Día 20: Contemplación para alcanzar amor

martes, 17 de marzo de 2015
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Hoy nos encontramos en el último encuentro de nuestros ejercicios en los cuáles hemos recibido muchas gracias para nuestra vida y la de los nuestros.

San Ignacio, para coronar los ejercicios nos invita a entrar en lo que él llamó la contemplación para alcanzar amor. Todos los ejercicios fueron para alcanzar amor, para que el amor del Señor nos alcance, nos llegue y también para que nosotros a ese amor lo entreguemos, lo hagamos servicio, lo donemos y seamos testigos de la vida nueva que el Señor fue haciendo germinar en nuestro corazón. A través de esta contemplación tenemos la posibilidad de permanecer una vez concluida esta experiencia de los ejercicios, en la presencia de Dios y encontrarlo en todas las cosas.

En cuanto a la estructura de esta contemplación el Padre Fiorito dice que la contemplación para alcanzar amor es una recapitulación de la experiencia de los ejercicios. Los ejercicios han sido un encuentro personal con Cristo Nuestro Señor en el que se nos ha manifestado su voluntad y nos ha llamado a un servicio y a un seguimiento más de cerca.

San Ignacio comienza la metodología con una nota que dice: “Ante todo conviene advertir dos cosas: la primera es que el amor se debe poner más en las obras que en las palabras. La segunda es que el amor consiste en comunicación de las dos partes, en el compartir y comunicar el amante con el amado lo que tiene o de lo que tiene y puede, y así por el contrario el amado a la amante”. En esta nota San Ignacio quiere remarcar que este amor no requiere del esfuerzo para ser alcanzado sino que es un amor que ya nos dio alcance.

Nosotros ya hemos sido alcanzados por el amor y por eso mismo la respuesta es el amor que se debe poner más en las obras que en las palabras. Y aquí podemos recordar los hermosos textos del Buen samaritano como también del lavatorio de los pies. “Ve y haz tú lo mismo”; “Ustedes serán felices si sabiendo estas cosas las practican”. Es un modo de poner en acción la gracia que pedíamos.

En la segunda semana cuando contemplábamos la vida del Señor, su nacimiento, su pesebre, su vida pública, pedíamos interno conocimiento del Señor para más amar y servir. Éste amor es recíproco, sólo es de a dos, y comunica lo mejor que tiene uno y se lo da al otro. Es decir, Dios me ha dado todo su amor y yo le respondo con todo mi amor. Es un intercambio de dones. “Amor con amor se paga”, dice Santa Teresita.

En cuanto a la metodología de nuestra oración no debemos olvidar como Dios nuestro Señor nos mira. Como lo veníamos haciendo, en la oración preparatoria decimos: “Señor, que este rato en el cuál me voy a dedicar a rezar y encontrarme con Vos, todo mi ser esté abierto a tu amor, a tu voluntad, a tu gracia”. Después la composición viendo el lugar. Aquí será verme delante de Dios nuestro Señor, de los ángeles, y santos que interceden por mí. Después será pedir “interno conocimiento de tanto amor recibido para que yo reconociéndolo completamente pueda en todo amar y servir a su Divina Majestad”.

Ponerme bajo la mirada y en oración con todos los santos, los ángeles, frente a Dios Padre, la Virgen, Jesús… Es un momento importante en donde le vamos a pedir a los ángeles y santos del cielo que intercedan por mí, para que me ayuden a reconocer todo lo que he recibido del Señor a lo largo de mi vida. Ésto consiste en hacernos conscientes de los dones recibidos, de entender nuestra vida como don y reconocerla como parte de la gratuidad amorosa de Dios, por lo que buscaremos responder al Señor con un gran agradecimiento. De ahí nacerá el descubrimiento de lo importante y el sentido que tiene en nuestra vida el amar y servir. Es un amor expresado en el servicio y es el fruto definitivo de los ejercicios espirituales.

Uno se va a ir dando cuenta que fue haciendo bien los ejercicios cuando brote de lo más profundo de nuestro corazón el agradecimiento, que se va a traducir en un servicio desinteresado al Señor y a mis hermanos. Esto nos llevará también a encontrar a Dios en todas las cosas.

