13/10/2018 – El obispo de Neuquén, monseñor Fernando Croxatto, tiene un gran corazón misionero. Este sábado nos dejó su historia de vida y su testimonio. Nació en Morón, provincia de Buenos Aires, y realizó sus estudios primarios en el colegio Benito Nazar, de los Hermanos Corazonistas, en el barrio porteño de Caballito. A los 11 años ingresó en el aspirantado de los Hermanos Corazonistas, hasta los 15 años en que decidió salir. Más tarde, ya joven ingresó en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, donde cursó los cuatro primeros años. En 1979 entró en el Seminario Metropolitano de Villa Devoto, en la ciudad de Buenos Aires.
“Cuando era joven y antes de ingresar al seminario, durante cuatro años tuve una participación misionera junto a un grupo de mi parroquia en la provincia de San Luis, en Nogolí y en General Roca . Y eso me marcó mucho. Siempre me entusiasmó esto de compartir a Jesús con otros”, recordó el padre Fernando y agregó: “Pero ya en el seminario de Villa Devoto no pude continuar con esas actividades misioneras, en esa época estaban vedadas para nosotros lamentablemente. Recién pude volver cuando tomé la admisión. Y ahí comencé a misionar con mi grupo ´Ad Gentes`, porque así se llamaba, en la diócesis de San Roque, en Chaco. Íbamos a un pueblito llamado Chorotis. Viendo la carencia que había de sacerdotes del lugar, comencé a sentir que tenía que irme a servir ahí”.
Pero no fue fácil. Cuando se ordenó sacerdote su obispo era el cardenal Juan Carlos Aramburu, quien le pidió que primero estuviese unos 5 años sirviendo en Buenos Aires. Después de ese tiempo pudo comenzar con su vida misionera en el Chaco. Más tarde, el papa Francisco lo nombró obispo auxiliar de Comodoro Rivadavia, y más tarde, obispo de Neuquén. “Siempre el Señor me ha sostenido en ese camino. Yo fui elegido desde el viente de mi madre, porque ella me consagró a la Virgen de Lourdes antes de que naciera. Yo soy el quinto hermano y mi mamá prometió a María que si venía al mundo, yo estaba disponible si el Señor me quería más fuertemente para su obra como sacerdote. De esto yo me enteré recién cuando ya era cura, nunca antes me lo había dicho”, indicó el padre Fernando.
Al final de su historia, monseñor Croxatto nos regaló esta oración misionera:
Señor Jesús, que querés que todos los hombres se salven
y lleguen a conocer Tu Verdad,
recibe humildemente la ofrenda de mi vida,
que tanto ha recibido de Vos
y hacerla fecunda para mis hermanos.
Que sea dócil a tu Espíritu
para dejarme llevar a donde quieras y a quienes quieras,
para encender allí el fuego de tu Reino,
que Vos quisiste que ardiera.
Amén
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