04/02/2020 – “Jesús, entonces, atravesó el lago, y al volver a la otra orilla, una gran muchedumbre se juntó en la playa en torno a él. En eso llegó un oficial de la sinagoga, llamado Jairo, y al ver a Jesús, se postró a sus pies suplicándole: «Mi hija está agonizando; ven e impón tus manos sobre ella para que se mejore y siga viviendo.» Jesús se fue con Jairo; estaban en medio de un gran gentío, que lo oprimía. Se encontraba allí una mujer que padecía un derrame de sangre desde hacía doce años. Había sufrido mucho en manos de muchos médicos y se había gastado todo lo que tenía, pero en lugar de mejorar, estaba cada vez peor. Como había oído lo que se decía de Jesús, se acercó por detrás entre la gente y le tocó el manto. La mujer pensaba: «Si logro tocar, aunque sólo sea su ropa, sanaré.» Al momento cesó su hemorragia y sintió en su cuerpo que estaba sana. Pero Jesús se dio cuenta de que un poder había salido de él, y dándose vuelta en medio del gentío, preguntó: «¿Quién me ha tocado la ropa?» Sus discípulos le contestaron: «Ya ves cómo te oprime toda esta gente: ¿y preguntas quién te tocó?» Pero él seguía mirando a su alrededor para ver quién le había tocado. Entonces la mujer, que sabía muy bien lo que le había pasado, asustada y temblando, se postró ante él y le contó toda la verdad. Jesús le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda sana de tu enfermedad.» Jesús estaba todavía hablando cuando llegaron algunos de la casa del oficial de la sinagoga para informarle: «Tu hija ha muerto. ¿Para qué molestar ya al Maestro?» Jesús se hizo el desentendido y dijo al oficial: «No tengas miedo, solamente ten fe.» Pero no dejó que lo acompañaran más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Cuando llegaron a la casa del oficial, Jesús vio un gran alboroto: unos lloraban y otros gritaban. Jesús entró y les dijo: «¿Por qué este alboroto y tanto llanto? La niña no está muerta, sino dormida.» Y se burlaban de él. Pero Jesús los hizo salir a todos, tomó consigo al padre, a la madre y a los que venían con él, y entró donde estaba la niña. Tomándola de la mano, dijo a la niña: «Talitá kumi», que quiere decir: «Niña, te lo digo, ¡levántate!» La jovencita se levantó al instante y empezó a caminar (tenía doce años). ¡Qué estupor más grande! Quedaron fuera de sí. Pero Jesús les pidió insistentemente que no lo contaran a nadie, y les dijo que dieran algo de comer a la niña. “
Marcos 5, 21-43
Jesús vuelve a atravesar el mar, que representan bíblicamente las fuerzas del mal, podríamos decir que Jesús atraviesa las fuerzas que resisten a su tarea apostólica. Posiblemente vaya en la barca de Pedro, que representa a la Iglesia. Inmediatamente al momento de desembarca a Jesús se le suma una multitud que lo sigue, atraídos por la fama de liberar y sanar que hay en Él.
En ese contexto aparece Jairo, uno de los jefes de la sinagoga, se pone de rodilla, al igual que el endemoniado de Garasa, reconociendo en la carne de Jesús la “Gloria de Dios”.
El pedido es por su hija que está gravemente enferma: “ ve a imponerle las manos mi hijita se está muriendo”.
Jesús guiado, por el Espíritu Santo, va a entrar en contacto con una enfermedad de muerte que sufre una mujer que es niña, todo indica que eso lo pone en contacto con lo impuro.
No está siendo guiado por lo que correspondería sino por la fuerza de amor pastoral que le hace ir más allá de indicado. Mientras va de camino a la casa de Jairo la multitud lo aprieta por todas partes, sin embargo, alguien ha tocado su manto y él ha sentido que una fuerza de sanidad ha salido de Él. Una mujer que desde hacía doce años padecía de hemorragias, lo toco pensando: “con solo tocar su manto quedaré curada”. Toco el manto y sintió que estaba curada de su enfermedad.
La mujer confiesa que ella toco el manto de Jesús y el Señor confirma su sentir de estar curada: “hija tu fe te ha salvado”.
La presencia de Jesús mueve desde el Espíritu Santo a la mujer a tocar al maestro y Jesús a quien mueve el mismo Espíritu sana con su poder.
Mientras Jesús avanza, llegan los testigos de la desesperanza: “tu hija ya murió para que vas a seguir molestando al maestro”. El Evangelio anota que Jesús no tuvo en cuenta lo que le decían y alienta al Jefe de la sinagoga que crea: “No temas basta que creas”.
Jesús llega al lugar apartándose de la multitud solo acompañan: Pedro, Santiago y Juan; atraviesa el llanto, el alboroto y las burlas, y dice: “la niña no está muerta, duerme” Jesús toma de la mano a la niña y dice: “Niña yo te lo ordeno levántate”.
De cuantas situaciones Jesús compadecido nos dice: “levántate” salí de tu lugar de muerte, de tristeza, de vacío, de sin sentido. Salí de tu desesperanza de los discursos, nada va a cambiar
Hoy te invitamos a que te preguntes: “¿Soy consciente que el Espíritu Santo que recibí en mi bautismo me guía en mi ser de Cristo? ¿A dónde me conduce?.
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