13/03/2020 – En la contemplación del evangelio elegido para hoy, contemplamos “una invitación a la confianza, a poner la mirada en el Señor, sin dejarnos llevar por las situaciones de carencia. El Señor lo resuelve diciendo ‘soy Yo mismo el alimento, el pan’”. “Si somos uno, el ser uno, multiplica lo que tenemos. Cuando nos hacemos uno, lo que somos y lo que tenemos, crece, se multiplica y se desarrolla. Te invito a que puedas renovar la invitación a ser uno en la Pascua y la Eucaristía “.
Oración preparatoria: pedir gracia a Dios nuestro Señor para que todas mis intenciones, acciones y operaciones (el ejercicios de hoy) se ordenen puramente al servicio y alabanza de Dios.
Petición: interno conocimiento de nuestro Señor Jesucristo para más amarlo y mejor servirlo
Traer la historia: Hoy contemplamos en San Lucas 9, 10-17, a Jesús que se retira junto a sus discípulos a Betsaida. Una multitud de personas necesitadas de su presencia, lo siguen, él los recibe. Después de un largo rato, los discípulos le dicen al Señor que es necesario despedir a las personas porque no hay con que darles de comer. Jesús les responde diciéndoles “denles ustedes de comer”. El Señor organiza la multitud y con su oración multiplica los 5 panes y los dos pescados que había. Te invito a que te detengas y puedas disfrutar de la presencia de Dios en tu vida, que sea él el que te llame y te invite a construir un mundo nuevo en la unidad y en la eucaristía.
Coloquio: dialogar con el Señor sobre este acontecimiento. ¿Qué me despierta? ¿A qué me invita?
Examen de la oración: ¿Cómo me fue? ¿Qué pasó en la oración? ¿Recibí alguna invitación del Señor?
Repetición del ejercicio dónde me fue muy bien (porque hay más gracia) o donde me fue muy mal (porque hay una gracia que me está esperando).
Si querés profundizar en el ejercicio de hoy, a continuación te dejamos el material utilizado por el padre Javier para la catequesis de hoy:
No cabe duda que el evangelio pone de manifiesto que la multitud busca a Jesús como también nosotros lo buscamos. Dicen que al desembarcar vio mucha gente y “sintió compasión de ellos” y curó a sus enfermos. Es esa gente que cuando supo que el Señor iba cruzando el lago, salieron de las ciudades, porque lo buscan para escuchar sus palabras al igual que nosotros que lo buscamos porque hoy escucharlo. Lo buscan para cuidar sus heridas, como también nosotros necesitamos que Él nos sane. Lo buscan para recibir el perdón de sus pecados, como también nosotros necesitamos ser perdondados por Él.
Y Jesús, fiel a su misión no posterga el encuentro, los atiende pacientemente, los escucha, los cura y los consuela. Está todo el día con ellos, casi con una actitud de olvida, dejando de lado su propio interés para escuchar la necesidad de aquellos que lo buscan. Lo mismo hace con nosotros, Él está interesado en cada uno de nosotros.
El corazón compasivo y el gesto solidario de Jesús nos rebelan el rostro del Dios padre y Pastor, rico en misericordia. Y cuando llega la tarde, nos dice el evangelio, se le acercan los apóstoles y le dicen “Despide a la multitud, Señor, para que vayan a los pueblos y caseríos de alrededores en búsqueda de albergues y alimentos porque estamos en un lugar desértico”. La despreocupación de los discípulos ante la carencia de la multitud, contrasta con la compasión de Jesús. Es verdad que se planteaba una situación de grave necesidad y que no se podía prever una solución que no viniera del poder de Jesús.
Da la impresión que los discípulos sólo intentaban distanciarse del problema. Jesús les ordenó entonces algo que para ellos sonaba imposible de realizar: “Denles ustedes mismos de comer”. No aceptó, el Señor, la actitud evasiva de sus discípulos, al contrario exigió que se mostraran compasivos con las necesidades de la gente. Aún cuando esto los colocara en una situación por encima de sus fuerzas humanas.
El Señor ha querido necesitar la cooperación responsable d ellos hombres para realizar su obra. Quedó establecida así una norma de conducta que tiene como modelo al mismo Jesucristo, y que deberá ser la característica que identifique a todos los discípulos. El Señor cumplió lo dicho por el profeta: “Él tomó nuestras debilidades y cargó sobre sí nuestras enfermedades”.
Nosotros discípulos, como ellos, no debemos buscar nuestro propio interés sino el de los demás; debemos sentir como propias las necesidades de los otros. Y esto es conocer el corazón de Jesús y meternos en Él.
La reacción de los discípulos es inmediata y tremendamente lógica, además de sincera: “Pero Señor no tenemos nada más que 5 panes y dos pescados”. Y el Señor los desconcierta: Tráiganlos, háganlos sentar en grupos de 50. Eran alrededor de 5mil hombres. Y a continuación el milagro: los panes y peces bendecidos y entregados a los discípulos que se multiplican entre sus manos con abundancia de Dios.
Esta queja mediante la desproporción a la misión recibida y mis fuerzas, entre las multitudes hambrientas y mis poquitos panes y peces, recorre toda la historia de la salvación y la nuestra. Es la desmesura del evangelio.
Y hoy nosotros somos llamados a vivir esta desmesura: la del amor a los más pequeños, la desmesura de la búsqueda incesante de la oveja perdida, la desmesura de la misericordia del papá del hijo pródigo, del perdonar setenta veces siete y sin condiciones. La desmesura de echar una vez más las redes cuando todo parece inútil…. la desmesura de ofrecer los poquitos panes y peces para lo que Dios quiera. La desmesura de sembrar empecinadamente aunque gran parte caiga al borde del camino, del de acompañar dos kilómetros al que nos pidió que lo hiciéramos por dos cuadras; la desmesura de bajarnos del caballo al tirado a la puerta de la ciudad y llevarlo hasta la posada y preguntar por él a la vuelta cubriendo los gastos nosotros. Es la desmesura de agacharnos y lavar los pies heridos al que Dios puso al lado nuestro, de vivir con una sola túnica y un par de sandalias…. Es la desmesura, en definitiva, de dar la vida por los amigos.
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