en otras épocas). Hay quienes no quisieran depender de los padres, pero en lo concreto dependen sobre todo en lo más vital que tiene que ver con la alimentación, la vivienda, la salud, la educación, y esto dificulta también el desenvolvimiento y la maduración de la persona. Y conjuntamente retrasa la maduración de los padres, que no acrecientan la autonomía de sus hijos

 

GL: muchas veces, a la hora de poner límites, comienza para el adulto a existir el ‘fantasma’ de que el chico se vaya de la casa. Cuando yo le recuerdo a mi hijo que no tiene autonomía económica porque no trabaja, él me dice ‘me voy’.

 

JPB: Creo que estas son oportunidades para conversar con los hijos cosas bien profundas. Porque con frecuencia pasa que los padres le tienen miedo a los adolescentes, o por miedo al fantasma de que nos dejen, o que nos rechacen, nos dejen de querer. Por supuesto, es distinto que esto lo diga un adolescente de 14 años a que lo diga uno de 19.  Y el rol es el fondo de la cuestión. Es decir: yo soy papá y mi hijo es hijo. Nosotros tenemos que acompañar el crecimiento de la persona como persona, en este caso nuestro hijo. Y tenemos que seguir acompañando nuestro propio crecimiento. Ellos nos hacen un favor enorme.  Entonces, es una oportunidad para seguir conversando: “A ver, ¿dónde te irías? ¿con quién estarías? ¿qué harías? ¿cómo te vas a sostener? ¿qué miedos te provoca esto? ¿qué miedos me puede provocar a mi?”. Tratar de convertir los ‘fantasmas’ en una oportunidad de diálogo, que es una de las grandes dificultades que tenemos con nuestros hijos: la comunicación.

Muchos padres dicen “padecer” la educación de sus hijos adolescentes. Es cierto que los adolescentes viven situaciones de riesgo complicadas. Es políticamente correcto decir “tengo un hijo adolescente ¡hay que pasarla!”. Pero en realidad creo que es un grave error. Para mí es una de las cosas más fascinantes el acompañar el crecimiento de un hijo adolescente. Y te digo la razón antropológica de fondo: los que somos padres de hijos adolescentes estamos generalmente atravesando la crisis de los 40. Esa es la crisis donde se plantean los grandes problemas de la adolescencia, obviamente habiéndoles pegado ya una vuelta, con 20 años de experiencia.

Entonces, si uno puede conectarse con su propio crecimiento, verá que tener un hijo adolescente es un regalo para trabajar los grandes temas de la existencia: definir quién soy, cuáles son mis sueños, qué es lo que realmente espero de la vida… Pasa que con los años recorridos, uno puede por ejemplo haber sido un exitoso profesional, pero haber fracasado en los vínculos; o haber dejado algunas asignaturas pendientes que en algún momento nos pasan factura. Entonces. Las grandes preguntas existenciales que aparecen por primera vez en la adolescencia, aparecen por segunda vez y con más fuerza en la crisis de los 40. Por ejemplo: los adolescentes han dejado de soñar, o sueñan mucho menos de lo que soñábamos nosotros en nuestra adolescencia. Pero en realidad es porque no ven a sus padres soñar, no ven que estén palpitando por ideales. Los ven llegar a su casa agotados, malhumorados, desgastados. Y un adolescente, cuando ve un padre así, piensa “esta vida así, yo no la quiero”

 

GL: creo que es importante resaltar este paralelismo entre la crisis del adolescente y la crisis de los 40. A veces a uno le parece que hace falta que venga ‘otro papá que no esté en crisis’. Quizá sea importante revisar que cuando nosotros éramos adolescentes tampoco veíamos en nuestros padres muchos sueños. Pero sí los veíamos en la sociedad. Nosotros también veíamos a nuestros padres cansados, agobiados, pero quizá agobiados por una injusticia social de años, o por la pobreza, o por los vaivenes del país. Pero veíamos referentes en la sociedad. Creo que hoy, es como mucha carga poner en los papás también la responsabilidad de ser los referentes existencialmente exitosos, porque los que a los 40 todavía sueñan a pesar de los fracasos que inevitablemente vienen a lo largo de la vida, de alguna manera han triunfado.  Y esta es una sociedad que ha cerrado muchas puertas a los sueños, y estamos quebrados. Hay en ese punto una generación quebrada. Algunos papás se dan cuenta de que están ofreciendo un modelo no del todo agradable, siempre impregnado de cansancio, de evasión, de televisión, de ‘dejame de hinchar un poco porque quiero descansar’. A esos papás, creo que les debe ser muy pesado asumir que no pueden ser una referencia para los chicos.

