24/11/2018 – La hermana María Teresa Sánchez pertenece a la congregación de la Hermanas Terciarias Misioneras Franciscanas. es la vicepostuladora de la causa de canonización de Madre Tránsito Cabanillas y actualmente vive en la ciudad cordobesa de Villa Nueva. Al compartirnos su historia de vida nos relató que nació en Chicoana, un pueblo que está a 40 kilómetros de la ciudad de Salta. También recordó que en su familia “siempre hubo una fe muy práctica. Somos cuatro hermanos y dos somos consagrado. Marcos es sacerdote y tengo otros dos hermanos que tienen sus propias familias”.
“Cuando era niña yo era coqueta. Recuerdo que las hermanas de mi congregación solían salir mucho a los pueblos salteños. Y así fue que una vez estuvieron en mi pueblo y fueron a la casa de mi abuela, donde yo estaba. Y recuerdo muy bien que una de las hermanas de las Terciarias Misioneras Franciscanas me dijo ´qué linda nena`. Cuando yo ya era religiosa me volví a encontrar con esa hermana y le recordé la anécdota. A mi me gustó mucho que esa monjita me dijera eso, así fue naciendo mi vocación. Ella tiene hoy 91 años y siempre nos acordamos de eso”, indicó la hermana María Teresa. También dijo: “Otra de las cosas que ayudó en el proceso que hice es que mi papá leyó la lectura en la misa de mis 15 años. Eso me impactó”, exrpesó.
Sin embargo, la religiosa franciscana reconoció que le costó decidirse a seguir el camino que Jesús le había preparado. “Uno de los motivos es que en ese momento, yo era una joven de poco más de 20 años, mi mamá había quedado viuda y sola a cargo de mis dos hermanos más chicos. Y yo justo terminaba la universidad. Es decir, yo podía comenzar a trabajar y colaborar en la manutención de mi casa”. Y siguió contando: “Las hermanas Terciarias Misioneras Franciscanas me terminaron de convencer con la vida de san Francisco de Asís y con la de Santa Teresita de Lisieux. Sobre todo me impresionó un libro con montones de fotos de Teresita. Y en relación a Francisco, mi papá lo amaba así que no tuve mucho problema en comenzar a quererlo también yo”.
“Lo que yo aprendí con la vida religiosa es que lo nuestro no es hacer cosas extraordinarias, como levitar por ejemplo, sino que consiste en estar en lo cotidiano con la gente que acompañamos”, reflexionó la hermana María Teresa. “Cuando las personas verdaderamente te quieren, aceptan tu vocación. Y no solo la acepta, te ayuda a vivirla. A mi me pasó con mis compañeros de universidad. Cuando otros que no me conocían mucho me decían que estaba loca por querer entrar al convento, mis amigos se encargaron de defenderme, yo no tuve ni que abrir la boca”, sostuvo.
Finalmente, nos compartió esta oración que rezó por primera vez cuando hizo sus votos perpetuos:
Conságrame, Jesús mío, y hazme la gracia de crecer en ti a mi tiempo,
desde dentro y en silencio.
Hazme tu esposa por la eternidad.
Soy miseria, soy pequeña, soy nada, pero tú, Esposo mío,
allí donde soy débil, me haces fuerte,
pues no triunfo yo, sino tu gracia que vive en mí.
Dame ser toda tuya.
Quema en tu tierno Corazón mis mezquindades,
mis egoísmos, mi sensualidad, mi deseo de poder y de grandeza.
Hazme niña para poder entrar en tu Reino
confiada en el eterno amor del Padre.
Hazme tu esposa fiel en penas y alegrías,
dispuesta a luchar por la causa de tu amor crucificado.
Hazme tu madre para engendrarte en el Amor,
para dejarme amar por ti, Dios Trino y Uno,
y así ser caricia tuya para todos los hombres,
haciendo de ellos hijos del Dios Altísimo.
Quiero abandonarme a tu santa voluntad,
Bien de mi vida, sumo Bien,
Bien total, como María, mi madre, mi hermana, mi amiga, mi consejera.
Déjame cantar como Ella tu infinita misericordia y tu eterna fidelidad.
Señor: sin ti no puedo.
Me has hecho, para ti, soy toda tuya.
Hágase, hágase.
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