03/07/23- El Padre Mateo Bautista, sacerdote camilo, nos acompaña cada lunes con el ciclo “Personajes Bíblicos”. En esta ocasión dialogamos sobre la figura de Simón de Cirene. San Marcos, en su Evangelio, nos relata lo siguiente: “Y obligaron a uno que pasaba, Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo, que venía del campo, a que le llevase la cruz. Y le llevaron al lugar llamado Gólgota, que interpretado quiere decir: Lugar de la Calavera.” “En primer lugar tenemos que ser cireneos de nosotros mismos, segundo ser cireneos que ayuden a los demás y tercero tener como ejemplo al gran cireneo Jesús”, comenzó diciendo el Padre Mateo.
El término «cirineo», con el que a veces se hace referencia a Simón, en el lenguaje común se ha convertido en sinónimo de alguien que, voluntaria o involuntariamente, asume la carga y el sufrimiento de otra persona.”Aun cuando somos forzados para hacer el bien, vamos a hacer mucho bien y seremos muy bendecidos.”
No parece difícil imaginar la conmoción de Simón. Andaba tranquilamente por el camino, como se va por los caminos de la vida; oye un tumulto, le llama la atención, se acerca… y de repente los soldados le rodean y a gritos le fuerzan a llevar la cruz de uno a quien van a crucificar. Los romanos podían pedir la ayuda de un judío y obligarlo a caminar un kilómetro, eso contemplaba el derecho romano.
Al cargar la cruz, Jesús, se ha vuelto y le ha mirado; aquella mirada conmueve el corazón del cirineo. Oye los insultos feroces de una multitud, además, muchos de ellos eran fariseos y escribas, incluso estaban allí ancianos del Sanedrín y Sacerdotes.
La sorpresa de Simón debió crecer. porque los más indignados eran los judíos importantes, que le gritan cosas tremendas y blasfemas.
Cuando llegaron al lugar de la crucifixión la sorpresa debió ser mayor. Simón, cansado, deja la cruz en el suelo y, muy probablemente, permanece allí. Entonces contempla la escena tremenda de la crucifixión, tanto la de Jesús como la de los ladrones. Debieron ser muy distintas.
Muchas veces tenemos muchas resistencias internas a hacer el bien. En el momento en que se le colocaba la cruz en la espalda a Simón, se le consideraba impuro para la ceremonia. Sin embargo, lleva la cruz y cargar de alguna manera con Jesús.
Simón acaba de tener un encuentro con la Cruz de Cristo, una Cruz que era la Salvación del mundo; él no lo sabía, pero aquel encuentro, fastidioso al principio, fue el comienzo de su salvación. Simón no buscaba a Dios y se lo encontró. Y lo encontró haciendo el bien. ¿Te animás a ofrecer una hora por semana para hacer el bien?
No te pierdas de escuchar la entrevista completa en la barra de audio debajo del título.
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