21/03/2017 – Durante la segunda semana de Ejercicios Ignacianos pedimos gracia del interno conocimiento de Nuestro Señor Jesucristo para más amarlo para mejor seguirlo y servirlo. Continuamos en este buscar y hallar la voluntad de Dios para ponerla en práctica, para hacer nuestro el querer de Dios en nuestro historia.
Hoy nos vamos junto a María y José al templo de Jerusalén a hacer la presentación de Jesús. Allí nos encontraremos con Ana y Simeón, quienes esperaban ese momento de ver al Salvador desde hacía años.
La presentación del Señor: (Lc 2, 22-24)
Es asombroso ver, en el relato de la presentación que nos ofrece Lucas, con qué insistencia tan extraordinaria se subraya el tema del cumplimiento de la Ley: no sólo se menciona al final, después de la intervención de Simeón y Ana (v. 39: “cuando lo hubieran cumplido todo según la ley del Señor”), sino también a propósito del encuentro con Simeón (v. 27: “Y cuando sus padres llevaban al niño para observar las costumbres de la Ley que le concernían”).
Y aun antes, Lucas se había referido ya varias veces en los vv. 22-24: “según la ley de Moisés” (v.22); “según lo que está escrito en la ley del Señor” (v.23); “según lo que está dicho en la ley del Señor” (v.24).
Entra manifiestamente en la intención del autor poner bien claro que la conducta de los padres de Jesús se conforma a la Ley. Pertenecía quizá a aquel ambiente judeocristiano que permaneció fiel a las prescripciones de la Ley mosaica. Estos aludían sin duda a las palabras precisas de Jesús (Mt 5, 17-20: “No penséis que he venido a abolir la Ley y los profetas”; Lc 16, 17), pero también a algunos hechos en los que Jesús había expresado su reconocimiento de la ley del Antiguo Testamento (Mc 1, 44; Lc 17, 14; mt 17, 24-27).
Es probable que los hechos de la historia de la infancia intenten también dar ejemplos de la fidelidad de Jesús a la Ley. Se puede suponer razonablemente en lo que se refiere a la circuncisión relatada en el v. 21, pero más directamente la escena de la presentación parece servir a la causa. De tal modo se insiste en decir que todo se hace “según la Ley” que, en fin de cuentas, el texto, repleto de citas del Antiguo Testamento casi explícitas, nos llega a dar la impresión de sobrecargado. ¿No es, pues, indicado suponer que este texto, primitivamente más simple y fluido, ha debido ser revisado y cargado con estas citas y referencias a la Ley?
La plenitud de la ley, que viene a proponer Jesús, está en la interioridad, en el sentido que hay detrás de las normas. De lo contrario, cuando únicamente se sigue lo mandado, la ley se puede volver en un obstáculo más que en un camino.
¿Cuáles son estas prescripciones de la Ley que se citan tan frecuentemente aquí?
La legislación sobre la pureza estipula que, después de cada parto, la mujer debe hacer una ofrenda de purificación. El nacimiento de cada hijo está seguido por siete días de impureza (si es hijo, como en este caso) en el sentido estricto. Pero luego la madre tiene que esperar todavía treinta y tres días antes de poder acercarse al templo para llevar al sacerdote un cordero de un año como holocausto y una palomita o tórtola como ofrenda de expiación. Se añade a la Ley que quien no puede pagar un cordero debe llevar dos tórtolas o dos palomas jóvenes, una para el holocausto y otra para la ofrenda de expiación, como es el caso de la Familia de Nazareth. Es una purificación ritual no moral, hacia la mujer para que pueda recuperar vitalidad. Por esto que es Lc 2, 22 habla de los “días de purificación de ellos (uniendo a la madre con el Hijo)” y por lo que el v.24 se refiere al sacrificio de “un par de tórtolas o dos pichones”, como ofrenda de los pobres. Todo esto toca, en primer lugar, a la madre que tiene que purificarse después del parto.
Otra ley estipula que todos los primogénitos son propiedad de Dios (Éx 22,29-29: “Me darás al primogénito de tus hijos”). Todo primogénito de sexo masculino, de hombre o de ganado, pertenece a Dios: los animales tienen que ser sacrificados y los hombres han de ser rescatados (Éx 13, 2. 12-13. 15; 34, 19-20). Y el precio del rescate es de cinco ciclos, que se han de pagar a cualquier sacerdote (Lev 27, 3), a partir del mes del niño.
