Cuidar nuestra casa interior

martes, 1 de abril de 2008
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María  nuestra Señora de la alegría y de Pascua

¿Cual fue mayor? ¿La alegría de María en Belén o aquella otra de la mañana de Pascua? ¿Cual fue más emotiva la de la Anunciación o, aquella otra, de la visitación a su prima Isabel?

¿Qué alegría fue más radiante? ¿La de las Bodas de Caná ante el agua convertida en vino o la sonrisa que apareció en sus labios en el encuentro con el Resucitado?

Ni mayor, ni menor. En María, todo es alegría y de la buena. Sabía que, en el principio y final de todas las cosas, Dios habitaba y, por lo tanto, sólo restaba el vivir con alegría.

El mundo en el que nos movemos está sembrado de tristezas. Es raro encontrar dos semanas seguidas, dos meses continuos, sin sobresaltos que amenazan nuestra felicidad.

¿Cual fue el secreto de la felicidad de María? Ni más ni menos que DIOS.

Dios estaba inundando todo su ser; lo que era y pensaba, lo que creía y hacía, lo que soñaba y esperaba. María, sabía perfectamente, que la armonía con Dios era fuente de paz y de felicidad.

Algo parecido nos ocurre a muchos de nosotros (pueblos, ciudades, santuarios…) cuando ponemos a María muy cerca de nuestras batallas, proyectos, ilusiones y trabajos. Sentir su compañía en el caminar, su complicidad en nuestras decisiones, su mano en el día a día, hace que nos sintamos más felices, más contentos, más dispuestos a vivir con optimismo nuestra vida.

Nuestra Señora de la Alegría (Padre Tomás Rodríguez Carbajo)

Las personas saboreamos alegrías y tristezas, éstas parecen más extensas, porque el tiempo que las tenemos parece que se estira y nunca se termina; pero en realidad, si hacemos balance, nos encontramos con que las alegrías no faltan y no son pequeñas. Bueno, no es así para todas las personas, sino para aquellas que han descubierto la veta de la auténtica alegría en Dios; entre todas estas personas sobresale María, de ahí que con todo derecho la podamos invocar como Nuestra Señora de la Alegría.

¿Es María causa de alegría para nuestra fe? ¿Es motor de sonrisas y de horizontes nobles?

Dejemos ante su imagen, en este tiempo en el que nos preparamos a Pentecostés,

Porque necesitamos de una razón para estar alegres:
QUE SEAS TU, MARIA, NUESTRA SONRISA

Porque queremos vivir con más ilusión:
QUE SEAS TU, MARIA, LA RAZÓN DE NUESTRO JUBILO

Porque queremos amar con más tesón:
QUE SEAS TU, MARIA, EL MODELO DE LA ENTREGA

Porque anhelamos buscar a Dios:
QUE SEAS TU, MARIA, UNA PISTA PARA LLEGAR A EL

Porque aspiramos a la auténtica alegría:
QUE NOS LA TRAIGAS TU , MARIA, DESDE EL CIELO

Porque ambicionamos lo que no es importante:
QUE SEAS TU, MARIA, EL SENTIDO COMÚN
DE NUESTROS DESEOS

Porque el desconsuelo nos visita con frecuencia:
QUE SEAS TU, MARIA, VIENTO QUE LO ALEJE

Porque constantemente caemos abatidos:
QUE SEAS TU, MARIA, ALIENTO PARA LEVANTARNOS

 


 

Virgen de de la sonrisa

A los 10 años tuve una rara enfermedad y estaba muy triste por la muerte de mi mamá. Un día sentí que María me Sonreía desde una imagen y lo cierto es que recuperé mi salud. Desde ese momento, ella fue para mí, LA VIRGEN DE LA SONRISA."Santa Teresita

Virgen de de la sonrisa, Madre de la alegría.
Vengo a ponerme delante de tus ojos buenos.
Necesito esa luz de tus ojos serenos
y esa esperanza de tu rostro amable.
Te doy gracias María, porque estas a mi lado
en todos los momentos.
Cuando sufro, tengo tu alivio.
Cuando estoy feliz, comparte mi gozo.
Vengo a buscar tu ayuda de Madre para mi
y para todos mis seres queridos.
Te pido que hagas nacer en nosotros a Jesús.
Así podremos vivir con alegría,
y saldremos adelante en medio
de las dificultades de la vida.
Danos fortaleza, paciencia, valentía,
y mucha esperanza para seguir caminando.
Madre de la alegría, derrama tu consuelo
en todos los que están tristes y cansados,
deprimidos y desalentados. Amén.

