Descubre Tu Propia Misión

jueves, 8 de octubre de 2009
image_pdfimage_print

Podemos hablar de la misión como una misión extranjera,  una misión diplomática, ese tipo de misiones en que un poder o una autoridad que puede ser política, o religiosa, confía a una persona y envía a una persona a un tipo de acción –generalmente acción social- que debe llevar a cabo generalmente más allá de las fronteras (de distinta índole) de donde es enviado. Más que la persona sentir un impulso en su corazón por ir a hacer algo, este concepto de misión es un enviado: alguien le pide o le ordena que vaya a hacer un servicio determinado.
   
Nosotros nos vamos a referir a otros ámbitos de la misión: descubrir la misión personal.

    Hay otras palabras que ayudan a comprender un poquito el tema de la misión, que hoy se usa mucho. Por ejemplo, la “visión”, y otro: la “vocación”.
    “Misión”, del latín “misio” significa “enviado”, indica un impulso, un estímulo, que nosotros hoy lo vamos a usar como un impulso de índole emotivo o religioso. Brota del corazón.
    La “vocación” es un llamado: visto desde una perspectiva, algo me empuja. Visto desde otra perspectiva, algo me llama, algo me atrae. Sería el modo auditivo de la misión. Escucho que algo o alguien me llama.
Hoy está bastante de moda, sobre todo en el ámbito de las empresas y las organizaciones y que se ha trasladado también a todo lo que sean comunidades y grupos, es la “visión”, que viene de “vicius” y quiere decir “lo que ha sido visto”. Es decir: yo veo un horizonte, veo un país, veo una realización, y hacia allá voy. Sería el modo visual

