El padre Fernando Cervera, sacerdote jesuita, licenciado en Filosofía y Teología, concluyó el ciclo titulado “Desafíos actuales para la salud espiritual”. En esta ocasión invitó a hacer memoria y responder si alguna vez nos hemos sentido sanados espiritualmente y en qué situaciones ocurrió; para profundizar después sobre cuál es la felicidad que esperamos de Jesús.
30/10/2024 – En el comienzo, el padre recordó el riesgo de creer que la vida espiritual, y sobre todo el mensaje de la vida de Cristo, están para que nos sintamos bien. Sin dudas que el dolor, el sufrimiento, como la muerte y la culpa, abarcan nuestra vida espiritual, porque Cristo le da una respuesta, explicó. Y agregó que Jesús trae esperanza frente a estas estas dimensiones, es lo que da sentido porque encausa el dolor hacia la esperanza, y así el dolor tiende a repararse.
Por lo tanto, continuó el padre, “en ese sentido podemos decir que sana. Ese sanar tiene que ver con la salud como se la entiende en el Evangelio. ‘Salus’ o salud no es la cuestión médica, el bienestar físico, sino mucho más integral. Es salvación que incluye la salud (…) Entonces, la salud espiritual -en el sentido de que hay un afianzamiento en la confianza, en la esperanza y en el amor-, influye también en toda la salud integral de la persona”.
En ese marco, el padre Fernando Cervera agregó el interrogante: “¿Jesús viene a eso? ¿Jesús sería una especie de terapeuta integral de la persona?”. Y en ese sentido explicó que se trata de otro riesgo, el considerar la vida espiritual como una terapia y a Jesús como un terapeuta. En cambio, explicó el padre, “Jesús viene a ofrecer una vida plena (…) Esta vida en plenitud es la que se orienta en el Reino, en la comunión con el Padre -y por lo tanto con nuestros hermanos- en la vivencia que Cristo nos propone. Ese es el mensaje de plenitud, aunque otros pueden proponer otra plenitud”.
Desde esa plenitud, agregó el padre, se nos pueden abrir otras preguntas: ¿cómo tengo que cuidarme?, ¿cuál es mi salud?, ¿qué conflictos psicológicos tengo? Y en ese marco, “no significa que la fe no contribuya o que no sea de ayuda para la salud, pero en todo caso será mediada e instrumentada por hermanos que nos acompañen, nos guíen, nos ayuden a discernir”.
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