La contemplación para alcanzar amor, es la síntesis de los ejercicios que nos lleva a descubrir que la vida de Dios es regalo, y pasar de creer que depende de los méritos acumulados a sentir el gozo inmenso del agradecimiento por la gratuidad recibida. Para ello nada más útil que recordar los beneficios recibidos en la vida entera y agradecer cuánto el Señor se ha dado en mi vida. El Señor se quiere dar, se ha venido dando a lo largo de toda mi vida, y lo va a seguir haciendo en todo el tiempo y el camino que me queda por recorrer. Es lo que nos ayuda a captar como la propia vida ha sido, está siendo, la historia de la fidelidad de Dios para con cada uno de nosotros.

Quiero dar las gracias a Dios por este regalo que me ha hecho de ayudar a otros a que Jesucristo sea más conocido y amado. En estos días hemos entrado en diálogo, nos hemos ayudado mutuamente a descubrir a Dios presente en nuestra vida. ¡Qué bueno! Hoy que terminamos nuestros ejercicios quiero dejarles a todos mi agradecimiento y la alegría por haber compartido esta experiencia tan linda de Ejercicios por la Radio.

Y para concluir y despedirme quería dejarles un texto del padre Arrupe que me parece lindo para que les quede como recuerdo de lo que es importante de ahora en más.

 

Enamórate, nada puede importar más que encontrar a Dios,
es decir, enamorarse de él de una manera definitiva y absoluta.
Aquello de lo que te enamoras atrapa tu imaginación
y acaba por ir dejando su huella en todo.
Será lo que decida qué es lo que te saca de la cama en la mañana,
qué haces con tus atardeceres, en qué empleas tus fines de semana,
Lo que lees, lo que conoces, lo que rompe tu corazón,
y lo que te sobrecoge de alegría y gratitud.
¡Enamórate! Permanece en el amor.
Todo será de otra manera.
P. Arrupe s.j.


Memoria agradecida y abandono a Dios

Hoy que terminamos con este mes de ejercicios ignacianos con mucha alegría y agradecimiento vamos a centrarnos en “La contemplación para alcanzar amor”, con la que Ignacio quiere que terminemos porque nos prepara para seguir el camino.

Es una contemplación para alcanzar amor, que también podría ser para crecer en amor y sobre todo para que el amor después se manifieste. El amor se manifiesta más en obras que en palabras dice San Ignacio. Dentro del mes de ejercicios, Ignacio en el texto es la primera vez que usa la palabra amor. Es como si Ignacio la reservara y la guardara para el final, aclarando que estamos hablando de amor que implica reciprocidad, un amar y ser amado. Además, éste amor se manifiesta en obras más que en palabras. Ignacio pretende que éste “buscar y hallar la voluntad de Dios para poder seguirla” que es la finalidad de los ejercicios, se de en la medida que crezcamos en el amor a Dios, a su voluntad y a lo que Él nos ha dado como misión. Deberíamos terminar los ejercicios amando más o deseando amar, o intentando amar más, pero no solo afectivamente o con lindas palabras (que por supuesto son importantes) sino sobretodo a través de los gestos. Se debería notar a través de nuestros gestos que hemos hecho ejercicios durante este tiempo.

 

Recordar con agradecimiento

Así como al comienzo los ejercicios nos hicieron recorrer la vida para ver nuestro pecado, ahora la recorremos para descubrir cuánto cuidado y cariño de Dios, todo lo positivo y lindo. Dice Ignacio “Traigan a la memoria, los beneficios recibidos, los beneficios de creación, beneficios de redención y dones particulares”. Los beneficios de creación tiene que ver con la vida, el hecho de haber sido creados, y esta vida que me toca vivir hoy; dar gracias por haber sido creados amorosamente por Dios con infinito amor. Los beneficios de redención, es sobre todo la gracia de la fe, este regalo inmenso que no viene pegado al hecho de nacer, sino que es un regalo de Dios.

Pieter Van der Meer, en su libro “Nostalgia de Dios” se preguntaba después de su conversión “¿a quién le deberé yo el milagro de creer? ¿quién habrá rezado por mí sin yo saberlo? ¿cuál será el grado de sufrimiento ofrecido que hace que hoy día pueda yo creer? (…) Creo que parte del gozo del cielo va a ser cuando el Señor nos presente a las personas a quienes nosotros les debemos el milagro de creer y el milagro de llegar al cielo”.