En lo que vamos a conversar hoy, se pueden homologar estos términos, según sea también el modo que predomine la comunicación de cada uno: algunas personas que son más emotivas, otras que son más auditivas, otras que son más visuales. Hay personas que representan las realidades espirituales a modo de visiones, otros la representan a modo de voces que hablan en su interior y otros la representan a modo de estados interiores.
Es bueno encontrar el canal que uno tiene más abierto para descubrir también a través de qué canal nuestro corazón va a ir hablando, va a ir gritando la misión personal.
A veces la misión tiene que ver con un cambio de actitud: hacerse más empático, más animoso, mas valeroso, menos temeroso, mas emprendedor, mas comprometido, más agradecido, más creativo.
Otras veces la misión tiene que ver con un empleo o con una carrera si se quiere responder a una llamada persistente del alma, o con ponerse al servicio de los demás, o con comprometerse en política, o con dedicarse a la cooperación internacional, o a una nueva forma de expresión artística, o reavivar alguna antigua pasión.
Otras veces la misión puede significar escoger un estilo de vida totalmente nuevo: casarse, tener un hijo, irse a vivir al campo, hacerse ermitaño, vincularse a alguna comunidad de personas deseosas de vivir determinados valores, encontrar un nuevo ideal que corresponda a lo que uno siente.
Es decir: la misión puede revestir muchas modalidades, muchas imágenes. Pero fundamentalmente ¿qué es lo común en todas ellas? Perseguir una pasión, una meta importante que alcanzar, un deseo profundo y persistente, una voz que viene de adentro, que la reconozco venida de mi propio ser, que me sugiere, que me implora, que me clama por una inclinación que yo siento como duradera en mi alma. A  veces se manifiesta también como un entusiasmo desbordante por un tipo de actividad. A veces algunos descubren su misión personal a base de no descubrirla, o a base de rechazarla: una tristeza, un sensación de vacío, aburrimiento, una desazón, un desgaste, recuerdos, llamadas que el corazón me hace acusándome de algo que no termino de descubrir, y que en el fondo es justamente ese ‘faro brillante’ que lucha por abrirse paso en las tinieblas de mi sordera. Todas estas cosas hacen que esa persona descubra que algo le está faltando, que no se bien qué es. Y eso puede llegar a ser el inicio del camino.
Se cree muchas veces que “nosotros elegimos” nuestra misión. Sin embargo, hay una perspectiva que personalmente me parece más completa, mas cabal, mas plenificante incluso. Y me parece incluso más justo para lo que es la misión, decir que ”la misión nos escoge a nosotros”, que nosotros podemos colaborar o no con esta misión que “nos ha elegido”.
Vista desde esta perspectiva, la misión se convierte en sabiduría, y porque se convierte en sabiduría, se convierte en paz. Porque si hay algo que nos elige, si hay un lugar que nos está esperando y está vacío,  y solo nosotros podemos cubrirlo, entonces nuestras energías de alguna manera están repartidas. La responsabilidad no es solitaria: hay una presencia, un destino dicen algunos, Dios para los que somos creyentes, que en definitiva ha reservado esa misión para nuestra vida. Y esto nos anima y nos da más energía, y nos ayuda a tomar las decisiones acertadas.
No está mal la otra: “yo escojo esta misión para mí”. Pero no sé por qué razón, los que la vivencian de otra manera: el sentirse escogidos para una misión, terminan siendo más perseverantes y encontrando más fuerzas en el desempeño de la misión, que no es nada fácil. No es fácil ni descubrirla ni llevarla a cabo.
Algunos, para descubrir la propia misión, esperan recibir una revelación del cielo. Quizá eso suceda en parte porque hay mucha literatura –sagrada y no sagrada- sobre el tema. Es importante que nos demos cuenta que gran parte de estos relatos de misión –que en la Biblia hay muchos-, revisten un carácter simbólico más que histórico. Es decir. Es la forma en que el alma humana encontró, de expresar mediante una narración o un relato, la tremenda experiencia, inefable, difícil de describir, porque generalmente transcurre en el interior de la persona humana, y es necesario entonces transformarla en un relato para que las personas comprendan y entiendan el cúmulo de vivencias que generalmente se despiertan cuando una persona se siente o experimenta un llamado profundo que constituye un eje vertebral para su vida.
Es cierto también que algunos personajes de la historia sí recibieron signos ineludibles de su misión. Yo podría decir –sin ser un personaje de la historia- que ese es mi caso, porque soy testaruda y tozuda, y no confío demasiado en las visiones interiores, entonces conmigo Dios tuvo que hablar muy clara y concretamente, de lo contrario, yo seguía con la mìa. Pero hay personas que han experimentado signos portentosos de cuál era su misión en el mundo. Pero estos son casos extraordinarios.
En general, la revelación de la misión personal acontece de forma mucho más discreta, incluso muchas veces se vale de múltiples subterfugios. Por ejemplo: hay quien descubre un libro que había dejado dormir muchos años en su biblioteca, que encuentra por casualidad en una librería, que le llama la atención, o se encuentra con una persona que le cautiva cuando le habla y no sabe por qué, pero al escucharla siente que le galopa el corazón. Otros se inscriben en un curso tal vez sin demasiada convicción, y de pronto experimentan una gran pasión, un sentimiento nuevo de brillo, de energía. Otros asisten a un retiro espiritual y allí acontece una transformación interior que le abre una nueva perspectiva para la vida. Otros comienzan a hacer un hobbie como quien no quiere la cosa y de pronto ese hobbie se transforma en eje central de su vida. Hay personas que sufren un accidente, y después de una gran pérdida, un divorcio, fallecimiento de un ser querido, en medio del dolor se abre el surco, el surco de la propia tierra, y tienen conexión directa con la esencia más esencial del propio corazón. Otros pueden ser testigos de una situación social
Recuerdo una situación que nos pasó aquí: una persona tocó el timbre de la radio –no nos conocíamos- y nos dijo “necesito que me ayuden”. ¿Qué te ayudemos a qué?. (Era un oyente que de pronto se vio envuelto en una situación, y dijo ‘esta es mi misión’) “tengo que hacer algo” dijo. ¿Algo de qué?. “Tengo que hacer algo por los pobres”
Lo que había ocurrido era lo siguiente: el tenía un negocio. Uno de sus empleados tuvo un accidente, y además, en esos días, fallece uno de sus hijitos. El va al velatorio del bebé, y encuentra que estaba siendo velado en un cajón de manzanas. Esa imagen de pobreza, de vulnerabilidad extrema, fue tan fuerte para él que abrió en él la necesidad de seguir su impulso de comprometerse por los pobres. Y entonces se acercó a preguntar cómo se hacía, porque él estaba convencido de que a partir de ese momento su misión fundamental era hacer algo, comprometerse, involucrarse. Y después empezaron los proyectos, los emprendimientos…
Este es un testimonio de lo que en muchos casos nos acontece. A veces es un acontecimiento, penoso lo que nos conmueve e irrumpe en nuestra vida nuestra misión, nuestro lugar en el mundo.

