Con María nos abrimos al gozo y la alegría

viernes, 14 de enero de 2011
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   “En el sexto mes, el Angel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María. El Angel entró en su casa y la saludó, diciendo: "¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo". Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo. Pero el Angel le dijo: "No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin". María dijo al Angel: "¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?". El Angel le respondió: "El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios". María dijo entonces: "Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho". Y el Angel se alejó.”

Lucas 1. 26-38

Verla y contemplarla a María, peregrinando hacia la casa de su prima Isabel; junto a José cumplimentando todos los requisitos civiles, encaminándose hacia Belén porque allí se estableció el censo. Observarla a María en la cotidianeidad, desde el silencio, contemplando a Jesús que crece; verla a María cuando Jesús está iniciando ya su Ministerio de Mesías en lo público; interviniendo en las Bodas de Caná. Observarla a María al pie de la cruz; verla cumpliendo la Palabra de Dios. Y contemplarlo a Jesús llamándola bienaventurada porque ella ha engendrado a Dios con su obediencia creyente. Contemplarla con los discípulos y estar al pie de la cruz… verla orando a la espera del Espíritu…
En todas estas imágenes, María es una mujer orante, cercana, comprometida con su pueblo. Orante, contemplativa, capaz de la profecía y al mismo tiempo del silencio; mujer de palabras que nacen del corazón, empapado de lo que el corazón más tiene dentro suyo. Se nota esto cuando canta el Magnificat: es un borbotón de palabras articuladas poéticamente, en su sentir más profundo, habitado por la Palabra, la misma que lleva en su seno y que por tanto tiempo rumió, meditó, gozó, y esperó… ahora es realidad, en su inmaculado ser, en su ser concebido sin pecado, Dios viene a estar con Ella para habitarla; y a tal punto que toma de su carne para ofrecernos, a través de Ella, el misterio de la recreación de la humanidad.
La cercanía de María, el compromiso de la mujer de Sión como la titula la Palabra, la presencia de Ella en medio de nosotros, viva, actuante, cercana, como hace dos mil años, nos pone de cara a un vínculo de familiaridad, de amistad, de reverencia y respeto; y al mismo tiempo de profunda libertad en el trato con Ella. Cuando nosotros chequeamos nuestra vida, observamos las heridas que en el corazón tenemos, las dificultades con las que hemos transitado, los dolores con que se va gestando la vida nueva de Dios en nosotros; nos vamos renovando en nuestra actitud creyente, como lo vivió Ella. Frente a nuestra vida y frente a un mundo que se va apartando de Dios y así se va destruyendo, no nos queda más que, en medio de tantas situaciones, mirar con mucha esperanza y verla a Ella que sale al encuentro de los hermanos y vuelve a proclamar la Buena Noticia de su hijo Jesús. Con su sí, con su esperanza y con su alegría, con su poesía, su perfume y con la atracción que genera su ternura y su fortaleza. Con su maternidad, que sabe del corazón, con un lenguaje que le resulta propio, el lenguaje materno. Con su capacidad de ponernos límites cuando es necesario.
Es Madre, y es la que nos sale al encuentro para decirnos, en su día, que su compromiso con nuestra realidad se reafirma en el camino, porque Ella siente con el sentir de la humanidad y está en contacto con el sentir de Dios. En esto ha educado a su Hijo, enseñándole a ser puente entre la realidad humana que clama por Dios, y la presencia de Dios que todo lo puede, en medio de las fragilidades humanas. Así también nos educa a nosotros. Nos dice que para Dios, todo es posible.