 


 

Don Bosco, el santo de la alegría
A DON Bosco se le ha llamado con razón «el santo de la alegría». Cuando Pablo VI, el año 1975, regaló a la Iglesia su carta sobre la alegría, «Gaudete in Domino», nombró a San Juan Bosco como uno de los santos que mejor habían aprendido y comunicado el carisma de la alegría.

Ya en sus tiempos de estudiante en Chieri, hacia el 1832, fundó «la Sociedad de la Alegría» entre sus compañeros, mostrando su opción por buscar lo positivo en la vida y evitar toda tristeza («melancolía, fuera de la casa mía»).

Y esa fue una de las claves principales de su pedagogía con los niños y los jóvenes: la vida entendida como fiesta y la fe como felicidad. Por una parte, la música, el teatro, las excursiones, el deporte. Por otra, la alegría sobrenatural de la fe. En todo momento la alegría del existir, del poder trabajar, de la entrega a los demás, la alegría de la vida de cada día.

El optimismo, la confianza en Dios y en las personas, saber ver y gozarse de los valores que hay en este mundo, sin lamentarse continuamente, son los secretos de su pedagogía humana y religiosa. La alegría envuelve la vida de piedad y el estudio, abre a la esperanza y suscita energías para hacer el bien. En la famosa carta de 1884, desde Roma, lo que más echa de menos don Bosco, y recomienda que recuperen, es la alegría que antes reinaba en sus colegios, y que los impregnaba de serenidad y cercanía. Don Bosco, por el camino de la alegría, condujo a muchos jóvenes a cimas importantes de espiritualidad cristiana.

Domingo Savio, su discípulo predilecto, describiéndole a su amigo Gavio el programa de la vida del Oratorio de Valdocco, lo resumió en una frase: «Nosotros hacemos consistir la santidad en estar alegres». No es una frase ocurrente y superficial. La alegría, en la pedagogía de don Bosco, es fruto de la conjunción de valores muy profundos, humanos y cristianos a la vez: la conciencia de ser hijos de Dios, el cumplimiento del deber, la piedad eucarística y la devoción a la Virgen, la visión concreta y sencilla del camino de la santidad, los valores de las personas y de la vida.

Hay frases predilectas de don Bosco que nos revelan el secreto de su serenidad: la del Eclesiastés (3,12), que tenía como señal en su breviario: «No hay más felicidad que alegrarse y buscar el bienestar en la vida»; la de Santa Teresa de Jesús: «Nada te turbe, nada te espante», que fue el primer consejo a sus directores en los «recuerdos» de 1886; y la consigna que da a los suyos: «Haced el bien, estad alegres y dejad que canten los pájaros». Un pensador, F. Orestano, afirmó que «si san Francisco de Asís santificó la naturaleza y la pobreza, san Juan Bosco santificó el trabajo y la alegría».

Por eso, el buen humor, la risa, el rechazo de las actitudes sin naturalidad y de las distancias de respeto hacia el educador, aunque sea sacerdote o religioso, todo ello unido al optimismo de fondo, hace del clima educativo salesiano un clima de distensión donde se vive a gusto, y en el que uno se siente un poco como en su casa, y en el que se percibe que una libertad real es posible. Así se entiende que en la casa de don Bosco el juego, el teatro, la expresión corporal, la gimnasia, el canto, etc., tienen tanta importancia.

Es el cuerpo que expresa la alegría de vivir de la persona; esa alegría que se encuentra viviendo en un clima de confianza y de paz con Dios. Pues, para don Bosco, es en la medida en que uno está en paz como se encuentra en profunda paz consigo mismo y con los demás: todo esto parece muy ordinario hoy. Pero, ¿ha pasado también a los actos? ¿Habría tantos jóvenes buscando el calor artificial de las sectas o de ciertas comunidades informales, si hubieran encontrado en su familia, en su escuela, en la residencia de estudiantes, este clima de paz y de serenidad alegre que creaba don Bosco a su alrededor?

