Cultivar la familiaridad con Jesús

viernes, 28 de octubre de 2022
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28/10/2022 – Junto al padre Leo Amaro, sacerdote Jesuita con una amplia formación académica en Teología, continuamos desarrollando el ciclo de espiritualidad y Biblia. Durante este ciclo buscamos “descubrir en la persona de Jesús, qué Dios se nos revela en la vida cotidiana”.

En ésta oportunidad, hablamos sobre “Cultivar la familiaridad con Jesús para reconocerlo en nuestra vida cotidiana”. El sacerdote invitó a pensar las siguientes preguntas: ¿De qué manera alimento mi relación personal con Jesús?, ¿Qué tiempos dedico a cultivar nuestra amistad?, ¿Cómo paso de creer o no en la “existencia” de Dios a una relación viva con él?

Y luego leyó una poesía de su autoría que compartimos a continuación:

El pozo y la samaritana (Juan 4, 1-29)

La mujer de Samaría
debía llamarse Esperanza;
en su estridente alegría
había un dejo de añoranza
que ahogaba con picardías,
con descaros y con chanzas
en todas las ocasiones
que el destino le arrimara.
En el fondo, su alegría
lleva clavada una lanza.

Pero tiene la manía,
tal vez por tapar su llaga,
de ser fina en ironía
que ataca –y así resguarda-
como quien, por protegerse,
da la primera estocada.
Así tenía al caminante
forastero en la picana.
Estaba sediento el hombre,
pero no alcanzaba el agua:

El balde lo traía ella
-y así el sartén por el asa-
mientras le seguía un juego
de palabras rebuscadas.
Cual gato frente al ratón
ella afilaba su zarpa:
es que el hombre era judío
y ella era samaritana
y entre los pueblos vecinos
había una vieja distancia

de desprecios y prejuicios,
todavía no sanada.
-“Dame agua, buena mujer”
dijo el hombre con confianza.
-“¿Así que somos amigos
y me brinda su palabra?”
-“Si supieras quién te pide,
quién es el que así te habla,
vos le mostrarías tu sed
y él te colmaría de agua.

-“No tiene balde, mi amigo,
¿de dónde piensa acarrearla?.
El pozo es más bien profundo;
no hay otro a corta distancia…”
-“El que beba de ese pozo
vuelve a tener sed mañana;
el agua que yo le hablo
riega para siempre el alma.”
-“Deme de esa agua, compadre…
si tiene con qué sacarla.

Bajo la última ironía
una lágrima brillaba
como una chispa de anhelo
de ver otra sed calmada
(aquella que duele hondo
en las vidas agrietadas).
-“Andá y traé a tu marido”,
dijo el hombre abriendo llaga,
quizá por seguirle el juego,
ya que mostraba una alianza.

Pero ella se quedó muda
mientras bajó la mirada…
Quien sabe por qué misterio
se sintió como amparada:
-“No tengo esposo” le dijo
y retuvo la palabra
como en un instante eterno,
mientras cedía su guardia.
-“No tengo esposo –le dijo-
“no le haga caso a esta alianza

que luzco como el escudo
de una torre amurallada
para que no me lastimen
con juicios y con miradas
que no conocen la historia
de una mujer humillada.”
-“Tenés razón -dijo el hombre-
“y agradezco tu confianza;
has sido de cinco”esposos”
en circunstancias precarias,

mendigando aquél refugio
que te prometen tus ansias…
Tampoco pinta buen puerto
el que ahora te arrastra el ala.”
El Señor fue desgranando,
con nombres y circunstancias,
la dureza de su historia.
Y acariciaba sus lágrimas
con esas manos callosas
con una ternura rara.

Se derrumbaron barreras,
se acortaban las distancias
y ella se vio comprendida,
sostenida y no juzgada.
Y el aire de lo sagrado,
del que siempre se vio extraña,
la envolvió como el aliento
del hombre que la miraba.
-“Veo que usted es profeta,
un hombre de Dios, sin mancha.

“Siempre he querido encontrarlo
en una o en otra estancia.
Dicen los sabios del pueblo
que Dios está en la montaña,
pero ustedes los judíos,
que en el templo está su casa.
-“Yo te aseguro, mujer
-dijo a la samaritana-
“que está amaneciendo el tiempo
en que al Dios de mi mirada

se lo adora en todas partes,
bajo cualquier circunstancia,
si te abrís sinceramente
al amparo de su gracia.”
-“Eso lo dirá el Mesías,
al que espero con mis ansias;
el que ha de venir un día
a amparar nuestra desgracia.”
-“Soy yo, mujer, ¿crees esto?,
y te he dado mi palabra.

Jesús estaba radiante
viendo a la mujer salvada,
quien, con su fe balbuciente
por ser recién estrenada,
se fue a anunciar a su pueblo
del Salvador la llegada.
Mientras, se olvidó del balde
en el pozo de la estrada;
porque ahora tiene una fuente,
un manantial en el alma.

Leonardo Amaro, SJ

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