De la hostilidad a la hospitalidad

martes, 24 de agosto de 2010
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De la hostilidad a la hospitalidad


En la selva profunda, en un claro aislado donde el zorro y la liebre se encontraban en el claro de luna, está una vieja encina adornada con follaje otoñal de color dorado que ha sacudido más de una tempestad. Su corteza se ha resquebrajado en muchos inviernos fríos y sus raíces vigorosas se sostienen firme en el suelo tanto que la tempestad más fuerte no puede tumbarla. El tronco es tan vigoroso que el animal más grande puede esconderse detrás. Ninguno en la selva sabe la edad real del árbol, y aunque ya no vive ninguno que había compartido la infancia y la juventud con la encina, ésta no se siente sola porque muchos animales se refugian en su sombra. Debajo de sus raíces una familia de ratones ha hecho su casa y al pie del tronco un pueblo de hormigas incansables arrastra pinochas y cañas para coronar su hormiguero con una torre. El pájaro carpintero descubre muchos manjares debajo de la corteza estriada, y una rama árida le da la ocasión de mostrar su habilidad como carpintero. Dos ardillas, locas de alegría, se persiguen mutuamente en el follaje y de una cueva del tronco una lechuza medio durmiendo parpadea con los ojos. Pero en lo alto, donde los ramos los más finos se estiran al sol, una bandada de aves migratorias prepara gorjeando su viaje al sur. Así se debe imaginarse el lugar, donde ocurrió el siguiente suceso.

Alejado al norte el invierno se había hecho de repente su entrada con granizo y nieve. Los animales viviendo en aquella región no habían podido prepararse para la estación del frío. Tenían que ponerse en camino hacia regiones más calidas para sobrevivir el invierno. Fue ahí cuando un pequeño grupo de fugitivos llegó también en el claro, donde estaba la vieja encina. Un topo, una familia de erizos con sus niños y dos conejos, extenuados de la marcha larga, pedieron techo y alimento. Los animales nativos consideraban el claro como propiedad particular. No se alegraron por los forasteros. Temían el tener que repartir sus provisiones, pero no querían tener fama de ser duro de corazón. Por eso se lamentaron y simularon que ellos mismos no tenían alimentos suficientes y sus casas eran demasiadas estrechas para alojar huéspedes.

La encina sacudió enfadadamente sus hojas cuando oyó de las tonterías. Las plumas de la lechuza se erizaron. El pájaro sabio llamó de arriba : « No pensáis que duermo. Cierro los ojos durante el día por que la luz del sol me deslumbra, pero oigo todas las tonterías. Les agarrará una indigestión si comen todas vuestras provisiones ustedes solos». Entonces la controversia hizo callar a los pájaros. Se acordaron de la hospitalidad de la cual habían gozado durante sus viajes. Habían visto mucho del mundo y sabían que especialmente los desvalidos reparten la última pieza de pan con los hambrientos. Primeramente tenían que calmarse de la indignación por la arrogancia de los vecinos, pero después contaron de los esfuerzos grandes, de esos esfuerzos que habían tenido que superar en sus viajes hacia el sur, y la sed, que habían sufrido atravesando el desierto. Los animales originarios no los habían rechazado jamás de su abrevadero. Los pájaros describieron con todo lujo de detalles también otros encuentros y experiencias interesantes en los territorios extraños. Así los otros animales si veía a las claras que no habían reflexionado jamás, que cosa habría sucedido a ellos mismos, si tuvieran que irse al extranjero y escuchaban atentamente el informe de los pájaros. Al fin y al cabo, terminaron avergonzándose por su egoísmo y dieron la bienvenida a los nuevos vecinos.


La hostilidad hacia lo extraño y hospitalidad como camino de sanar y sanear esa actitud son los protagonistas de este cuento.

La consigna : Hoy en mi vida ¿qué pasos siento o creo que debo dar para ser más hospitalario? Es decir para lograr la transformación del extraño o enemigo para que pase a ser huésped y recibirlo en mi casa

Los extraños, aquellos ajenos a nuestro modo de ser y actuar, de pensar o ver la vida, son objeto de hostilidad más que de hospitalidad. Pareciera que frecuentemente vivimos en un mundo poblado de extraños. Asistimos a la búsqueda incesante y cuando no desesperada de un lugar que sea hospitalario donde la vida pueda ser vivida sin temor y donde se pueda encontrar una comunidad que pueda contenernos. Un lugar hospitalario no se refiere sólo a un lugar físico, una casa o un refugio, sino al espacio que cada uno de nosotros puede hacerle a aquel ajeno a mi vida, al que está diametralmente opuesto o con aquel a quien no quiero hacer un espacio, al contrario quiero cerrarme. El desafío en nosotros es hacerle un espacio abierto donde ellos puedan despojarse de su extrañeza y llegar a ser y sentirlos verdaderamente hermanos