Esta prescripción empezaba a urgir a los treinta días del nacimiento. Atañía al padre y sólo al padre real de la criatura. Cuando un primogénito no había sido rescatado por cualquier causa, estaba obligado a rescatarse a sí mismo, una vez llegado a adulto. En este escenario de cumplimiento de la ley con prescripciones tan puntuales, la Palabra de Dios nos muestra a la familia de Nazareth.
Queremos entrar en la escena como humildes servidores, viendo qué hacen y dicen las personas, cómo se mueven.
El Templo es un lugar ungido y consagrado por el Señor, donde se respira santidad como pasa en nuestros templos y santuarios. La santidad del templo unge el corazón y el alma de los que allí están y despierta la oración. Contemplamos esta escena de sencillez donde con reverencia María y José presentan su sencilla ofrenda de dos palomitas. En cuaresma cuando nos privamos de algo es para darlo a los pobres, y es nuestra sencilla ofrenda.
Ungidos para darse. Es Cristo, el ungido, quien estaba en el seno de María y ahora está en sus brazos. María y José ofrendan lo que tienen, y Ana y Simeón ofrendan su alabanza donde ya no hay palabras, sólo el alma ofreciéndose. Esa alabanza se transforma en hechos bien concretos en la tierra, donde el reino ya está presente.
El viejo llamado Simeón profetiza. Es un viejito ungido por el Señor que lo hace profetizar, sobre el destino del niño y de su madre. El niño será piedra de tropiezo para muchos, y a ella misma una espada le atravesará el alma. Es la profunda comunión que existe entre Jesús y su madre. Cuantos abuelos nuestros tienen tantos secretos para revelarnos, y a veces no nos percatamos de cuánto los grandes tienen para regalarnos que nos ahorran tanto tiempo y tantos dolores. Es bueno detenidos en este texto también orar y volver a valorar la pequeñez de los ancianos que terminan pareciéndose a los niños: fragilidad y necesidad de protección.
En la ofrenda en el Templo de Jesús, está anticipada la ofrenda del Cordero pascual, que se va a inmolar por nosotros para cambiar el viejo rito por el nuevo rito, y así la nueva alianza estará hecha sobre la sangre ya no de un animal, sino del mismo Hijo de Dios.
La razón última y auténtica por la que Jesús no fue rescatado, tiene que ver con que Él es el primogénito del Padre, y por eso es plenamente santo; y sin embargo Él quiso pagar el rescate por todos.
Es desde este lugar de ofrenda de Jesús, y de María, de este lugar de entrega silenciosa de José, donde se despierta en Ana y en Samuel la adoración y la alabanza al ver al esperado de los tiempos apareciendo en el Templo, para comenzar a ubicar las cosas en su lugar a partir de la nueva ley y la nueva Alianza.
1-Oración preparatoria (EE 46) me pone en el rumbo del Principio y Fundamento: que lo que yo vaya a hacer me ponga en el contexto de buscar y realizar, ya desde ahora, y por encima de todo, la voluntad de Dios.
2- “Traer la historia” (EE 102) Se trata de reconstruir la historia de lo que contemplo a partir de los datos. Ayudará leer detenidamente y varias veces el pasaje que quiero contemplar Evangelio según San Lucas 2,22-24.
3-“la composición de lugar” (EE 103) tengo que componer la escena, re-crearla, reconstruirla desde los datos que la Escritura me ofrece.
4-Formular la petición (EE 104) La petición es la que enrumba la oración, la pone en búsqueda de algo, no la hace simple pasatiempo, sino persistente interés en alcanzar algo.
“Interno conocimiento de nuestro Señor Jesucristo para más amarlo y mejor servirlo”
5-Reflectir para sacar algun provecho significa dejarme mirar por la escena, como ubicarme en ella: aquí me implico en ella como si presente me hallare. Es dejar que lo mirado me mire y me diga algo nuevo. Eso que se me dice son las mociones que se me dan.
6-Coloquio a partir de lo que he vivido en la contemplación, no me faltarán palabras para pedir, agradecer, alabar o simplemente disfrutar de lo que se me ha dado.
7-Examen de la oración
Padre Javier Soteras
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