            En concreto: se juntan las crisis de la adolescencia y la de los 40, y ninguno de los dos sabe muy bien a dónde va. Porque la crisis de los 40 es plantearse nuevamente rumbos, sueños, esperanzas, con toda una carga familiar, es decir, ya no es tan fácil. No puedo, por ejemplo, decir ‘este trabajo no me gusta, lo dejo’. Entonces, también está ese ingrediente, la responsabilidad, que es en cierta manera un peso. ¿cómo se junta una cosa con la otra para que sea rica y placentera?

 

JPB: Me parece que hay una concepción del adulto que es aquel que tiene todo resuelto, todo claro, y por lo tanto ya no hace falta que piense, que sienta, lo cual me parece un enorme error. Lo que se espera del adulto, creo yo, es que sea una persona muy pensante, que haga jugar su experiencia en ser cada vez un mejor ser humano, y de ayudar a este hijo adolescente a que vaya haciendo sus primeras experiencias de poder alcanzarlo. Lo cual no se hace sin sentir, sin registrar, sin experimentar, sin equivocarse, y sin el ejercicio de la inteligencia. Por supuesto que los padres ‘padecen’ la adolescencia de sus hijos en cuanto a que todo lo cuestionan, critican, confrontan… pero es un momento formidable. Porque hasta los 8 años, uno es todo para los hijos. Y después ya no somos nadie respecto a lo que uno piensa. Pero tiene la ventaja que el adolescente va gestando sus propias opiniones, y el único modo de poderlas ir gestando es justamente confrontando con las que conoce, que normalmente son las de los padres. Y para confrontarlas, normalmente se ponen exactamente en el lugar opuesto. Este es un ejercicio que se va haciendo cotidianamente para ir adquiriendo la propia identidad. Por eso digo que para mí lo fundamental es que nosotros, como adultos , sigamos siendo personas en crecimiento, y que todo el tiempo nos estemos preguntando cómo mejorar como seres humanos. Eso significa preguntarnos cómo ser cada vez más inteligentes, cómo podemos ser cada vez más libres, cómo podemos disfrutar cada vez más y enseñar a disfrutar. Y acá es donde se juntan los grandes temas de la existencia.

Creo que la mas grande traición que como sociedad le hemos hecho a los adolescentes, es que hemos logrado que ante nada sean consumidores. Ellos, antes que la rebeldía propia de la juventud y de la adolescencia, son consumidores. Creo que la sociedad de consumo logró anestesiar muchos de los sueños y toda esa energía adolescente que es la que pregunta, la que cuestiona, la que sueña… pero toda esa energía, todos esos sueños, están ahí esperando a que alguien los escuche, los acompañe con la suficiente creatividad como para que ellos expresen lo mejor que tienen adentro.

 

ESCUCHA TU CORAZÓN Laura pausini

Que, ahora como estas plantada por tu historia acabada,
y de frente a ti, la enorme cuesta arriba te sientes algo sola,
sin nadie que se siente a escucharte, que comprenda tu situacion,
No,te debes de rendir y sigue siendo tu, persigue tu destino,
pues todo ese dolor que esta dentro, nunca debe interferir en tu camino
descubriras asi, que tu historia toda y cada minuto,
pertenecen tan solo a ti, mas, si te has quedado tu,
navegando sin razones ,en el mar de tus porques.

mira en ti, escucha el silencio, tu corazon te soplara las palabras,
mira dentro de ti misma y entonces prueba si alcanzas,donde te lleva tu alma..

Es, dificil decidirse, que es lo correcto que debe hacerse,
si se tiene la cabeza en otra parte, tu orgullo que te atrapa,
las noches que el dolor te destapa todo tu miedo a equivocarte,
si, te vuelves a sentir,persiguiendo las estrellas, nunca debes renunciar,

Cree en ti, escucha el silencio, tu corazon te curara las heridas,
mira dentro de ti misma y entonces, prueba a volar donde el dolor no te siga,
no te engañaras, si escuchas atenta, abre los brazos y es posible que toques,
cada mano, cada sueño que quieras tener, cada uno de nosotros te espera, con su corazon.

Cada vez que dudes y que no sabes, prueba a escucharle, tu corazon si que sabe..

