Curación del endemoniado de Gerasa

miércoles, 10 de febrero de 2010
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“Llegaron a la otra orilla del mar, a la región de los gírasenos. Apenas Jesús desembarcó, le salió al encuentro desde el cementerio un hombre poseído por un espíritu impuro. Él habitaba en los sepulcros, y nadie podía sujetarlo, ni siquiera con cadenas. Muchas veces lo habían atado con grillos y cadenas, pero él había roto las cadenas y destrozados los grillos, y nadie podía dominarlo. Día y noche, vagaba entre los sepulcros y por la montaña, dando alaridos e hiriéndose con piedras.
Al ver de lejos a Jesús, vino corriendo hasta postrarse ante él, y gritando con fuerza: “¿Qué quieres de mí, Jesús, hijo de Dios, el altísimo? ¡Te conjuro por Dios, no me atormentes!”. Porque Jesús le había dicho: “¡Sal de este hombre espíritu impuro!”. Después le preguntó: “¡Cuál es tu nombre!”. El respondió: “¡Mi nombre es Legión, porque somos muchos!”. Y le rogaba con insistencia que no lo expulsara de aquella región.
Había allí una gran piara de cerdos que estaba paciendo en la montaña.
Los espíritus impuros suplicaron a Jesús: “Envíanos a los cerdos, para que entremos en ellos”. Él se lo permitió. Entonces los espíritus impuros salieron de aquel hombre, entraron en los cerdos, y desde lo alto del acantilado, toda la piara (unos 2000 animales) se precipitó al mar y se ahogó.
Los cuidadores huyeron y difundieron la noticia en la ciudad y en los poblados. La gente fue a ver qué había sucedido. Cuando llegaron a donde estaba Jesús, vieron sentado, vestido y en su sano juicio al que había estado poseído por aquella legión, y se llenaron de temor. Los testigos del hecho les contaron lo que había sucedido con el endemoniado y con los cerdos. Entonces empezaron a pedir a Jesús que se alejara de su territorio.
En el momento de embarcarse, el hombre que había estado endemoniado le pidió que lo dejara quedarse con él.
Jesús no se lo permitió, sino que le dijo. “Vete a tu casa con tu familia y anúnciales todo lo que el Señor hizo contigo al compadecerse de ti”. El hombre se fue y comenzó a proclamar por la región de la Decápolis lo que Jesús había hecho por él, y todos quedaban admirados.