Seguramente nos llevaremos una gran sorpresa. Quizás en el cielo, entre la gran alegría de encontrarnos con el Señor, también va a ser lindo cuando el señor nos ponga frente a frente con aquellos a quienes les vamos a tener que agradecer el milagro de la fe y el milagro posiblemente de nuestra redención. A veces Dios quizás se ha valido de tantas mediaciones y de tantas personas que han intercedido por nosotros. Ésto también incluye este pedido de agradecimiento en memoria de los beneficios de redención, la gracia de la fe.”

También traemos a la memoria los dones particulares que son mi familia, mi vocación, mi misión, las personas que Dios puso al lado de mi vida, las circunstancias y los hitos fuertes que han marcado mi vida.


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En todo amar y servir

Ignacio nos hace recordar, y a continuación agrega “Ponderando con mucho afecto”. Recordamos con la cabeza, pero Ignacio nos propone hacer una memoria desde el corazón, “ponderando con mucho afecto cuánto ha hecho Dios nuestro Señor por mí”. Ignacio quiere que nos admiremos, que gocemos haciendo memoria de todo el cariño que el Señor me ha brindado de tantos modos tan misteriosos a lo largo de la vida.

San Ignacio como composición de lugar, quiere que nos pongamos junto al Señor, la virgen, San José, los apóstoles y aquellos santos a los que les tenemos devoción. Y pedimos “conocimiento interno de tanto bien recibido para que yo enteramente reconociendo pueda en todo amar y servir a su Divina Majestad”. Al hacer memoria, en este conocimiento interno de tanto bien recibido para que lo pueda reconocer y pueda crecer en amor, aparece este lema muy ignaciano ”En todo amar y servir”. Esto es lo que Ignacio pretende del ejercitante que termina los ejercicios. Significa buscar y hallar a Dios en todas las cosas, en todo amar y servir, es decir cuando estoy rezando, en la vida de mi trabajo, de mi familia, cuidando un enfermo, en todo y a todos. “Amar y servir a Dios en todas las cosas” quiere decir que la santidad es la fidelidad a lo que Dios me pide en el momento en que estoy viviendo. En todo amar y servir… cuando estoy de rodillas frente al Santísimo, en la misa, cuando estoy cocinando, descansando, jugando, trabajando o lo que sea.

Ignacio nos hace recordar, y el fruto de esta memoria es el ofrecimiento, es decir, viendo todo lo que Dios ha hecho por mí, la reacción natural del corazón es la ofrenda, brindarse enteramente al Señor. No es un ejercicio afectivo puramente sino que viendo tanto bien recibido la reacción natural es la oración con que Ignacio termina los ejercicios, que es una oración de total disponibilidad. Hemos empezado los ejercicios pidiendo la gracia de la disponibilidad y los terminamos con una oración de Ignacio de total disponibilidad:

Toma Señor y recibe toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento, y toda mi voluntad. Todo mi haber y poseer vos me lo diste, a vos Señor lo torno. Todo es tuyo, disponelo a Tu voluntad, dame tu amor y tu gracia que esta me basta.

Esta oración de disponibilidad es el fruto de todo un camino que hemos venido haciendo en los ejercicios. Hacia el final hacemos memoria agradecida y al darnos cuenta de todo lo que el Señor hizo por nosotros surge del corazón decir “Señor no puedo menos que ofrecer toda mi vida y ponerla en tus manos”.


Hacer memoria

Cabodevilla dice que la memoria es recordar el camino y calentar el corazón. Es un llegar a la conclusión de que el Señor estuvo y está en mi vida, por lo que no hay lugar a pensar que pueda dejar de seguir estando y cuidando de mí. La memoria es aquello que me constituye, es aquello por lo cuál yo soy yo, es la trama que unifica mi vida. La memoria para nosotros no es un archivo viejo guardado en un sótano, sino que es la médula espinal de mi alma. Decía Cabodevilla: Yo soy mi memoria.

Por otro lado es importante porque de la memoria nace la esperanza. Esto que canta tan lindo Julián Zini: Qué lindo mi pueblo que tiene memoria, seguro que tiene esperanza también. La esperanza se sostiene y se apoya sobre la memoria. Y el mismo Cabodevilla dice que si uno al hacer memoria se encuentra con que el pasado ha sido decepcionante y pareciera que no hay nada firme, aún en ese caso, todo náufrago puede rescatar de las aguas algunas tablitas de su barca deshecha y con esas tablitas armar una frágil y digna cabaña. Aún si al mirar al pasado lo encontramos repleto de cosas tristes, siempre hay materia suficiente para levantar una digna cabaña donde uno pueda encontrar cobijo. Quizás hay muchas páginas oscuras que si uno las tuviera que vivir de nuevo trataría de evitarlas, pero puestas en el tiempo tienen sentido.