Victor Frankl decía “cada persona posee una vocación o una misión específica en la vida, de tal manera que es única e irreemplazable, pues su vida no puede reproducirse jamás.” La tarea de cada persona es única, en el sentido de que sólo ella puede realizar esa única posibilidad.
Son muchos los que descubren y manifiestan que la misión de cada persona es irreemplazable. Quizá una de las vivencias más hondas, más profundas, más intensas en la vida, sea justamente tomar contacto con eso, ya sea de una manera ordinaria, cotidiana, sin grandes expresiones, o a veces también de una manera más extraordinaria, luminosa, directa, como una verdadera revelación.
Seguir la misión propia es algo insoslayable. Eso es una buena y una mala noticia. La buena noticia es que si de pronto no has escuchado la voz de tu misión, si no te has encontrado con ella, si te has desviado, si le has puesto obstáculos, si la has rechazado, puedes hacerlo toda la vida, pero ella va a permanecer allí buscando ser escuchada y atendida. Es como el río que alimenta un lago. Hoy que es tan común hacer diques para contener los ríos,  ‘aparentemente’ estancan el agua. Sin embargo el río sigue vivo y activo, no deja de fluir, busca la forma y sigue aportando. A veces parece que se detiene en la búsqueda. Sin embargo, ahí está. Aunque el río se ensanche, o se estreche, o se pierda en meandros, amenace con desaparecer en medio de pantanosas regiones o choque contra rocas, siempre seguirá siendo el mismo río. Lo mismo ocurre con la misión: podemos huír de ella, podemos equivocarnos acerca de su naturaleza, podemos creer haberla encontrado (porque llegamos a ser populares, o exitosos, o ricos), podemos habernos dispersado en múltiples actividades creyendo que todas ellas eran nuestra misión, y sin embargo todo lo que inventamos para eludirla, todos los pretextos que invocamos para retardar su cumplimiento, no van a hacer que la misión desaparezca, sino que nos va a acosar como un fantasma hasta el momento en que decidamos obedecerla. Es así de tenaz. La misión tiene algo de permanente, porque tiene toda la vida: no se transforma. Cuando una persona se mantiene en contacto con su misión, esta se convierte en un faro en su vida, se hace sabiduría en su alma, le posibilita tomar decisiones acertadas, escoger sus verdaderos vínculos, comprometerse en actividades que se van realizando y van cumplimentando su propio ser.
Nuestra tarea consiste, entonces, no en ‘crear’ nuestra misión, sino en dejar que ella se desarrolle, que ella tenga lugar en nosotros.
Victor Frankl decía también que “lejos de inventar nuestra misión en la vida, lo único que hacemos es descubrirla”, y la describe como un sentido interior, como una conciencia que nos proporciona un conocimiento de nuestra propia unicidad. El dice que “la misión brota y se abre como una flor del interior de uno mismo, que se deja discernir poco a poco, que raras veces hace eclosión. La mayoría es de lento desarrollo en paralelo con el crecimiento del ser”.
Jung, discípulo y casi rival de Freíd –porque surge del psicoanálisis, pero después se enfrenta a freíd-, decía que en realidad él se sentía incapaz de escapar de su misión, y que se sentía en las manos como de un ‘genio’ que lo impulsaba a actuar, y si él a veces se mostraba rudo, resistente con este genio, nunca terminaba de escapar a su dominio. “Aún cuando alcanzara la meta de mi trabajo, no podía detenerme allí. Tenía que darme prisa y ponerme de nuevo en armonía con esa visión que siempre pedía más”