Es verdad que existen paces falsas que pueden desarmar a los jóvenes, pero la verdadera alegría, la que brota del encuentro profundo del otro con Dios, tiene siempre un papel desestabilizador. Hace sentir cuán falsas son las promesas de felicidad hechas por la publicidad de nuestra sociedad, esas promesas que nos hacen creer que la felicidad surgirá de la acumulación de los bienes, del dinero y de los objetos de consumo. La verdadera alegría, por el contrario, transmite deseos de cambiar algo; la verdadera alegría nos enseña que la felicidad brota de la relación y del encuentro con el otro. La verdadera alegría busca con quién comunicarse. Tal vez por eso, a poco más de cien años de la muerte de don Bosco, 16.913 salesianos, 15.308 salesianas, más cientos de miles de cooperadores, antiguos alumnos y simpatizantes de la llamada Familia Salesiana, esparcidos por el mundo, intentan transmitir el mensaje de su fundador.

¡Cómo entendió don Bosco la importancia que tiene, para los grupos juveniles, «la vida del patio». Con la iglesia y con las aulas es uno de los tres principales factores educativos; y es para la psicología del chico, como para las posibilidades formativas, un elemento indispensable. La vida del patio es el lugar clásico donde se revela la índole del jovencito, y donde se le puede estudiar para orientarlo. Saber educar en medio del recreo y con el recreo, es una especialidad de la tradición de don Bosco.

Él siempre quería la alegría, el movimiento, el ruido. «Désele al niño amplia libertad para correr, saltar, alborotar a su gusto», ha dejado escrito en sus páginas de oro. La alegría, el regocijo, es, en la casa de don Bosco, el undécimo mandamiento, y es un factor de primer orden en su pedagogía. No podía ver a los muchachos cabizbajos y enfurruñados: temía el ocio en los recreos; por eso no quería bancos en los patios de sus casas.

Para concluir: una invitación a la alegría cristiana y salesiana. Es una herencia de corazón de la Virgen María en su Magnificat. Preciosa la que recibimos del evangelio de Jesús y del patrimonio de nuestros mayores en la Familia Salesiana. Vivir en alegría, porque nos sentimos amados por Dios, en su presencia, invadidos por la energía vital del Resucitado, llenos de su Buena Noticia, poseídos de su Espíritu, imitando la alegría de corazón de la Virgen María en su Magnificat.

Una alegría que, antes de ser pedagogía, es forma de vida y convicción de fe que brota del Evangelio y que luego, espontáneamente, se transmite a los demás, haciéndoles uno de los mejores regalos que se les puede hacer en este mundo de hoy: la alegría.

Higinio Martínez Crespo (Diario de León)
 

 


 

GAUDETE IN DOMINO
SOBRE "LA ALEGRÍA CRISTIANA"

Exhortación apostólica del Papa Pablo VI
promulgada el 9 de mayo de 1975

De esta manera el hombre experimenta la alegría cuando se halla en armonía con la naturaleza y sobre todo la experimenta en el encuentro, la participación y la comunión con los demás. Con mayor razón conoce la alegría y felicidad espirituales cuando su espíritu entra en posesión de Dios, conocido y amado como bien supremo e inmutable. Poetas, artistas, pensadores, hombres y mujeres simplemente disponibles a una cierta luz interior, pudieron, antes de la venida de Cristo, y pueden en nuestros días, experimentar de alguna manera la alegría de Dios.

Pero ¿cómo no ver a la vez que la alegría es siempre imperfecta, frágil, quebradiza? Por una extraña paradoja, la misma conciencia de lo que constituye, más allá de todos los placeres transitorios, la verdadera felicidad, incluye también la certeza de que no hay dicha perfecta. La
experiencia de la finitud, que cada generación vive por su cuenta, obliga a constatar y a sondear la distancia inmensa que separa la realidad del deseo de infinito.

Esta paradoja y esta dificultad de alcanzar la alegría parecen a nosotros especialmente agudas en nuestros días. Y esta es la razón de nuestro mensaje. La sociedad tecnológica ha logrado multiplicar las ocasiones de placer, pero encuentra muy difícil engendrar la alegría. Porque la alegría tienen otro origen. Es espiritual. El dinero, el confort, la higiene, la seguridad material no faltan con frecuencia; sin embargo, el tedio, la aflicción, la tristeza forman parte, por desgracia, de la vida de muchos.

Esto llega a veces hasta la angustia y la desesperación que ni la aparente despreocupación ni el frenesí del gozo presente o los paraísos artificiales logran evitar. ¿Será que nos sentimos impotentes para dominar el progreso industrial y planificar la sociedad de una manera humana? ¿Será que el porvenir aparece demasiado incierto y la vida humana demasiado amenazada? ¿O no se trata más bien de soledad, de sed de amor y de compañía no satisfecha, de un vacío mal definido?.