Desde el corazón brota lo mejor (y lo peor) del hombre

miércoles, 10 de febrero de 2021
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10/02/2021 – Hoy el evangelio plantea el tema de la pureza y de lo que contamina al hombre. Jesús pone a la luz de dónde vienen las sombras a nosotros como humanidad. No están de afuera sino que vienen desde dentro. Le pidamos a Dios que siga poniendo luz, para que la sombra de lo malo sea vencido por esa luz que viene de Dios.

 

Y Jesús, llamando otra vez a la gente, les dijo: “Escúchenme todos y entiéndanlo bien. Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre. ¡Si alguien tiene oídos para oír, que oiga!”.
Cuando se apartó de la multitud y entró en la casa, sus discípulos le preguntaron por el sentido de esa parábola.

El les dijo: “¿Ni siquiera ustedes son capaces de comprender? ¿No saben que nada de lo que entra de afuera en el hombre puede mancharlo, porque eso no va al corazón sino al vientre, y después se elimina en lugares retirados?”. Así Jesús declaraba que eran puros todos los alimentos.

Luego agregó: “Lo que sale del hombre es lo que lo hace impuro. Porque es del interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las malas intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios ,los adulterios, la avaricia, la maldad, los engaños, las deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino. Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que manchan al hombre”.

Marcos 7,14-23

 

Catequesis completa

El primado de la interioridad

Jesús está en el contexto del templo reinterpretando la ley. Algo que se va a ver más habitual en el Evangelio de Mateo, donde aparece como el nuevo Moisés que es en quien Dios confió la tabla de la ley. Por eso el dice que no viene a sacar ni una coma ni una i de la ley. Desde ahí hay que leer este evangelio.

Jesús reinterpreta la ley delante del pueblo, por eso el texto comienza llamando otra vez a la gente “Escuchemne todos y entiéndanlo bien”. Por un lado libera al pueblo de las estructuras que lo reprimen, y le da herramientas al pueblo para que se ponga de pie, les muestra en donde está la malicia en el hombre: No esta fuera sino dentro del mismo.

Habitualmente nosotros tendemos a proyectar hacia afuera, en los otros, nuestras sombras. Esto es muy humano, Jesús dice, atención, el problema está adentro y hay que hacerse cargo de las oscuridades y las sombras que llevamos dentro de nosotros.
La enseñanza no está referida a comer lo puro e impuro, la pureza viene, como decíamos, del corazón del hombre y es ahí en donde Jesús se detiene. Jesús va al fondo del tema, la deformación de nosotros mismos y de las relaciones nuestras con todo lo que rodea, viene desde dentro de cada uno de nosotros y nosotros asociados a la fuerza del pecado y/ o de la gracia.

Jesús focaliza la atención sobre un aspecto más profundo y afirma: «Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre» (v. 15). De esta manera subraya el primado de la interioridad, el primado del “corazón”: no son las cosas exteriores las que nos hacen o no santos, sino el corazón que expresa nuestras intenciones, nuestras elecciones y el deseo de hacerlo todo por amor de Dios. Las actitudes exteriores son la consecuencia de lo que hemos decidido en el corazón. No al revés. Con actitudes exteriores. Si el corazón no cambia, no somos buenos cristianos. La frontera entre el bien y el mal no pasa fuera de nosotros sino más bien dentro de nosotros, podemos preguntarnos: ¿dónde está mi corazón?  Jesús decía: “tu tesoro está donde está tu corazón”. ¿Cúal es mi tesoro? ¿Es Jesús y su doctrina?  Entonces el corazón es bueno.  O el tesoro ¿es otra cosa? Por lo tanto, es el corazón el que debe ser purificado y debe convertirse. Sin un corazón purificado, no se pueden tener manos verdaderamente limpias y labios que pronuncian palabras sinceras de amor – todo tiene un doblez, una doble vida-, labios que pronuncian palabras de misericordia, de perdón. Esto lo puede hacer solamente el corazón sincero y purificado.

 

¿Como se sale de este lugar?

Por la gracia, no es afuera, es adentro. Tenemos que hacernos cargo de nosotros mismos y de nuestras dificultades. Podemos reformar nuestras vidas.

Reformamos nuestra vida trabajando desde nuestra interioridad, en la lucha contra las fuerzas que operan dentro de nosotros. Peleamos con la gracia del Señor y con la mirada puesta en Él, porque solo no podemos. No es el camino del orgullo el que nos lleva a buen puerto.

Jesús mismo nos dice “Yo soy el camino”. Él nos invita  desde siempre a convertirnos pero yendo por el camino de la humildad y la caridad. Tenemos que desterrar lo que impide que vivamos en plenitud, que es como estamos llamados a vivir. Pero no es en la pelea entre nosotros en donde encontraremos la victoria sino desde dentro, en el encuentro con Jesús como camino de vida.