La memoria del corazón es una lectura que hacemos desde los ojos de Dios. Fray Luís de Granada decía una frase muy parecida a la de San Ignacio: “La memoria sirve para hacer a los hombres agradecidos a Dios”. Toda oración debe ser acción de gracias. Tomar conciencia que hemos recibido mucho más de lo que podemos pedir. Es casi una obligación ejercitar la memoria, recuperar y detallar los recuerdos delante de Dios.

Ayer en la reflexión de los discípulos de Emaús ¿qué hace el Señor para calentarles el corazón y para consolarlos? Les hace recordar, los lleva allá al primer amor, los hace recordar porque la tentación de la tristeza y el escándalo de la cruz les ha traído el olvido. Se olvidaron de las gracias recibidas, de que el Señor les dijo que esto iba a suceder, y también de que después iba a resucitar. La memoria del corazón implica recuperar y detallar los recuerdos delante de Dios, incluidos los del evangelio y los de mi propia vida.

Un ejemplo aparece en el comienzo del evangelio de San Lucas, en donde María canta el Magníficat. Seguramente Ignacio es inspiró en el Magníficat de la Virgen porque en esas líneas aparece la memoria del corazón de la Virgen y del pueblo de Israel como un canto de alabanza, agradecido y jubiloso de tantos favores concedidos por Dios. “Mi alma canta la grandeza del Señor, mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador porque…”. Todos podemos cantar nuestro propio Magníficat. Ignacio quiere que hagamos memoria de cuáles son las razones y los favores concedidos por Dios a lo largo de mi vida.

En la contemplación para alcanzar amor hay materia para una semana entera para rezar. En estos días estaría bueno animarse a “perder tiempo” en traer a la memoria personas, situaciones y dar gracias. A la vez entrelazar ese agradecimiento con el ofrecimiento de nuestra vida y de todo nuestro ser. Santo Tomás decia que “de las cosas pasadas conviene sacar argumentos para los sucesos futuros” por eso, la memoria del pasado es necesaria para aconsejar bien en el futuro.

En la mitología griega aparece Teseo como símbolo de la memoria. El personaje es aquel que mata al minotauro en el laberinto de Creta. Para salir del laberinto, comienza a recoger el hilo que su amada le había dado antes de entrar y que fue desenrollando mientras caminaba. Encontró la salida simplemente recorriendo el hilo. La memoria muchas veces tiene fuerza para sacarnos de esos momentos de la vida donde nos sentimos en un laberinto, sin salida y sin saber para donde rumbear y sin poder recordar cosas lindas. Son esos momentos en donde el corazón y el alma se ofuscan, y perdemos los puntos de referencia. Las memorias de las gracias recibidas muchas veces nos da esa pequeña luz que necesitamos para salir de los laberintos de la vida.

Hay una sabiduría escondida en la memoria y ella también es un lugar de meditación. En el Salmo 43, 5 dice “Recuerdo los tiempos pasados, considero todas tus acciones”. Recordar es hacer presente. San Agustín decía: “En qué santuario te encuentro Señor”, y se respondía: “Tú le has concedido a mi memoria este honor de residir en ella”. Agustín decía que la memoria es como un sagrario, un lugar donde yo lo encuentro al Señor, no sacramentalmente, pero sí encuentro las marcas de su paso a lo largo de mi vida.

Les propongo recuperar la memoria de nuestro camino personal, hacer memoria de cómo nos buscó el Señor, de mi familia, de mi pueblo… Dicho así: pierdan tiempo. Y por eso les digo ojala puedan quedarse algunos días más con este texto. Quédense recordando a su abuela si les hacen bien, momentos de la infancia que te marcaron para siempre, consejos de tus padres, experiencias con tus hermanos, con tus amigos… el recuerdo de tu primera comunión, la partida de los que hemos querido y nos marcaron en la vida. Será un “perder tiempo” recordando, un ejercicio que lo tenemos muy descuidado quizás por el mismo ritmo de vida pero que es fundamental para el ser humano.

