01/06/2015 –
Feliz el hombre que teme al Señor y se complace en sus mandamientos. Su descendencia será fuerte en la tierra: la posteridad de los justos es bendecida.
En su casa habrá abundancia y riqueza, generosidad permanecerá para siempre. Para los buenos brilla una luz en las tinieblas: es el Bondadoso, el Compasivo y el Justo.
Dichoso el que se compadece y da prestado, y administra sus negocios con rectitud. El justo no vacilará jamás, su recuerdo permanecerá para siempre.
Salmo 112(111),1-2.3-4.5-6
Bienaventurado el que vive por la fe y desde la fe, el justo. La justicia de Dios por la fe en Jesucristo es nuestro aseguro, dice San Pedro. La fe es el inicio de la salvación humana. Sin fe es imposible agradar a Dios y llegar al encuentro de comunión y alianza. De ahí que nadie obtuvo jamás la justificación sin fe. Nadie va a alcanzar la plenitud entera y eterna sin perseverar en la fe hasta el final.
Hay que distinguir el hábito de la fe que nos viene como una gracia por el bautismo y nos reviste interiormente, y otra cosa es la gracia puesta en acto. El acto supone actualizar la fe. A través de diferentes acciones de la fe el potencial escondido por el bautismo hace que crezca y se fortalezca. El acto de fe es un acto de confianza en el que uno da su credito a quien tiene la autoridad, en este caso Dios.
Atenta de alguna manera contra el racionalismo. Muéstrame por el camino de tus obras la fe, y entonces será posible creer. La fe es actuada y concretada en realidades puntuales donde se manifiesta nuestra adhesión a la que Dios nos invita a poner la confianza en su propuesta.
Cada uno de nosotros tiene un camino de fe recorrido. Aunque distintos todos se unifican en la fuerza del amor, que nos nuclea alrededor del acto creyente que es personal. “Felices los que creen sin ver…” dice Jesús. ¿Cómo se entiende? Cuando uno presta oído a quien confía, creemos que Él ve algo que nosotros no estamos viendo, y por ende ponemos la adhesión y confianza en ese que ve. Dios ve más allá de lo que cada uno de nosotros ve. Es bueno que podamos confiar y decirle que sí a su propuesta cada día.
En el momento de la primera aparición de Jesús en la comunidad de los 12, Tomás no estaba allí, y luego al escuchar el relato de sus compañeros él no creyó “si no veo no creo”. El testimonio de sus compañeros no le alcanzó. Luego volverá a aparecer Jesús, también a Él y creerá, sin embargo Jesús le dirá “felices los que creen sin ver”. No solamente creemos en Dios sino que le creemos a Dios. El acto de fe se constituye además de una tensión escatológica hacia el final de los tiempos, en un creer aquí y ahora, en donde Dios me va conduciendo. Eso supone una lectura de los tiempos, Dios que se manifiesta en mi vida concretas, aquí y ahora.
En el acto de creer ponemos la mirada lejos donde nos conduce la historia, y por otra parte un aquí concreto en mi hoy de cada día. El acto de fe se actualiza aquí y ahora intentando dar una respuesta a donde creo que Dios me quiere conducir en este tiempo concreto. En la fe se nos da una sabiduría que es razonable, supone ponernos en sus manos y dejarnos conducir por Él.
Jesucristo Señor de la historia te creemos…
Creemos que metes mano en la historia,
que sos Señor, que tenés autoridad.
No vemos pero creemos…
Creemos cuando sentimos en el corazón el peso de tu autoridad que nos indica el camino.
No solamente creemos en vos, sino que te creemos a vos.
Creemos en que tenés una propuesta para el camino,
y que nos vas dejando señales para seguirte.
El acto de fe al que somos invitados a adherir a Dios, es un acto se hace desde el corazón. Hay una fuerza de amor que nos atrae, que opera en la voluntad, la presencia de Dios que nos mueve a la confianza, en un amor que nos hace ir mas allá de lo que iríamos solo con nuestro impulso natural. No adherimos a una realidad abstracta, sino a partir de la fuerza del amor, de alguien a quien conozco y me conoce. Todas las verdades a cerca de Dios, racionalmente comprensibles, ponen una luz que iluminan a la voluntad. El movimiento más importante de adhesión al Señor viene por un acto de voluntad movido por una fuerza de amor que nos hace ir por los caminos que Él nos muestra.
El amor de Dios que atrae, es un amor que se manifiesta en clave de alianza. Así Dios nos une a él y a su pueblo. La iniciativa la tiene Él, y su amor nos invita a sumarnos a otros con los cuales también Él hace vínculo de amor, así se va constituyendo la comunidad de sus seguidores. Así las primeras comunidades se fueron conformando en torno a los doce a partir de ver cuánto se amaban. Es el amor el que atrae, es esa experiencia de amor la que nos va juntando. Dios es amor y la vivencia del Dios amor en medio nuestro es la que nos funde en un mismo camino. Esa atracción de Dios amor es la que viene a traernos luz y ponerle claridad a nuestras vidas, viene a poner orden en nuestra vida para encontrar los mejores caminos.
El que cree es un creyente, es un acto subjetivo y personal de un corazón que adhiere a lo que se le revela. Hay una fusión en ele camino del amor en donde Dios nos invita a decir que sí en medio de nuestras circunstancias. Supone una presencia de amor que nos hermana con nosotros en un lugar donde somos convocados a vivir como familia.
Es lo que celebramos ayer en la festividad de la Trinidad: el amor que los hace ser uno siendo distintos. es el amor el que une. En Dios es así y Él quiere que también sea así en nosotros. No son los contratos, los buenos modales ni la educación lo que nos hace permanecer a todos en un mismo techo, ni lo que contiene… es lo interiormente significativo lo que une. En la medida en que el amor nos une, la semejanza que habíamos perdido la iremos recuperando pareciéndonos cada vez a quien nos creó, Dios que es uno en tres personas: Padre, Hijo y Espíritu Santo
Los caminos a través de los cuales Dios se nos manifiesta y nuestra su amor son tan diversos como somos diferentes nosotros. No hay un modo común, la única realidad común es Dios mismo y su amor, pero para cada uno de nosotros hay una iniciativa de Dios que es propia para cada uno. Hay que pedirle a Dios que siga abriendo caminos en medio nuestro a través de su amor y que nosotros podamos responder con sencillez y amor desde la fe.
Padre Javier Soteras
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