Nuestro llamado más profundo, nuestra vocación, es convertir el enemigo hostis ( de hostil) en huésped ,hospes, en invitado, creando el espacio libre y sin miedos, donde el invitado pueda nacer y experimentar la fraternidad derribando los obstáculos que nos impiden encontrarnos con los demás. No aquellos que yo elijo sino con los demás que de alguna manera el Señor me pone alrededor mío en la vida.

Esta persona puede ser alguien con quien yo no puedo hablar, por ejemplo el político a quien conozco por medio de la televisión. Puede ser una persona de la que me han contado que le hace mal a un amigo y yo lo he puesto en el lugar de enemigo.

Estamos llamados a que aquel que está extrañado de sus propias actitudes pueda encontrar aunque el no lo sepa, un lugar de fraternidad donde el pueda sentirse renovado. Es un gran desafío y un gran paso, un paso de Pascua, de morir a la hostilidad para reencontrarnos de una manera nueva en una resurrección con aquellos a los cuales muchas veces queremos tener muy lejos.

Como en el cuento, los animales pudieron descubrir como se puede hacer este paso, cuando ellos reconocieron la hospitalidad con la que habían sido tratados.

Es hermoso poder descubrir ¿cómo hemos sido tratados como huéspedes?


Estamos tomando material del libro Abriéndonos, los tres movimientos de la vida espiritual de Henry Nouwen de Editorial Guadalupe.


El destino de este viaje es la hospitalidad. El diccionario dice que es la virtud que se ejercita con peregrinos necesitados, desvalidos, recogiéndolos y brindándole la debida asistencia en sus necesidades. Es la cualidad de acoger y agasajar con amabilidad y generosidad a los invitados o a los extraños. Se traduce del griego filoxinia que significa literalmente amor, afecto o bondad a los extraños, en latín hospitare significa recibir como invitado. El significado central de estas palabras se va centrando en que hay un anfitrión que da la bienvenida y que responde a las necesidades de las personas que se encuentran temporalmente ausentes de sus hogares.

La frase recibir como invitados implica al anfitrión, prepararse para cumplir con los requerimientos básicos de un invitado. Para muchos de nosotros la palabra hospitalidad está asociada con cierta cortesía de convivencia, con una conversación muy amable.


Los conceptos bíblicos sobre la hospitalidad son muy ricos. Las anécdotas del antiguo y el nuevo testamento no sólo nos van diciendo lo grave que es la obligación de acoger muy bien al extraño sino también que los invitados traen consigo dones preciosos que están ansiosos de mostrar a quien los acoge . Por ejemplo los tres forasteros que Abrahán recibió en Mamré a los que ofreció agua, pan y un ternero gordo, ellos se revelaron como el Señor y le anunciaron que Sara su mujer le iba a dar un hijo (Génesis 18 1-5). También cuando la viuda de Sarepta ofreció alimento y descanso a Elías que en nombre del Señor le decía que buscara lo que tuviera para poder hacer pan, Elías se revela como hombre de Dios y le ofrece en abundancia harina y aceite y le resucita también al hijo

(1 Reyes 17 9- 24)


También en el nuevo testamento cuando los dos caminantes de Emaus que venían cabizbajos, desesperanzados, casi sin nada que poder entregar, ellos invitan al extraño que se les había sumado a su caminata a pasar la noche y a cenar con ellos. Este extraño partiendo el pan se hizo reconocer como Señor y Salvador. Que regalo les entregó! (Lucas 24 13 – 35)

Que bueno es descubrir en el momento en que la hostilidad se convierte en hospitalidad, estos extranjeros que dan miedo se vuelven invitados y revelan al que hospeda, las promesas que ellos llevan consigo, les entregan un gran don. Cuando cae el obstáculo de la hostilidad se recibe con la hospitalidad grandes dones y promesas cumplidas.

Estas historias bíblicas nos ayudan a caer en la cuenta que la hospitalidad es una virtud importante. El que hospeda y el invitado pueden revelarse mutuamente regalos preciosos, dándose una vida verdaderamente nueva.