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Textos de la Palabra

Hacer memoria con la propia vida ya nos debería dar materia suficiente para la oración de varios días. De igual modo les propongo algunos textos por si les ayuda a rezar.

Carta a los Hebreos 10, 32 – ss. “Traigan a la memoria los días pasados, en que después de ser iluminados hubieron de soportar un duro y doloroso combate (…) No pierdan ahora la confianza”. Es la memoria de las luchas que hemos tenido y Dios nos ha rescatado. Podemos traer a la memoria aquellos duros y dolorosos combates que soportamos, dejarnos decir por el apóstol: “No pierdas ahora la confianza”, como diciendo “oiga, no me afloje ahora, acuérdese que hemos tenido unas batallas interesantes en la vida… acuérdese que en aquellas también pensábamos que estábamos perdido y Dios nos rescató”.

Hebreos 13, 7: “Acuérdense de sus dirigentes”. Nos referimos a los papás, tus abuelos, tu maestro bueno de primaria, tu catequista, tu hermano mayor. “Acuérdense de sus dirigentes, de aquellos que les anunciaron la Palabra de Dios y considerando el final de su vida imiten su fe” dice el texto. Traemos a la memoria esas personas que fueron significativas y marcaron nuestras vidas. Qué picardía que se nos haga más fácil recordar los que nos hace sufrir, y se nos dificulta acordarnos con más frecuencia aquellos que nos han hecho tanto bien.

Deuteronomio 8, 2-6 dice: “Acuérdate del camino recorrido y date cuenta”. Si la gracia es la memoria la tentación es el olvido. Dice allí entonces bellísimamente: “Acordate del camino recorrido y date cuenta, no vayas a olvidarte estas cosas que tus ojos han visto ni dejes nunca que se aparten de tu corazón”. No nos olvidemos de lo que los ojos del corazón vieron ni dejes nunca que se aparte de tu corazón.

Deuteronomio 8, 11-20: “Guárdate de olvidar jamás a Yahvé, no sea que cuando comas y quedes satisfecho, cuando construyas casas cómodas, cuando se multipliquen tus ganados y tengas oro en abundancia, tu corazón se ponga orgulloso y entonces olvides a Yahvé que te sacó de Egipto, de la casa de esclavitud”. El texto habla al pueblo de Israel, que así como la desesperanza es la tentación en el desierto, cuando llegan a Canaán la tentación es el olvido de quién te condujo en el camino. A veces la comodidad, cuánto más la sobreabundancia, la opulencia trae el olvido de a quienes le debemos la gracia y nos atribuimos a nosotros mismos cosas que no son nuestras, son puro regalo de Dios. Esa es la gran tentación del poder.

Deuteronomio 15, 15 que dice: “Acuérdate que tu también fuiste esclavo en tierra de Egipto”. La memoria nos hace misericordiosos.

La Virgen Santísima, es el icono de la memoria. Ella es quien “guardaba todas estas cosas en su corazón” dice el evangelio.

Esta es la gracia con la que Ignacio termina los ejercicios. Así como la primera gracia de la resurrección fue la alegría y la hemos trabajado, la segunda gracia que está muy unida es la memoria agradecida para “agradeciendo ofrecerme mucho”.

Además de la oración de disposición que ya compartimos de San Ignacio, aparece otra muy linda de Charles de Foucauld: “Padre, me pongo en tus manos, haz de mí lo que quieras, sea lo que sea. Te doy gracias. Estoy dispuesto a todo. Lo acepto todo, Con tal de que se cumpla Tu voluntad en mí Y en todas tus criaturas. No deseo nada más, Padre. Te encomiendo mi alma, te la entrego con todo el amor de que soy capaz, porque te amo y necesito darme, ponerme en tus manos sin medida, con infinita confianza, Porque tu eres mi Padre.

O quizás aquella que decía San Agustín al final de su vida: “Señor lo que quieras, cuando quieras, y del modo que tu quieras”. ¡Qué triología más hermosa y a la vez exigente!.

Les propongo este ejercicio y ojalá se animen a prolongarlo y tengan la “valentía” de tomarse varios días recordando y ofreciéndose mucho, como dice San Ignacio.

Mi agradecimiento grande a la Hermana Marta y a cada uno de ustedes queridos oyentes de Radio María y usuarios de Oleada Joven desde distintos puntos del país.