15/08/2025 – «El tránsito, que a veces nos asusta, se transforma en tranquilidad y serenidad». ¿Caiste en la cuenta de que tu vida es un constante peregrinar y que cada momento, cada cambio, es un «tránsito» que te acerca a la vida eterna? En esta nueva entrega del ciclo «Reflexiones para el finde», el Padre Humberto González, cariñosamente conocido como «Humbi», nos regala una profunda reflexión, en esta ocasión, sobre la festividad de la Asunción de María, un misterio que nos invita a ver nuestras propias transiciones con los ojos de la fe y la esperanza.
El Padre Humbi nos invita a resignificar la palabra «tránsito», que a menudo asociamos con la velocidad, el tráfico o los momentos difíciles. En la Iglesia, la fiesta de la Asunción de María era conocida tradicionalmente como el «tránsito de María», un paso de la vida terrenal a la vida eterna. Para el padre, esta es una garantía de que Jesús no solo resucitó y ascendió, sino que también vendrá a buscarnos a nosotros para que, al igual que su madre, seamos asumidos en cuerpo y alma al cielo. Esta certeza, nos dice, debería suavizar y darle un nuevo sentido a los tránsitos de nuestra vida.
El padre Humbi nos anima a ver nuestras propias transiciones no como obstáculos, sino como oportunidades de crecimiento. Ya sea un cambio de trabajo, una enfermedad, la pérdida de un ser querido o simplemente la evolución de la vida, cada «tránsito» nos hace sentir vivos y nos desafía a ser protagonistas de nuestra propia historia, sabiendo que María nos acompaña como una red que nos sostiene. Nos recuerda que incluso es legítimo enojarse con Dios en los momentos de dolor, pues ese enojo es parte del camino y nos ayuda a crecer. La clave, nos dice, es no desencarnar nuestra fe; nuestra espiritualidad no debe ser un escape, sino que debe estar anclada en nuestra realidad humana, en lo cotidiano.
Para concluir su reflexión, el Padre Humbi nos deja tres mensajes clave: primero, que celebremos a la Virgen como una madre y una mujer cercana, no solo como una figura lejana en el altar; segundo, que en los momentos difíciles nos aferremos a la certeza de que «todo pasa», y con la ayuda de María, el dolor se hace más llevadero; y tercero, que busquemos la comunidad. La soledad, nos dice, puede perdernos, pero en comunidad nos acompañamos, nos empujamos y nos sentimos verdaderos peregrinos, tanto de manera presencial como a través de comunidades virtuales, como las redes.