30/01/2015 – En casi todas las culturas los sepulcros, como lugares de la muerte, siempre han tenido tanta o mayor importancia que los lugares de la vida. Al enterramiento, es decir a la sepultura del cadáver en tierra, muchas veces sucede la cremación. El ciudadano normal se pregunta si ese fenómeno cada vez más generalizado de la dispersión descontrolada de cenizas, no debe ser repensado en su triple dimensión: jurídica, ética y religiosa. Las cenizas de una persona, que era a la vez individuo y miembro de una comunidad, ¿son solo propiedad privada de su familia? ¿Puede ésta actuar de forma arbitraria con ellas?
En diálogo con Radio María Argentina el Padre Leandro Bonín, vicario Parroquial de Nuestra Señora de la Piedad (Paraná) El ritual de exequias en la Argentina está siendo revisado, ya se presentó a Roma y seguimos trabajando, y dice que “La iglesia aconseja vivamente que se conserve la piadosa costumbre de sepultar el cadaver de los difuntos. Sin embargo no prohibe la cremación cuando con ella no se cuestiona la fe en la resurrección de los cuerpos”.
Citando al Directorio de Liturgia y pediad popular, el P. Bonín comentó que allí se recoge el sentido del consejo de la Iglesia de sepultar en tierra: por un lado recuerda la tierra de la cual fue sacado el hombre (eres polvo y al polvo volverás) pero por sobretodo evoca la sepultura de Cristo que como un grano de trigo cae en tierra, (es sepultado) y luego resurge victorioso de la muerte. De alguna forma, esta imagen del grano de trigo se reproduce en cada cristiano y se visualiza mejor, simbolicamente, en la sepultura. Pero la iglesia no prohíbe la incineración.
Además, comentó que tenemos la certeza de la resurrección en el último día, y el estado del cuerpo será semejante al cuerpo glorioso de Jesús. Para Dios no es un obstáculo amla resurrección que se va a producir en el último día la forma en que se haya elegido para el cuerpo. A Dios no le resulta un obstáculo si la persona fue incinerada, o si fueron esparcidas sus cenizas. Dios que nos crea de la nada, también en la resurrección final, si bien hay una continuidad, hay también una nueva creación.
En nuestro país son los familiares directos quienes deciden sobre el destino de las cenizas. La Iglesia considera como una práctica no coherente con su fe la costumbre de esparcir las cenizas del difunto en el río, mar, el campo, etc. De igual modo se exhorta a no conservar las cenizas en la casa, sino darle la sepultura acostumbrada, sea en un nuevo sepulcro, en uno compartido o en un lugar sagrado preparado para ello. Así la iglesia considera que eso favorece mejor que la familia pueda realizar bien el duelo por su muerte.
“Las personas que ya han tomado una decisión que se queden tranquilos. Es una realidad nueva. Pensemos 50 años atrás la cremación era algo muy extraño, pero ahora el crecimiento de las grandes ciudades, los costos que tienen los cementerios han hecho que muchos opten por la cremación junto a las modas que muestran las películas. Lo que se haya hecho con las cenizas del difunto no repercute en absoluto en su salvación eterna” comentó el sacerdote entreriano.
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