Lo dice Juan Pablo II en la Carta Apostólica Nuevo Mileniun, allí nos remarca al hablar de espiritualidad de comunión cuando no dice en el punto número 43 ‘es también capacidad de ver ante todo lo que hay de positivo en el otro para acogerlo y valorarlo como regalo de Dios como un don para mi, además de ser un don para el hermano que lo ha recibido directamente, en fin es saber dar espacio al hermano llevando mutuamente la carga de otros’. Este es el regalo y la consecuencia de la hospitalidad. Aquel que es anfitrión que abre su corazón que abre su hogar para recibir al extraño, al ajeno, recibe mucho más de lo que el puede entregar.

El término hospitalidad no lo deberíamos limitar al sentido literal de recibir en casa a un extraño, sino que hospitalidad podríamos hacer referencia a la actitud fundamental hacia nuestros hermanos susceptible de expresarse de diferentes modos.


La ambivalencia que tenemos hacia lo extraño


Aunque sabemos que es propio por vocación de nosotros los cristianos que decimos seguir a Jesús, es propio vivir esta espiritualidad de abrirnos a los extraños e invitarlos a compartir nuestras vidas, es importante que nos percatemos de que nuestros sentimientos espontáneos hacia ellos son bastante ambivalentes.

Por un lado sabemos que Jesús para con los pobres era incondicional, para Él eran su prioridad y por otro cuando estas realidades de aquellos que son necesitados en los distintos aspectos tocan nuestra puerta, nosotros le ponemos la clasificación de que al ser extraños hay una cierta situación de inseguridad. Cerramos todo y no esperamos nada bueno de aquel extraño.


Así las personas que no conocemos, que hablan otra lengua, que son de otro color, de otra clase social, que visten de otra manera, nos infunden temor y hostilidad. Ya nos preparamos por las dudas, está de moda que estos extraños sean un peligro potencial y correrá por su cuenta que ellos demuestren lo contrario.

Por eso la ambivalencia, por lado deseamos de corazón ayudar, alimentar a los hambrientos, visitar a los presos, dar cobijo al que va caminando, pero al mismo tiempo estamos rodeados por una muralla de miedos de un sentimiento hostil que me hace evitar esas personas a la que deseamos ayudar. A su vez este temor y hostilidad también se asocia al mundo invadido por la competitividad, allí donde me muevo, en el ámbito familiar, con los compañeros de trabajo, los compañeros de la tarea pastoral.


Vemos y sentimos frecuentemente al otro como una amenaza a la seguridad intelectual, profesional.

No vaya a ser que este compañero de trabajo se lleve los aplausos, con todo lo que a mi me ha costado.

También en el ámbito afectivo, con esto ella queda como la mamá buena y yo como el ogro que reta entonces voy perdiendo el amor de mis hijos.

Vemos que la hostilidad y el temor no sólo se da con el pobre que está en la calle sino también en los ámbitos más cercanos a nosotros y por ser tan obvios a veces no los podemos descubrir.

La hostilidad que se crea fruto de la inmadurez, el miedo, los celos, los resentimientos, los deseos de venganza, las luchas de poder, el ocultamiento de una baja autoestima, aparece como disfrazado en todo esto. Nos deja paralizados e incapaces de llevar adelante los proyectos en común con los demás y los objetivos personales que tenemos. Quedamos bloqueados en un estado de aislamiento.


Hay obstáculos claves en mí camino de comunicación y acceso a la riqueza de los demás.

Hospitalidad significa también, creación de un espacio libre donde el extranjero pueda entrar y convertirse en amigo. No es cambiar a la gente como son, sino permitirles que en el encuentro y en la apertura, en el espacio que yo le brindo, él pueda realizar el cambio de ser necesario,, Que podamos ser nosotros instrumentos de cambio para el extraño.

Ser hospitalario no significa que estemos acorralando el prójimo en un rincón, sino descubrir que hay una amplia gama de opciones para una elección y un compromiso que ellos puedan tener. La hospitalidad es la ocasión para que los otros puedan encontrar a Dios y encontrar su camino.

La paradoja de la hospitalidad consiste en el hecho de que podamos crear un vacío en que los extranjeros entren y se descubran a sí mismos como criaturas libres, todo facilitado en el encuentro.

El vacío no va estar ocupado por mi sino que voy a posibilitar que el otro pueda sentirse también libre. La hospitalidad no es una invitación engañosa a que el otro adopte el modo de vivir que yo tenga, sino que es una oportunidad que el invitado pueda descubrir el modo suyo de ser y sentirse en casa, él mismo.

