Como hace 3 años, desde Radio María, proponemos para vivir el tiempo de Cuaresma realizar los Ejercicios Espirituales de San Ignacio. Este año, los ejercicios también nos acercarán a la vida y ministerio de José Gabriel del Rosario Brochero. El Padre Julio Merediz, Vicepostulador de la Causa de Beatificación del Cura Brochero, nos introducirá en la materia de oración de cada día y el P. Javier Soteras, director de Radio María, dará algunas indicaciones generales. Podés escuchar el ejercicio con la reflexión de cada día sintonizando Radio María entre las 8,30 a las 10, o su repetición a las 20hs, o através de este espacio en donde subiremos el resumen con las indicaciónes.
Ejercicios Ignacianos, peregrinación tras Jesús
Nos dice el P. Padre Julio Merediz que los ejercicios espirituales son una experiencia elaborada por San Ignacio, que llega a nuestros días gracias a la vivencia de los compañeros de Ignacio a lo largo de los siglos. Es un modo de orar y de contemplar la Palabra de Dios buscando el querer de la voluntad de Dios en este momento de mi vida. Y a la vez, con su ayuda y gracia, poder quitar aquellas trabas que encuentro para poderlo seguir.
Hacer los ejercicios es ponerse en camino e implica una peregrinación. La primera etapa del camino es la del Señor de la misericordia que perdona sus pecados; agradecido y asombrado frente a tanto amor gratuito, Ignacio se pregunta "¿qué hice, qué hago y qué haré por Cristo?". Y se ofrece "Quiero y deseo, y es mi determinación deliberada seguirte e imitarte". Éste proceso de búsqueda, se transforma en una peregrinación espiritual. San Ignacio pide hacer un coloquio con Jesús, una conversación, considerando cómo de creador ha venido a hacerse hombre, cómo de vida eterna a muerte temporal y así morir por mis pecados. Y viéndolo allí colgado de la cruz dejar correr el afecto expresando lo que se ofreciere.
Para San Ignacio de Loyola, Jesús es la plenitud de todos los dones y gracias que el hombre recibe de Dios; es la misericordia y el perdón de Dios. El estupor frente a tanto amor de Dios, a tanta gratuidad, provoca en San Ignacio el cuestionamiento sobre su respuesta libre y consciente, y así se determina al seguimiento de Jesús contemplando en los misterios de su vida, como el mejor modo de amarlo y servirlo en la Iglesia.
Éste Jesús de la misericordia, también es la imagen que tiene el venerable José Gabriel del Rosario Brochero. La cruz muestra de modo eminente el amor misericordioso de Dios, y por eso intentará impregnar el corazón de su pueblo con el amor a la cruz, y mirándola dirá Brochero "¿tendremos valor para mirar a Jesús Salvador sin conmovernos y sin resolvernos a seguirlo aunque sea caminando en medio de la amargura o incluso derramando nuestra sangre gota a gota hasta salar el alma? Todo lo hago por amor al corazón de Cristo. Todo lo tengo confiado a su amor".
Para comenzar el primer ejercicio nos ponemos bajo la mirada de Dios con el salmo 8:
Oh, Señor, nuestro Dios, que admirable es tu Nombre en toda la tierra!
Los labios de los niños y pequeños cantan, Señor, tu grandeza, su canto silencia al enemigo, hace callar al adversario y al rebelde.
Al ver el cielo, obra de tus manos, la luna y las estrellas que formaste: ¿qué es el hombre para que así lo cuides y tanto te acuerdes de él?
A imagen de Dios lo creaste, lo coronaste de gloria y dignidad; lo hiciste señor de lo creado, y todo lo pusiste a sus pies.
Los rebaños de ovejas, el ganado y también los animales salvajes; las aves del cielo y los peces del mar, cuanto surca los senderos de las aguas.
Señor, nuestro Dios, ¡Qué admirable es tu Nombre en toda la tierra!
Pedimos al Señor la gracia de que Él disponga nuestro corazón para hacer constantemente y con dedicación éstos días de ejercicios espirituales.
Texto bíblico: Jesús llama a los discípulos (Jn 1, 35-51)
"¿Qué buscan?"
Al comenzar su ministerio apostólico, Jesús quiso responder a los más grandes anhelos humanos. Se encuentra con éstos dos hombres que lo seguían. Nos vamos a detener en la pregunta que Jesús les hace: "¿Qué quieren?".
Hoy al comenzar ésta peregrinación que supone los Ejercicios ignacianos, nos detenemos en ésta pregunta honda. Jesús quiere saber tras qué cosas andamos, qué quiero en mi familia, en mi trabajo, entre los míos, qué voy buscando y si eso vale la pena. También lo podemos trasladar a un nivel más macro: ¿qué buscamos como pueblo? ¿hacia dónde nos lleva el progreso?. Las utopías y los sueños marcan un rumbo, por eso es importante tenerlos en cuenta. El hombre es maestro en esconderse y camuflar sus anhelos. Uno de los primeros frutos del pecado de Adán, era la necesidad de ocultarse, y Dios le sale al encuentro invitándolo a salir de lo que lo esconde y enfrentar su verdad: "¿Adán, dónde estás?".
Las ideologías, las medias verdades hace muy dificil para los individuos y para la sociedad, decirse de verdad qué estamos buscando. Muchas veces los prejuicios, los intereses, las tradiciones, nos quitan libertad para escuchar la pregunta de Jesús y poderla responder con honradez: "¿Qué quieren?. ¿Qué querés?". La búsqueda orienta la marcha. Y quien nada busca no sólo andará errante, sino que nunca llegará a ninguna meta.
Los ejercicios son búsqueda y también orientación en la marcha. "Nos hiciste Señor para Tí, y nuestro corazón estará inquieto hasta que no descanse en Tí" decía San Agustín. Si la senda escogida no termina golpeando la puerta de Dios, el ser humano habrá errado su más profunda vocación Todo lo que el hombre tiene, lo que es, debe afirmar su paso hasta llegar hasta Dios. Por eso al emprender éste camino, es bueno tomar consciencia de que si andamos en búsqueda es porque previamente Él nos salió al encuentro y nos llama.
Nos pongamos bajo la mirada de Dios y pidamos "que te busque, que te desee" y según la recomendación de San Ignacio, dejemos un tiempo para conversar con el Señor.
Examinar la oración
Éstos ejercicios tienen como momento central de cada día, no solamente los comentarios o las sugerencias sobre los textos bíblicos, sino el dedicarle tiempo a estar con el Señor, para encontrarnos con Él en la oración. Los discípulos habían sentido esa necesidad de que el Señor les enseñara a orar. Por eso es importante disponer de un tiempo durante el día, unos 40 minutos o algo más, e ir preparando el momento conforme a las indicaciones de cada día para ponernos en su presencia y abrirle el corazón.
Aclara el P. Julio Merediz que es importante, con el correr de los días, que después de cada momento de oración hacer un examen para ver qué paso por el corazón, qué sentimientos el Señor despertó en mí. Es lo que San Ignacio llama el "examen de oración", preguntando qué efectos tuvo la oración: ¿qué me quiso decir? ¿me señala un nuevo camino? ¿lo he sentido más cerca o no? ¿he sentido una renovada esperanza y amor o no? ¿he sentido que me llama a algo?. Es importante ir tomando nota de los más destacado, para que a lo largo de los ejercicios lo que más redunde seguramente va a tener que ver con lo que el Señor me quiera decir en este tiempo, con mi edad y con mi camino recorrido.
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