                                                                     Marcos 5, 1-20

Lo primero que quiero compartir es algo que muchas veces me ha llamado la atención, verlo al Señor en todos los caminos, ver esa virtud, esa forma que tiene el Señor, esa capacidad que me despierta admiración y agradecimiento. Realmente quiero invitarte a que despiertes admiración y agradecimiento, mirar al Señor, ese ser tan firme y tan humano, tan posible, andando por los caminos a donde está el hombre, al hombre necesitado. “He venido a los pecadores, no a los justos”, no son los sanos los que tienen necesidad del médico, son los enfermos. El señor nos enseña la principal actitud que tiene que tener un discípulo y cómo debemos trabajarnos nosotros y qué lindo es el camino de la fe, qué hermoso es ser cristiano. Ser como Jesús, contando con la fuerza de Dios, ser fiel a esa gracia que hemos recibido en el bautismo y que alimentamos permanentemente y llevar esa presencia de Jesús donde está la persona con necesidad. El que no conoce la verdad, donde está la persona herida, la maltrecha, confundida, extraviada, a veces con la cabeza llena de ideas extrañas, el hombre que sufrió la experiencia de la infidelidad, de la doblez en su corazón. Puede ser  un hombre que este bien materialmente, hasta se sienta bien en lo que vive y hasta como tiene certeza de lo que vive, sin embargo la mirada de la fe nos descubre que esa persona está necesitando. La capacidad de ser cercano, esto es lo que quiero compartir. Porque si hay que mirar algo en el comienzo de la vida pública de Jesús, es esto, que el Señor esta para todos. Lo que mas me despierta admiración es cuanto amor tiene Jesús, esta es la sabiduría del Señor, el ser entrañablemente amado, amable y amante, un ser que tiene una onda comunión con su Padre, y tiene también una profunda necesidad desde esa comunión, experimenta el deseo del Padre, Jesús. Y ese deseo se manifiesta en estos gestos, sólo el que tiene un amor muy profundo, el que tiene una experiencia grande de paz en su interior empieza a experimentar sed, necesidad. Y cuando Jesús amó hasta el fondo, cuando estaba clavado en la cruz, aquellas palabras que son tan significativas para la historia y para el hombre, tan provocativas y que pueden indicarnos el camino en algún momento, tengo sed, verlo al Señor muerto de sed del corazón humano, la sed del hombre. Aquellas otras expresiones cuando Jesús mirando Jerusalén desde la altura del cerro, sentado y dolido en lo más profundo, no amargado, ni desanimado, pero dolido hasta las lágrimas, impetrando al Padre la gracia para el pueblo. Jerusalén, cuantas veces quise cobijarte, dice el Señor, y tú no quisiste, esto le duele al Señor y muestra la misión de Jesús, la capacidad que tiene el Señor y cómo Él ha venido a la verdadera necesidad del hombre. Creo que toda persona está necesitada, herida, golpeada. Verlo a Jesús yendo por los caminos de los paganos, de los que no son del pueblo de Israel, de los que no son de los míos. Hay otras ovejas que no son de este corral, dice el Señor en aquella hermosa parábola del Buen Pastor. Verlo al Señor con ese corazón grandote, dilatado, me llena de provocación y hasta capaz de una sensación de culpa, porque no estoy amando a todos, dándome del mejor modo. Quizás debo cambiar la culpa por una escucha profunda, al ver al Señor caminar entre los endemoniados, entre los paganos, entre los que no conoce, entre los que están poseídos por el poder del mal. Verlo al Señor así presentándose en el mundo  me debe despertar a una conciencia de mi identidad. Soy cristiano, soy discípulo de Jesús, alguien que tiene el mismo espíritu del hijo natural del Padre. Por adopción soy hijo y por soplo generoso de Jesús soy poseedor del espíritu, por él puedo vivir la experiencia de Jesús.
La presencia del Señor, donde el mundo se presenta para el cristiano es un mundo también en el que hay una presencia del espíritu del mal, el espíritu que además quiere apoderarse definitivamente del hombre concretamente. El demonio que existe, trabaja, al que también Dios en su providencia, en su manera de hacer las cosas, en este misterio que tiene de hacer las cosas, Dios le permite obrar al demonio en el mundo, por eso Jesús le va a decir al hombre, hay una fuerza que es superior a la tuya, a tu razón, a tu fuerza humana, a tu afecto, a tu convicción, es la fuerza del demonio, de los malos espíritus.
Ustedes saben que existe el mal espíritu, hay mucha gente que no cree en esto, yo quiero decirles que si existe, no sola por la propia experiencia en mi vida, sino por la enseñanza de la palabra de Dios que revelando no puede sino enseñarnos la verdad.
Para que estemos atentos en estas manifestaciones que Dios nos ama y nos advierte, el demonio actúa en nuestra vida y de un modo muy decidido.
Jesús vino a recuperar al hombre, al demonio no le interesan las cosas, le interesa el hombre, la persona humana y sobre todo le interesa trabajar, donde trabaja el espíritu de Dios.
En el caso que vemos hoy, Jesús va caminando y se encuentra con un hombre poseído por el espíritu del mal, pobrecito, dice la palabra que rompía las cadenas, tenía una fuerza descomunal, fuera de la lógica humana, de las condiciones normales, realmente era un signo del poder del mal en el mundo, si abrá signos del mal en el mundo que son signos de que Dios necesita estar allí, que son signos de que yo discípulo del Señor tengo que estar allí, tengo que hacerme presente con la fuerza del espíritu del Señor.
Al contemplar este evangelio, me toco profundamente en mi corazón la expresión: “sin mi ustedes no pueden hacer nada” que cita las palabras de Jesús en el evangelio de San Juan y en el canto aquel de dame tu gracia de jóvenes de valor que decía: sin tu gracia no puedo seguir, dame tu gracia para poder seguir, dame tu gracia para poder vivir, quiero seguir, quiero vivir.
Creo que también en esta letra podemos acompañar nuestra experiencia de animarnos de no tener miedo del mal y saber que el cristiano tiene la gracia del Señor, que es mas fuerte que el mal y que Jesús a vencido al mal, es la gran proclamación de hoy, que la vida es posible porque Jesús ha vencido al mal y ha vencido al espíritu del mal, lo ha doblegado.
Ahora yo también debo vencer los demonios que quieren poseer mi voluntad, mis pensamientos, mis afectos, mi orden de vida, mi manera de relacionarme, de estar y de caminar.
El demonio se quiere adueñar e mi persona, no lo olvides, no puede solo, es te es el vértigo que produce la experiencia de la fe, la fe nos es para caminar solo, es para caminar en comunión.
La fe es para ser dependiente y de esta manera adquirir una nueva libertad.
Es un misterio, no es para explicarlo, es para escuchar un llamado y abrir el corazón nada mas y para confiar, mira este evangelio, este hombre no podía y no era un demonio, eran legiones de demonios, imagínate que había 2000 cerdos, una piara de cerdos y todos esos cerdos fueron necesarios para que los demonios fueran expulsados de ese hombre.

Padre Mario José Taborda