La misión hecha caridad es un modo de orar largamente. A veces imaginamos un escenario para esa misión, y como el escenario no se da, creemos que el texto de esa obra de teatro desaparece junto con el escenario. Hoy en día, una misma obra de teatro se monta en escenarios diversos, con diversas interpretaciones. La misión tiene que ver con eso: no con el escenario en el que se desarrolla sino con la esencia de la obra. Nuestra tarea consiste entonces en desarrollar nuestra misión, y esa es una tarea que –para bien o para mal- la tenemos que hacer solos. Solo nosotros somos capaces de descubrirla, lo cual no significa que lo hagamos solos. Nadie va a decirnos por nosotros cuál es nuestra misión. Si puede alguien ayudarnos, acompañarnos, en el descubrimiento de esa misión. ¿Cómo? Delatando las mentiras, los engaños. Porque a veces nos enredamos. Sería muy fácil si nuestros padres o algún guía espiritual nos dijera ‘tu misión es ésta’, y nos revelase la voluntad de Dios sobre nosotros. O pensar que una inspiración repentina me va a ‘tirar del caballo’ como el caso de San Pablo. O que el psicólogo, gracias a la ‘magia’ de sus test, nos indicase la orientación que tenemos que tomar. Eso puede ayudar. Hay distintos recursos que tenemos para ayudarnos. Pero en general, la misión no se deja descubrir de esa forma, sino que es fruto de un trabajo hecho de reflexión, de soledad, y también de miedo a engañarnos.
Es muy linda la imagen de Teresa de Calcuta. Estuvo aproximadamente 7 años resistiendo el desánimo y desaliento que provenía de su director espiritual, que le aconsejaba que no abandonara la comunidad religiosa en que vivía. No obstante, ella seguía escuchando esa profunda llamada, tuvo paciencia y perseverancia. Si ella hubiese desobedecido prontamente, se hubiera ahorrado 7 años de sufrimiento. Error, porque cuando ella atraviesa la puerta de ese convento, después de atravesar ese largo túnel de escucha, de discernimiento en la elección que iba a hacer, sale muy fortalecida. De lo contrario, no hubiera resistido la cantidad de obstáculos que se le pusieron en el camino, porque hubiera aparecido la duda. Justamente: lo que no te quiebra, te fortalece. Si ella pudo atravesar esa situación de contrariedad, el que no sintiera apoyo, ni consejo, ni acompañamiento en la misión que ella sentía para su vida, el hecho de perseverar y seguir su camino, la fortaleció.. De todas maneras ¡dichoso quien encuentra a una persona que le confirme sus intuiciones acerca de su misión! Porque a veces la misión se manifiesta como una cosa medio loca, porque produce al mismo tiempo atracción y miedo, una especie de alternancia entre fascinación y terror. A veces solemos experimentar ese “terror” ante la presencia de Dios, de lo sagrado, que nos empequeñece tanto. Pero es temor de Dios. Y esto es válido para personas creyentes o no: muchas personas describen su vocación en términos religiosos, por ejemplo cuando dicen “esto para, mí es, sagrado”. Muchas veces usan términos con connotaciones religiosas. Es decir: la experiencia de la misión es una de las experiencias cumbre tanto psicológica como espiritualmente.
Dios no es un tirano. No es un dictador que impone su voluntad. Generalmente la misión, para los cristianos proviene de esta fuente divina. Y para los no cristianos también: son muchas las personas que descubren que hay en nuestro interior  una fuente sagrada, de vida espiritual, un centro,  una imagen de Dios en nosotros que es el principio organizador de toda nuestra personalidad, de donde proviene esta experiencia de nuestra misión. Y esto se manifiesta no de un modo tirano en general, sino que muchas veces se manifiesta a través de nuestros sueños, de nuestros gustos, de nuestras tendencias, y a veces una forma de descubrirlos es justamente esa ambivalencia entre el terror y la atracción que sentimos ante esto que al mismo tiempo se revela y se esconde. ¿Por qué nos genera esa ambivalencia? Porque estamos en nuestro corazón en el territorio de lo sagrado. Y usando la imagen de Moisés, para entrar allí hay que quitarse los zapatos

Si quieres, te acompaño en el camino, y en el camino vamos conversando.
Y al conversar, tus hombros se descargan; descargas, pues tu peso voy llevando.
Pues pesa el peso de tu desencanto y es tu resignación aún más pesada.
Pero te sostendré, pues ya sostuve la cruz de toda cruz en mis espaldas.

Me duele que te alejes de los tuyos y el creciente dolor de tu aislamiento;
pues toda mi pasión es ver reunidos a los hijos de Dios que andan dispersos.
Yo sé que ya no crees en nuestro sueño. Buscas seguridad retrocediendo.
Pero hasta en dirección equivocada lo mío es ir contigo, compañero.

SI QUIERES, TE ACOMPAÑO EN EL CAMINO. SI QUIERES, HOY ME QUEDARÉ CONTIGO.

