Conocer a Jesús, encontrar el gran tesoro

viernes, 30 de agosto de 2019
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Catequesis en un minuto

30/08/2019 – Fiesta Santa Rosa de Lima

“El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en un campo; un hombre lo encuentra, lo vuelve a esconder, y lleno de alegría, vende todo lo que posee y compra el campo. El Reino de los Cielos se parece también a un negociante que se dedicaba a buscar perlas finas; y al encontrar una de gran valor, fue a vender todo lo que tenía y la compró.

Mt 13,44-46

Ante el encuentro con Jesús surgen en nosotros dudas y preguntas en torno a la razonabilidad del seguimiento, y nos planteamos si todo lo que hacemos no será en realidad una locura. Son las mismas preguntas de los galileos, y la de todos los que en algún momento de la vida se encuentran con Jesús superficialmente. Es propio de la humanidad que se encuentra con lo trascendente.

Jesús para explicar esto, plantea dos breves parábolas, para mostrar cómo en lo hondo de la vivencia del misterio está la posibilidad de comprender. A esto nos invitan las dos parábolas: ¿Qué de lo que hace a mi vida todavía no he descubierto del misterio?. Quien no vive con expectativa por lo nuevo que vendrá ha perdido la frescura de la relación con lo vital y existencial. Cuando estamos adormecidos y aburridos, es porque en realidad estamos en ese plano de superficie. Jesús nos dice “Atención” porque cuando Dios sorprende en la vida, uno es capaz de ir a dejarlo todo por seguirlo. Cuando no se da, es porque todavía no se ha producido el verdadero encuentro.

El documento de Aparecida dice que “conocer a Jesús es lo mejor que nos ha pasado en la vida”. Porque quien encuentra esta perla es capaz de dejarlo todo. Podemos encontrarlo sin saber lo que buscábamos superando nuestras expectativas, o nos puede salir al encuentro sin pensarlo. Es la experiencia que tienen los discípulos en la pesca milagrosa tras la resurrección de Jesús, cuando después de una pesca estéril, se encuentran con el pescador que les dice “Muchachos, tienen algo para comer… Entonces tiren a la derecha”. Ahí salen sobreabundantes peces y Juan, el discípulo amado, lo reconoce: “Ese, es el Señor”.

Hay momento en la vida en los que uno dice “ese es Dios. Es el señor”. Cuántas veces has dicho en tu vida “Es el Señor”, “¡Qué increíble!” ese es el Señor. El Papa Francisco lo dice una y otra vez “dejémonos sorprender por Dios”. Es un tiempo en el que Dios se nos está entregando y nos invita pasivamente, como niños, a recibirlo y darle la bienvenida con el corazón sencillamente agradecido, y ser capaz de venderlo todo para elegirlo sólo a Él.

 

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