 

GL: creo que la nocturnidad es un problema donde se proyectan muchos de los conflictos

 

JPB: Yo estoy muy en contra de la culpabilización de los padres: “no saben, no quieren”. No. Lo que pasa es que no hay herramientas y hay mucho cansancio y mucha desorientación. Y estamos muy animados por el miedo en vez de estar animados por acciones inteligentes. Por ejemplo: la nocturnidad genera mucho miedo, porque realmente es una situación de riesgo que no existía hace 20 o 30 años cuando nosotros éramos adolescentes. Acá es donde creo que tenemos que recrear la alianza con otros adultos. Como vos dijiste al comienzo: mis hijos son tus hijos, tus hijos son mis hijos. Si existiera este registro y esta convicción, cada hijo estaría bajo la mirada de muchos padres, y muchos adultos podrían dormir un poco más en paz. Y esto es cuestión de pactar con otros padres, para no dejar a la deriva ni tampoco estar animados por el miedo. Por supuesto, hace falta encontrarse, dialogar, compartir, para realmente tomar conciencia de que todos estamos custodiando cada uno de los chicos, y que ante una situación de riesgo los primeros que tienen que saberlo son los padres. Y también es inteligente recrear la alianza con los adolescentes, sobre todo con los más grandes. En muchos colegios se da una experiencia muy rica, que es generar los ‘jóvenes escucha’: adolescentes de los últimos años de la secundaria que hacen tareas de prevención con los más chicos (la franja etárea de los 12 a los 16 es la más comprometida en el tema de abuso de alcohol y drogas). Y estos, apenas más grandes, hacen una tarea de mirada, de acompañamiento a estos más chicos, que están más frágiles ante esta situación de riesgo grande a la cual los expone la misma sociedad (como hay que ‘pertenecer’, hay que abusar del alcohol porque es uno de los ritos iniciáticos por donde pasan muchas situaciones de pertenencia al grupo)

 

GL: no es de extrañar que a la hora de hacer una red entre los adultos, nos encontremos lamentablemente con padres que no están, de manera que la casa queda totalmente desprovista de control, de mirada adulta, de contención, y termina siendo el lugar donde se dan todos esos ritos iniciáticos. Y también lamentable la postura de otros padres que no toman conciencia de la importancia de estos cuidados, y que aún frente a sus hijos hacen quedar como un tonto a aquel compañero al cual sus padres se preocupan. Se debe buscar entre los padres una alianza entre pares, entre adultos, con códigos de adulto de no abandono, de mirada. Y de pronto nos encontramos con adultos que dicen: “estamos en otra. El chico ya sabe qué puede y qué no, nosotros ya pusimos los límites, yo hablé muy clarito con él, y si no acata los límites que se…”  Es muy frecuente eso ¿no?

 

JPB: creo que el desafío como padres es ver hoy cómo tener una buena comunicación con los chicos. Es es vital para cualquier situación de riesgo estar atentos: antes que salgan, cuando vuelven. Pero la atención no alcanza. Es necesaria la mirada de otros. Es necesario hacer alianzas con otros (padres, docentes, parientes, personal doméstico de la casa, el diariero, el kiosquero…). Esta fragmentación, esta ruptura social cada vez mayor por las sucesivas crisis que se han dado, hacen que esta red de miradas de contención se haya roto. Es propio del adolescente transgredir. Cuanto más fuerte es la red, por supuesto siempre habrá posibilidad de transgresión, pero los daños posibles son mucho menores.

            El enorme desafío es que cada uno sea quien es: que el adolescente sea lo que tiene que ser: un buscador de su identidad, de sus sueños, del camino que quiere transitar, que a veces ‘mete la pata’, a veces acierta mejor que nosotros. Y que los adultos también seamos tales: personas que también estamos en crecimiento, pero de las cuales se espera mayor racionalidad, mayor claridad en saber qué es lo que hace bien y qué es lo que hace mal. Y que juntos nos ayudemos en el proceso de crecimiento.

 

GL: la experiencia me ha mostrado dónde terminan esos chicos cuyos padres son parte de ese grupo del que hablábamos, que tienen buenos argumentos pero en el fondo un corazón de abandono. Dicen haber logrado con sus hijos una buena relación de confianza, y no incorporan otras miradas. Padres necios que no quieren ver lo obvio hasta que ya es demasiado tarde.

 

JPB: No hay que confundir confianza con ingenuidad, o con ‘no tengo ganas’ o ‘no puedo’ o ‘no tengo energías para meterme’. Ni tampoco confundir autoridad y límites con autoritarismo.

 

Participan los oyentes

–       Tengo mi hijo de 30 años, con novia pero sin trabajo fijo, y no sé qué hacer. Le abro la puerta y ¡no vuela!