Sorpendida por Dios, a través del ángel

Quien entrega la vocación y misión a María es un mensajero llamado Gabriel, es un ángel de Dios que, con la presencia  de Dios en su decir y en su comunicación, trae desde arriba un mensaje. Tiene la capacidad de Dios, que Dios le ha dado, de entrar y de salir del ámbito donde María se mueve. En el Evangelio de hoy dice: Entró…(v. 28) Salió (v. 38). Esto que parece una mera descripción de cómo se mueve el ángel, nos dice que Él tiene la libertad que Dios da a los que comunican el mensaje de Dios, con la fuerza y el poder que el mismo Dios pone en sus mensajeros, a través de los cuales Dios actúa, gracias al servicio de ellos. El ángel tiene la misión de entrar donde Ella está, para dejar el querer de Dios en su corazón. Y una vez que ha acontecido ese querer de Dios en el corazón de María, el ángel se va, porque en el centro de su mensaje está el querer de Dios: "¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo". El ángel anuncia a Dios y comunica a Dios. Habiendo dejado a Dios en el corazón de María por obra del Espíritu Santo, engendrando en su ser a la segunda persona del misterio trinitario, al Hijo de Dios, el ángel ahora se puede retirar. ¿Qué ha ocurrdido en el corazón de María? Una profunda conmoción interior: ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo… Y hace la pregunta: "¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?". ¿Qué dejó la presencia de Dios que comunicó el ángel en el corazón de María, para que Ella diga sí, hágase en mí según has dicho? Ha dejado la certeza de Dios, la concretez de Dios: recibe al que no pasa, al que permance, al que se queda; es el mismo Dios que ha tomado su ser y su persona. Dios se comunica con lo más profundo del alma.
Hoy queremos abrirnos al querer de Dios, a la voluntad divina como brújula que nos muestra el camino y el horizonte. Le pedimos que nos libre de la duda, y nos concentre en el amén, porque en la oscuridad de la fe Dios se hace más concreto que lo que podemos ver, tocar, pisar, sentir, gustar. Un encuentro real con el Dios vivo es el que deseamos para nuestras más profundas búsquedas y deseos.
María recibe de parte del ángel un anuncio, y este anuncio tiene características muy reales y concretas. Tanto que el mismo Dios es engendrado en lo más profundo de su ser.

Con María nos abrimos al gozo y la alegría

Y nos abrimos a ese lugar de la experiencia interior más anhelada por el ser humano: gozarse y alegrarse, a través del encuentro que tenemos a partir de la búsqueda más profunda: la búsqueda por lo que nos trasciende. Con María nos abrimos al gozo y la alegría que nos da el hecho de encontrarnos junto con Ella, con el misterio de Dios hecho hombre en su seno. Ella responde con gozo. Y tiene la capacidad de proclamarlo y anunciarlo, libre, sin temores.

María nos muestra un camino profético que se hace canto en el Magnificat, cuando proclama la grandeza del Señor, mostrando que su Espíritu se alegra en Dios su salvador. María es la mujer del orden, desde la profecía, el orden global y particular, en la vida de cada uno, con su peregrinar incansable.
De esto somos testigos aquí y en el mundo entero, viendo desarrollar su obra. Y nos resulta muy cercana la expresión de San Juan Bosco: todo lo hizo María. A nosotros nos resulta concreta y palpable esa expresión, y eso nos llena de gozo y alegría. Su canto del Magnificat nos gana el corazón, y nos permite entender los designios de Dios desde todo la eternidad. Cuál es su querer y cómo Él ha venido a poner las cosas en su lugar.
Nos llena de gozo y de alegría verla no sólo caminar con nosotros, sino contagiándos de su espíritu. Deseamos que nuestros corazones se expandan al ritmo en que se expande su Obra. Esta expansión de su hacer en medio de nosotros, en Argentina y en el mundo, de su Radio, es una invitación a expandir el alma de los oyentes de Radio María con el designio con el que Dios contagia a los hijos de esta Madre, para que con gozo y alegría proclamemos con el testimonio de la vida el sentir que Dios le pone a la historia en estos tiempo en que una parte de la humanidad quiere quitar de en medio a Dios, que le da sentido al acontecer humano.
A nosotros nos alegra contarla a Ella como la que nos contagia de ese sentir de Dios en lo más profundo del ser, y poder compartirlo con los que lo buscan y lo esperan, e incluso a los que por algún motivo lo resisten, lo rechazan. Es para todos. Y debemos buscar las mejores maneras para alcanzar a todos. ¡Ay de nosotros si no proclamamos el Evangelio, si no anunciamos la Buena Noticia!

Padre Javier Soteras