Escucha profecías, peregrino, no seas testigo de desesperanza.
Es hora que levantes la cabeza y, aunque anochece, alientes la confianza.
Pues es posible ver de otra manera la trama que se te hizo tan confusa
¿No ves el hilo de oro de la Pascua que rediseña todo lo que cruza?

¿No ves que desde dentro de las muertes la Muerte fue implotada y ya no mata?
Y se revela el Nombre de la Vida.  Y el nudo que te ataba se desata.
Partir juntos el pan en nuestra mesa descifra quienes somos y seremos.
La Pascua nos irrumpe, Amor de amores: lo más vivo venciendo lo más muerto.

Por fin sabrás quién soy, sabrás quién eres, mientras despiertas del antiguo sueño.
Y entenderás que es fiel a sus promesas el Dios que prometió ser compañero.
Y de la historia mía y de la tuya ya no te escaparás, ni tendrás miedo.
Verás la historia como historia abierta y la esperanza arder su ardor sereno.

Y sentirás nostalgia de tu gente. Y querrás compartir tu aliento nuevo.
Sin más demora, ponte ya en camino. Sin más demora, ponte en medio de ellos.
Y brillará en tu fe de caminante mi nombre y mi misterio de “Camino”,
y de mi fiel Estar-Acompañando tu amor de acompañante será el signo.
    La misión es algo que se puede realizar “tanto en el ballet como en la casa”. Esto tiene que ver con una problemática muy femenina: la mujer, al abrirse para ella la posibilidad de  un desarrollo personal profesional, se encuentra fuertemente dividida. La mamá que quería ser monja, quizá se esté manejando en su interior con una especie de arquetipo religioso, contemplativo, místico, que ella identifica con el escenario monástico –que puede llegar a ser el escenario privilegiado, o no-, pero este arquetipo contemplativo de estar en unión con Dios y contemplando realidades espirituales, se puede desarrollar, si es tu misión, en cualquier escenario, puesto que en todos ellos está Dios. Por supuesto que hay escenarios que permiten mayor o menor despliegue, pero no hay que fiarse solo del decorado del escenario, porque ese arquetipo de vida contemplativa, se puede desarrollar también en la vida doméstica, en la vida del hogar, en la crianza de los hijos. Un niño que crece ,¡es una visión tan clara para mirar a Dios!

    Hay personas que identifican claramente la misión con el servicio a los demás. En realidad, cuando uno más aprende a amarse a uno mismo, más aprende a amar a los demás, y quizá viceversa.
    El cumplimiento de la misión también tiene algo de paradójico, porque quien encuentra su propia misión y la explota a fondo, necesariamente esa encontrando el modo de servir a su comunidad. Es como la puesta en práctica de los propios talentos: no se hace en una campana cerrada sometida al vacío. ¿qué gusto tiene los talentos puestos solo al servicio de uno mismo? No sirven de nada. El espíritu de creatividad que acompaña la realización de la misión, tiene un efecto en el entorno. Decía un poeta: “cuando una flor se abre, atrae a las abejas”. Es tan grande el poder de seducción que tiene una persona cuando realmente se está abriendo y desarrollándose en su misión, que dinamiza en el otro la convocatoria a poner en práctica sus propios recursos.
    La gran revolución de nuestra civilización consiste en haber descubierto que el ser humano, al cambiar las actitudes interiores de su espíritu, puede transformar los aspectos exteriores de su vida. El descubrimiento de la misión de cada uno y el empeño en realizarla, produce necesariamente una irradiación en el afuera. Y los cambios que se producen en el afuera son a veces imprevisibles, a veces hasta tienen un fuerte impacto social.
    Es que la misión está orientada hacia los demás. No se sacia en nosotros mismos.
    La misión exige un compromiso total, por eso a veces nos da miedo, porque al fragor de lo sagrado que se agita en nuestro interior para alcanzar ese faro vamos a tener que atravesar muchos océanos.
    A primera vista, uno podría pensar que la felicidad pura y plena está en el cumplimiento de la misión, lo cual es errado. La misión no necesariamente se identifica con la felicidad. La felicidad se asocia muchas veces con un estado de alegría permanente, de bienestar permanente, de placer permanente. Yo creo que es algo más profundo. La misión exige un compromiso en serio. Y un compromiso en serio exige desprendimientos en serio. Y esos desprendimientos, en algunos momentos, pueden ser desgarradores, y en otros no. Es decir: hay tiempos de sacrificio, y el alma lo sabe, por eso tiene miedo a la misión. Estos desprendimientos no tienen nada que ver con el masoquismo. Cuando uno experimente al fuerza de la misión, lo que se siente es el entusiasmo. También se puede sentir miedo, pero es algo que atrae, es una voz tenaz. O es algo que molesta a un punto que uno no se lo puede sacar de la cabeza. Pero eso hace que uno tenga que renunciar a determinado bienes por un bien superior.
Y no hay vuelta que darle: lo que vale, tiene un costo en la vida. Y hay que estar dispuesto a pagar el precio. Los brillos, las lumbres interiores, no se consiguen gratis. Jesús lo muestra claramente: su precio fue la cruz. No necesariamente a todos se nos pide el martirio sangriento. Pero en el cumplimiento de nuestra misión vivimos cotidianamente ciertas renuncias, ciertos costos. Los docentes, que soportan el costo del desprecio social, de un sistema corrompido y caduco, de la desvalorización de su trabajo, de los bajos salarios, de la mediocridad reinante…y sin embargo, cuando se pueden recoger en la habitación de su propio interior, ahí encuentran brillando la luz de su misión primera: ensañar es su pasión, y ellos saben “¡cuánta oscuridad si la luz que hay en ti se apaga!

