Curación de un ciego en Jericó

lunes, 24 de noviembre de 2008
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Cuando se acercaba a Jericó, un ciego estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna.  Al oír que pasaba mucha gente, preguntó qué sucedía.  Le respondieron que pasaba Jesús de Nazaret.  El ciego se puso a gritar:  “¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!”.  Los que iban delante lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte:  “¡Hijo de David, ten compasión de mí!”.  Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran.  Cuando lo tuvo a su lado, le preguntó:  “¿Qué quieres que haga por ti?”.  Señor, que yo vea otra vez.  Y Jesús le dijo:  “Recupera la vista, tu fe te ha salvado”.  En el mismo momento, el ciego recuperó la vista y siguió a Jesús, glorificando a Dios.  Al ver esto, todo el pueblo alababa a Dios”.

Lucas 18, 35

Si la luz que hay en ti se oscurece, ¿cuanta oscuridad habrá?, dice el Señor en el evangelio. Esto es el encuentro de Jesús con un mundo que no ve, con un hombre que está herido en su visión. Ese encuentro que quiere tener Jesús hoy con el tiempo de hoy. Un mundo que cree ver, pero es un mundo que elabora y que imagina. Un mundo que parece que está lleno de certezas, pero es un mundo que vive como viven esos globos que se hacen cuando uno sopla, por ejemplo, un poco de agua con detergente.

A veces el mundo de las seguridades y las certezas, el mundo de la comprensión del sentido de la realidad, el mundo del señorío, el dominio del que nos basamos, simplemente es esto, un globo producto de una espuma de jabón, un poquito de detergente.

A veces creemos que eso es lo definitivo, una espuma de detergente haciendo un globo, y nosotros dentro de ese globo. Qué invitación la del evangelio. Jesús quiere encontrarse con mi mundo. Viene a mi encuentro para darme una nueva visión, para que yo tenga comprensión de las cosas, para que tenga un discernimiento y un descubrimiento, para que pueda ver y hacer mi camino en alabanza, en gratitud, con saltos, dando gloria a Dios. Llegar a esto será una gracia, será un milagro.

El gran milagro que necesita este mundo, no es el gran milagro que la gente se sane del cuerpo, que superen sus problemas, que no la falte nada. Lo que pedimos si está dentro de la voluntad de Dios, las pedimos con cariño y confianza, el Señor nos lo va a conceder en la medida que eso sea conveniente y necesario. Pedir una cosa así, que no puede dejar de ser necesaria y es que tengamos un sentido de la vida.

Este es el gran milagro por el cual debemos orar, para que recuperemos un sentido de la vida, en nuestra militancia, en nuestro servicio, en nuestra inserción comunitaria, en nuestro ámbito laboral, en mi ámbito de familia, en mi ámbito de estudiante, en mi búsqueda de una profesionalidad para ser alguien y sentirme útil, conquistar la vida, prepararme como marcar un riel en mi vida, hacer una vida determinada, me preparo pero con un sentido.

Que tenga un sentido la vida, es el gran milagro para nuestro tiempo, y eso es una cuestión de visión, tener una cosmovisión cristiana, es haber logrado un encuentro con Dios, con el Señor y es que él me va dando en ese encuentro, su mirar. Qué lindo que hoy podamos decir, Señor necesito ver, quizás también quiera decirle, quiero comprender, quiero poder aceptar, quiero poder entender, quiero poder manejar estas cosas. Pero quizás simplemente, lo bueno es <