–       Soy médica y tengo mucho contacto con adolescentes. Puedo ver que se vuelven agresivos cuando ven las diferencias de situación económica y social con sus pares. De allí un poco la rebeldía a los padres. Enfoquemos todas esas diferencias, demostrémosles todo lo que los queremos, para que se sientan felices, alegres, compañeros y quizá podemos formar adolescentes más equilibrados

GL: estos mensajes muestran en general una preocupación de todos, con distintos matices. Ojalá nos preocupe a todos los argentinos, porque las estadísticas sobre alcoholismo, sobre droga dependencia, sobre accidentes viales, son solo una punta de un iceberg

JPB: me quedo con el tono de los mensajes. De inquietud, de deseo, de preocupación, de interés, de compromiso. Es un desafío enorme, con ensayo y con error.

            Me gustaría insistir en esto: asi como un niño copia todo lo que ve de un adulto, lo mismo sigue pasando con los adolescentes. Cuando yo era adolescente, algo me marcó mucho. Me decían: “es propio de tu edad que ahora sueñes. Ya después, cuando seas más grande te vas a dar cuenta cómo son las cosas y te vas a convertir en una persona realista”. Creo que esas frases hablan de un adulto que no se animó a seguir soñando. Y hoy, me duele encontrarme con chicos que están por terminar la secundaria, que eligen carreras pensando simplemente en el tema de la seguridad laboral, y no en función de lo que más profundamente desean. Una de las cosas que les repito a los jóvenes todo el tiempo es que realmente se puede transitar los sueños, que hay una sola vida y hay que vivirla a fondo, que si uno está convencido y conectado con ese deseo profundo, uno encuentra los caminos para poderlos transitar, y hasta se puede vivir bien con ellos y de ellos. La adolescencia es también la etapa donde comienzan a definirse los amigos reales, aspecto muy importante, un tema vital de la adolescencia.

Animarlos a que los adolescentes sean adolescentes en función de que es una etapa fascinante de la vida humana. Y que nos hacen bien a nosotros porque nos hacen jaque a ver cómo estamos viviendo nosotros nuestros sueños, cómo estamos viviendo nuestra sexualidad,  nuestros vínculos más entrañables con nuestra pareja, con nuestros amigos. Rever como adultos que tal vez dedicamos 20 años a trabajar en algo que tal vez no satisface nuestros deseos existenciales de ser una persona plena, completa. Hay personas que se animan a cambiar de trabajo y hasta de profesión, porque en su adolescencia quizá se dejaron llevar más por el miedo, y optaron por la seguridad en lugar de optar por sus sueños y deseos.

Esto es entonces una invitación a los adultos a ayudar a los adolescentes a que se conozcan más a si mismos, a que se encuentren con el misterio más profundo que los habita, y cómo nos dejamos ayudar por sus cuestionamientos a incorporar en nosotros facetas que quizá tenemos olvidadas o no suficientemente integradas. En definitiva, cómo nos ayudamos mutuamente a ser mejores seres humanos

 

GL: ojalá los que te estamos escuchando seamos capaces de esa revisión profunda, esa mirada hacia adentro, y también nos demos cuenta hasta qué punto, cuando eso no está o está carente, nos vamos convirtiendo en seres cada vez más opacos que pretendemos poner límites, y está muy bien, plantear normativas, objetivos, exigencias y está bien, pero no somos creíbles porque no somos genuinos. Y ojalá también sepamos ver esta imagen tan bella que has traído de los adolescentes como espejo de nuestros fracasos, y lo sepamos ver con humildad, y no plantarnos como seres exitosos y triunfadores ante la vida cuando, si hay algo que caracteriza al adolescente es vivir sin máscaras, y quitar las máscaras que están vigentes en la sociedad, en la cultura, en las instituciones, en los docentes.

Y también pensaba yo que esta cultura del placer y de la inmediatez que abunda en la adolescencia, también es un jaque (ojalá no un ‘jaque mate) a la cultura de los adultos, que embarcada en la cultura del consumo no hace más que trabajar para poder consumir y no disfruta de la vida. Y eso también es un peso agobiante para los chicos.

 

JPB: A los adultos con hijos adolescentes, mi mensaje es que no hay nada más fascinante que aprovechar esta oportunidad para seguir creciendo con ensayo y con error. La vida es maravillosa y nada como acompañar el crecimiento de nuestros hijos

 

GL: gracias por tu mensaje de esperanza