Quien hospeda se siente en la obligación de hablar continuamente con los invitados, hay que sacar un tema, pero lo importante quizás sea simplemente estar con el otro y en la búsqueda de ocupar los espacios la hospitalidad se vuelve oprimente en vez de ser liberadora. La hospitalidad nos debe permitir crear un espacio libre, amistoso, donde el otro se sienta el mismo


Cuando nos encontramos con Jesús, ¿nos sentimos libres frente a Él? ¿Sentimos que Él nos da el espacio?. Nos da el espacio ya que terminamos haciendo un monologo porque tememos recibir a este huésped en casa, en nuestro corazón.

En la conversación con el esposo, la esposa, el amigo ¿Cómo somos como anfitriones del espacio de intimidad, del encuentro, de diálogo? ¿Está muy lleno de mí o verdaderamente soy capaz de abrir el juego, de hacer este vacío para que mi interlocutor pueda expresarse y sentirse él mismo en casa?


Muchos de nosotros buscamos la ocupación en lugar del espacio libre, no podemos estar sin hacer algo. Que difícil es la tarea del silencio. Muchos ante la quietud interior vuelven a las ocupaciones nuevamente. Esto nos demuestra que la preocupación es un obstáculo más temible aún que la ocupación. Nos hemos vuelto personas muy preocupadas, temerosas del vacío. Las preocupaciones están obstaculizando las nuevas experiencias que están por venir y nos atan a las rutas que ya conocemos, es que preferimos una mala certeza a una buena incerteza.

No nos animamos a hacer cambios, nos terminamos quedando con nosotros mismos, los temores y las incertidumbres nos hacen llenar el vacío interior con ideas, opiniones, juicios, valores a los que vamos adherir, en vez afrontar los desafíos de nuevos mundos que se nos abren.


Nos escondemos detrás de los muros de nuestros intereses aferrándonos a los objetos que ya conocemos en vez de abrirnos al regalo que traen los posibles huéspedes a nuestra vida.

Jesús con su palabra quiere hospedarse en vos, Él nos dice ‘mira que estoy a la puerta y llamo, si alguno me abre yo tu Dios entraré a tu casa y cenaré contigo y tu conmigo’ (Apocalipsis)

Cenar, la experiencia de la intimidad del encuentro en una comida, del compartir. Si yo bajo mis hostilidades voy a dejar que la paz, aquella que anhelo, pueda tomarme profundamente.

La hospitalidad es más que una expresión de amor hacia el huésped, es una expresión de amor entre los que lo reciben., para esto debe haber buen clima en mi hogar. ¿Cómo está el clima en tu corazón para recibir a Jesús, para recibir a tu hermano?


Debemos ser capaces de ofrecer un espacio en el que los otros se sientan invitados y allí oigan las voces que hablan de paz, de esperanza, de fe, para así dar un paso más en su vida.

Los evangelios nos muestran que la hospitalidad dada y recibida es un aspecto esencial del ministerio de Jesús. No puede dejar de ser un aspecto esencial en nuestra vida si realmente queremos seguir a Jesús.

En el evangelio de Lucas es especialmente sensible a esta apertura a los demás en el contexto por ejemplo de una comida. En por lo menos nueve ocasiones encontramos a Jesús con los comensales o comentando sobre la hermandad entorno a la mesa, de tal modo que el significado de esta hermandad llega a ser el sello del carácter del reino. Por ejemplo la suegra de Pedro, con Saqueo, con Marta y María , con los fariseos

La hospitalidad como concepto teológico no podemos limitarla a la hermandad en torno a la mesa, la hospitalidad es también el calor con que damos la bienvenida al extranjero entre nosotros.


No dejen de practicar la hospitalidad porque ustedes saben que al hacerlo algunos sin saberlo dieron alojamiento a ángeles , no relata la carta a los Hebreos 13 versículo 2.


La conversión de la hostilidad a la hospitalidad exige la creación de un espacio vacío y amigable donde nos podamos encontrar mutuamente invitándonos a una relación nueva, esta conversión es un acontecimiento interior que no podemos manipular sino que lo debemos desarrollar desde adentro.

Un espacio en la que Jesús pueda concretar con tu ayuda el milagro de la salvación, de la sanación de la conversión no sólo del huésped sino también del anfitrión porque en definitiva todos nosotros somos invitados y tratados como huéspedes de la vida Divina de Dios.