    Una pequeña lista de arquetipos de las que Jung solía describir, presentes muchas veces en relatos maravillosos, cuentos, novelas, que hoy las vemos desplegarse burdamente en los culebrones de la televisión, pero allí están y siguen generando en nosotros identificaciones de las cuales podemos estar atentos, porque muchas veces nuestra misión habla a través de nuestros sueños infantiles.

    El relato del descubrimiento de la vocación, de la misión de Jeremías (plasmado en Jer 1,4) es un verdadero arquetipo de llamado, de vocación, de misión. Dice así: “la Palabra del Señor llegó a mi en estos términos: ‘antes de formarte en el vientre materno, yo te conocía. Antes que salieras del seno de tu madre, yo te había consagrado, te había constituído profeta para las naciones’. Yo entonces le respondí: ‘pero, Señor, mira que yo no sé hablar, además soy demasiado joven’. El Señor me dijo: ‘no digas: soy demasiado joven, porque tú irás a donde Yo te envíe, y dirás lo que Yo te ordene. No temas delante de ellos, porque Yo estoy contigo para librarte’. Entonces el Señor extendió su mano, tocó mi boca, y me dijo: Yo pongo mis palabras en tu boca. Yo te establezco este día sobre las naciones y sobre los reinos para arrancar y derribar, para perder y demoler, para edificar y plantar’”



 

QUE EL SEÑOR NOS DE LA GRACIA DE DESCUBRIR TAMBIÉN NUESTRA PROPIA MISIÓN

 

Si te arrancan al niño, que llevamos por dentro, Si te quitan la teta y te cambian de cuento
No te tragues la pena, porque no estamos muertos, Llegaremos a tiempo, llegaremos a tiempo
Si te anclaran las alas, en el muelle del viento Yo te espero un segundo en la orilla del tiempo
Llegaras cuando vayas más allá del intento Llegaremos a tiempo, llegaremos a tiempo…

Si te abrazan las paredes desabrocha el corazón No permitas que te anuden la respiración
No te quedes aguardando a que pinte la ocasión que la vida son dos trazos y un borrón

Tengo miedo que se rompa la esperanza, que la libertad se quede sin alas
Tengo miedo que haya un día sin mañana. Tengo miedo de que el miedo, te eché un pulso y pueda más
No te rindas no te sientes a esperar

Si robaran el mapa del país de los sueños siempre queda el camino que te late por dentro
si te caes te levantas, si te arrimas te espero Llegaremos a tiempo, llegaremos a tiempo…
Mejor lento que parado, desabrocha el corazón. No permitas que te anuden la imaginación
No te quedes aguardando a que pinte la ocasión que la vida son dos trazos y un borrón

Tengo miedo que se rompa la esperanza, que la libertad se quede sin alas
Tengo miedo que haya un día sin mañana Tengo miedo de que el miedo te eché un pulso y pueda más
No te rindas no te sientes a esperar

Solo pueden con tigo, si te acabas rindiendo, si disparan por fuera y te matan por dentro
Llegaras cuando vayas, más allá del intento Llegaremos a tiempo, llegaremos a tiempo…