Danos siempre de este pan

martes, 12 de abril de 2016

12/04/2016 – La gente dijo a Jesús: “¿Qué signos haces para que veamos y creamos en ti? ¿Qué obra realizas? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como dice la Escritura: Les dio de comer el pan bajado del cielo”.

Jesús respondió: “Les aseguro que no es Moisés el que les dio el pan del cielo; mi Padre les da el verdadero pan del cielo;porque el pan de Dios es el que desciende del cielo y da Vida al mundo”. Ellos le dijeron: “Señor, danos siempre de ese pan”. Jesús les respondió: “Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed”.

Jn 6, 30 – 35

¡Bienvenidos al “Hoy puede ser”! La gran obra de Dios es darse, entregarse, partirse y repartirse. A vos que sos discípulo y que querés seguir más de cerca a Jesús, ¿qué significa para tu vida la Eucaristía?

Posted by Radio María Argentina on martes, 12 de abril de 2016

 

Propongo que leamos la Palabra de Dios en clave de discipulado. Los cristianos intentamos vivir el evangelio siendo discípulos, y eso nos encuentra a todos: sanos y enfermos, grandes y jóvenes. Todos somos discípulos de Jesús y por eso la invitación para hoy es preguntarnos qué significa la eucaristía en nuestra vida de discípulos. Yo que quiero seguir al Señor, ¿qué es la eucaristía para mí?

En el evangelio se nos dan 3 pistas. Por un lado, que el discípulo encuentra en ese pan de Vida el gran signo del amor de Dios. El Señor les hace ver que hay un nuevo maná, el pan que da el Padre que desciende del cielo y da vida. Es un pan no hecho con harina, sino que es el pan vivo, porque es el mismo Dios que se hace alimento. La gran obra de Dios es darse, entregarse, partirse y repartirse. Desde el cielo desciende y se hace ofrenda para que los discípulos de Jesús sepamos entregar la vida.

Nos alimentamos de un Dios que se nos da, de un Dios que desciende, y al mismo tiempo entramos en el dinamismo de la pedagogía de Jesús: a un Dios que se nos da, deriva en un cristiano que entrega su vida. La eucaristía nos transforma y nos hace ser eucaristía para los demás.

“Señor, danos siempre de este pan” le dicen hoy a Jesús. A lo largo de la historia, la eucaristía ha estado en el centro de la vida de los cristianos. Nosotros también le queremos pedir a Jesús que nos de siempre ese pan.

El P. Ángel Rossi cuenta que:

“Esta presencia del Señor en la eucaristía que es un misterio grande, inmenso, en términos de San Ignacio “un misterio de profundo y total abajamiento”. El inmenso y bellísimo misterio de un Dios que ha querido encarnarse, que como decía Martín Descalzo “se dio cuenta de que sólo se ama aquello que se puede abrazar”. Y un Dios que hasta tal punto se hace a nosotros que asume nuestra carne y nuestra fragilidad, que llega a esta locura de la eucaristía, el omnipotente, el innombrable, el infinito, el inalcanzable, el que era motivo de temor para el antiguo testamento ante el cuál había que taparse el rostro para no caer muerto al verlo cara a cara, el admirable para los filósofos, este Dios inmenso, comete “la amorosa imprudencia” de quedarse entre nosotros y para nosotros bajo la forma de pan y de vino.

Algo tan sencillo, tan a la mano, tan cotidiano, tan vulgar… ¿No habría sido mejor que lo haga bajo la forma de algún alimento más difícil de conseguir, o más caro, o más escondido, para que sólo accedan a Él quienes lo busquen arduamente y no tengamos que vivir dudando de los méritos de muchos que llegan a Él con la misma facilidad que nosotros? Haciéndose tan a la mano ¿no se auto desvaloriza? Así pensamos nosotros, pero Dios no piensa así”.

Si entendemos la eucaristía entonces nuestra celebración eucarística debiera ser profundamente sencilla y sagrada, con ambiente de familia. Muchas veces nuestras celebraciones son gozosas para los pequeños y de escándalo para los fariseos que buscan certificados de pureza. No tengamos miedo. La gran tentación que tenemos los discípulos es dejar encerrado a Dios en un cielo cerrado con candado por nosotros mismos. Necesitamos dejar que nos enseña la eucaristía, que nos cambie el corazón y la mentalidad, dejar que la eucaristía transforme. 

“Danos siempre de este pan”

Que nosotros, discípulos de Jesús, que vivimos de la eucaristía le pidamos hoy con insistencia “Señor danos siempre de este pan”. Que nos de ese pan que nos hace ponernos en movimiento, como discípulos y misioneros, dispuestos a acercarnos a los demás con misericordia y ternura.

La eucaristía es el signo de la locura de Dios, una locura que nos transforma el corazón. Creo que el Papa Francisco nos invita a ver la eucaristía desde un lugar más hondo. Por éstos días, a raíz del Sínodo de la familia, se habla mucho de la eucaristía y si es posible que los divorciados vueltos a casar puedan alimentarse de ella.

El discípulo es quien lee el corazón de Dios desde el evangelio. Jesús le respondió “Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed”.

En la eucaristía hay una comunión porque recibimos al Señor, pero es ante todo una comunión en el creer en Jesús. El primer modo de comulgar es buscar a Jesús y ese encuentro. “El que viene a mí jamás tendrá hambre, el que cree en mí jamás tendrá sed”. La comunión no es un acto de hacer una procesión en la misa para comer la hostia. Muchas veces comulgamos sacramentalmente pero de hecho no lo hacemos aún comiendo, porque ya estamos satisfechos. La comunión tiene más que ver con el buscar, el querer, el creer que nos permite comer su cuerpo. Entonces nos damos cuenta de que tenemos que ser cuidadosos, que no nos endurezcamos el corazón.

“Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el que cree en mí jamás tendrá sed”. Las condiciones que pone el Señor es “el que viene”, “el que cree”.

P. Alejandro Puiggari