12/03/2024 –
Los Ejercicios Espirituales en la vida cotidiana son una propuesta que San Ignacio planteó a todos los hombres y mujeres que no podrían retirarse un mes a orar. Desde hace muchos años, en cada cuaresma los compartimos al aire de la radio.
En la ejercitación de hoy, rezamos con el pasaje de la multiplicación de los panes. Jesús siente compasión, organiza a las personas, multiplica el pan. Veamos lo que Jesús dice, hace, sus gestos. Veamos cómo nos mira y dialoguemos con Él.
Al desembarcar, Jesús vio toda aquella gente, y sintió compasión de ellos, pues estaban como ovejas sin pastor. Y se puso a enseñarles largamente.Se había hecho tarde. Los discípulos se le acercaron y le dijeron: «Estamos en un lugar despoblado y ya se ha hecho tarde; despide a la gente para que vayan a las aldeas y a los pueblos más cercanos y se compren algo de comer.»Jesús les contestó: «Denles ustedes de comer.» Ellos dijeron: «¿Y quieres que vayamos nosotros a comprar doscientos denarios de pan para dárselo?»Jesús les dijo: « ¿Cuántos panes tienen ustedes? Vayan a ver.» Volvieron y le dijeron: «Hay cinco, y además hay dos pescados.»Entonces les dijo que hicieran sentar a la gente en grupos sobre el pasto verde.Se acomodaron en grupos de cien y de cincuenta.Tomó Jesús los cinco panes y los dos pescados, levantó los ojos al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y los iba dando a los discípulos para que se los sirvieran a la gente. Asimismo repartió los dos pescados entre todos.Comieron todos hasta saciarse; incluso se llenaron doce canastos con los pedazos de pan, sin contar lo que sobró de los pescados. Los que habían comido eran unos cinco mil hombres. Mc 6,34-44
No cabe duda que el evangelio pone de manifiesto que la multitud busca a Jesús como también nosotros lo buscamos. Dicen que al desembarcar vio mucha gente y “sintió compasión de ellos” y curó a sus enfermos. Es esa gente que cuando supo que el Señor iba cruzando el lago, salieron de las ciudades, para escuchar sus palabras al igual que nosotros que lo buscamos porque queremos escucharlo. Lo buscan para curar sus heridas, como también nosotros necesitamos que Él nos sane. Lo buscan para recibir el perdón de sus pecados, como también nosotros necesitamos ser perdonados por Él.
Y Jesús, fiel a su misión no posterga el encuentro, los atiende pacientemente, los escucha, los cura y los consuela. Está todo el día con ellos, dejando de lado su propio interés para escuchar la necesidad de aquellos que lo buscan. Lo mismo hace con nosotros, Él está interesado en cada uno de nosotros.El corazón compasivo y el gesto solidario de Jesús nos rebelan el rostro del Dios Padre y Pastor, rico en misericordia. Y cuando llega la tarde, nos dice el evangelio, se le acercan los apóstoles y le dicen “Despide a la multitud, Señor, para que vayan a los pueblos y caseríos de alrededores en búsqueda de albergues y alimentos porque estamos en un lugar desértico”.
La despreocupación de los discípulos ante la carencia de la multitud, contrasta con la compasión de Jesús. Es verdad que se planteaba una situación de grave necesidad y que no se podía prever una solución que no viniera del poder de Jesús.
Da la impresión que los discípulos sólo intentaban distanciarse del problema. Jesús les ordenó entonces algo que para ellos sonaba imposible de realizar: “Denles ustedes mismos de comer”. No aceptó, el Señor, la actitud evasiva de sus discípulos, al contrario exigió que se mostraran compasivos con las necesidades de la gente. Aún cuando esto los colocara en una situación por encima de sus fuerzas humanas.El Señor ha querido necesitar la cooperación responsable de ellos para realizar su obra. Quedó establecida así una norma de conducta que tiene como modelo al mismo Jesucristo, y que deberá ser la característica que identifique a todos los discípulos. El Señor cumplió lo dicho por el profeta: “Él tomó nuestras debilidades y cargó sobre sí nuestras enfermedades”.
Nosotros discípulos, como ellos, no debemos buscar nuestro propio interés sino el de los demás; debemos sentir como propias las necesidades de los otros. Y esto es conocer el corazón de Jesús y meternos en Él.
La reacción de los discípulos es inmediata y tremendamente lógica, además de sincera: “Pero Señor no tenemos nada más que 5 panes y dos pescados”. Y el Señor los desconcierta: Tráiganlos, háganlos sentar en grupos de 50. Eran alrededor de 5mil hombres. Y a continuación el milagro: los panes y peces bendecidos y entregados a los discípulos que se multiplican entre sus manos con abundancia de Dios.
Esta queja mediante la desproporción a la misión recibida y mis fuerzas, entre las multitudes hambrientas y mis poquitos panes y peces, recorre toda la historia de la salvación y la nuestra. Es la desmesura del evangelio.
Y hoy nosotros somos llamados a vivir esta desmesura: la del amor a los más pequeños, la desmesura de la búsqueda incesante de la oveja perdida, la desmesura de la misericordia del papá del hijo pródigo, del perdonar setenta veces siete y sin condiciones. La desmesura de echar una vez más las redes cuando todo parece inútil…. la desmesura de ofrecer los poquitos panes y peces para lo que Dios quiera. La desmesura de sembrar empecinadamente aunque gran parte caiga al borde del camino, del de acompañar dos kilómetros al que nos pidió que lo hiciéramos por dos cuadras; la desmesura de bajarnos del caballo al tirado a la puerta de la ciudad y llevarlo hasta la posada y preguntar por él a la vuelta cubriendo los gastos nosotros. Es la desmesura de agacharnos y lavar los pies heridos al que Dios puso al lado nuestro, de vivir con una sola túnica y un par de sandalias…. Es la desmesura, en definitiva, de dar la vida por los amigos.
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