Curación de una mujer en sábado

viernes, 14 de noviembre de 2008
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Un sábado, Jesús enseñaba en una sinagoga. Había allí una mujer poseída de un espíritu, que la tenía enferma desde hacía dieciocho años. Estaba completamente encorvada y no podía enderezarse de ninguna manera. Jesús, al verla, la llamó y le dijo: “Mujer, estás curada de tu enfermedad”, y le impuso las manos. Ella se enderezó en seguida y glorificaba a Dios. Pero el jefe de la sinagoga, indignado porque Jesús había curado en sábado, dijo a la multitud: “Los días de trabajo son seis; vengan durante esos días para hacerse curar, y no el sábado”. El Señor le respondió: “¡Hipócritas! Cualquiera de ustedes, aunque sea sábado, ¿no desata del pesebre a su buey o a su asno para llevarlo a beber? Y esta hija de Abraham, a la que Satanás tuvo aprisionada durante dieciocho años, ¿no podía ser librada de sus cadenas el día sábado?”. Al oír estas palabras, todos sus adversarios se llenaron de confusión, pero la multitud se alegraba de las maravillas que Él hacía.

Lucas 13, 10-17

El primer punto de nuestro encuentro, lo vamos a titular así: el amor justifica el desorden, el amor trae un nuevo orden.

Este relato que hemos compartido, es propio de Lucas, tiene su correlativo con la curación del hombre hidrópico, ese que vamos a contemplar el día viernes, cuando compartamos la catequesis. En ambos relatos, Jesús realiza curación en sábado. El de hoy en la sinagoga, en el del viernes, el del banquete, en un contexto de fiesta. El texto que acabamos de compartir, resalta el momento exacto en que ocurre la liberación sanante de Jesús.

Es un sábado, dice Lucas, y el Señor no hace esto con motivo de transgredir la ley que invitaba al descanso sabático. Él actúa movido por la necesidad de la persona. Hace dieciocho años que está encorvada, que la vida le pesa terriblemente, que no tiene otra perspectiva delante suyo que el suelo, que no puede levantar la mirada, que todo le resulta sumamente difícil. Jesús, poniéndose en la situación de ella, se impone a lo pautado en el mandato legal por la lógica del mandamiento del amor misericordioso.

Jesús se impone a todo lo pautado en el mandato legal de que el sábado, no se puede hacer trabajo; y lo hace movido por la lógica del mandamiento del amor misericordioso. Esto es lo que desordena la situación en la sinagoga. Por eso decimos el amor justifica el desorden.

Si es un orden establecido lejos del amor, bendito sea el desorden que se establece delante de nosotros para empezar a construir un nuevo orden. Había un orden establecido, en el que en el sábado no se trabajaba por memoria del día del descanso del acto creador de Dios. Dios trabajó seis días, dice la palabra y el séptimo descansó. No se debía trabajar y así, en el no trabajo, se expresaba, no solamente la necesidad del descanso sino también el vivir adecuadamente al ritmo de Dios.

Si el motivo de fondo de la ley, es seguir el ritmo de Dios, es evidente que el actuar del Señor, de Jesús está guiado por el amor. Éste es el ritmo de Dios. El amor marca el ritmo de Dios, por lo tanto, lejos de transgredir el sábado, Jesús se está ubicando en el corazón mismo del sentido del sábado. El orden que Dios viene a establecer desde lo creado, está dado por este mandato, el del amor. Siguiendo las pautas del amor, Jesús indica un nuevo or