Día 21: Jesús y Zaqueo

miércoles, 13 de marzo de 2013
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Seguimos caminando esta experiencia tan profunda y rica que son los ejercicios. Como lo hacemos todos los días, comenzamos poniéndonos en la presencia del Señor con la oración preparatoria. Ponerme bajo su mirada, su intención y deseo de escucharme, recibirme y amarme.


Podemos ayudaros con el Salmo 116:


¡Alaben al Señor, todas las naciones,
glorifíquenlo, todos los pueblos!
Porque es inquebrantable su amor por nosotros,
y su fidelidad permanece para siempre.
¡Aleluya!


Pidamos conocer a Jesús, conocerlo en la relación con la multitud, con personas concretas. Seguramente en estas distintas relaciones va a ir apareciendo su relación conmigo, que es muy personal.

 

El encuentro de Jesús con Zaqueo

Hoy vamos a tomar Lc 19, 1-10.

Jesús atravesaba la ciudad de Jericó y que este jefe de los publicanos rico, llamado Zaqueo, como era de estatura baja se subió a un árbol para ver a Jesús. ¿qué pasaba por el corazón de este hombre? ¿qué se movía en el interior de Zaqueo?. Su interior no estaba libre de pecado, seguramente el contacto con la riqueza había manchado su corazón. Sin embargo era un hombre de fe; y la fe lo llevó a la curiosidad, aun sin miedo a pasar el ridículo frente a los suyos: un jefe de publicanos trepado a un árbol porque es petizo para ver a Jesús no era poco espectáculo. Seguramente en el interior de Zaqueo por su fe y por sus deseos de conocer quién era Jesús, no se le ocurre otra cosa que verlo y continuar después con su trabajo. Seguramente había escuchado decir que trataba bien a los publicanos y pecadores, pero nunca se le ocurrió pensar que Jesús se iba a invitar a comer a su casa. Leíamos en el evangelio que cuando llegó a aquel sitio, Jesús levantó la vista y le dijo: Zaqueo baja pronto porque hoy me voy a alojar en tu casa. Y se apresuró a bajar y lo recibió con alegría.


Podemos contemplar el interior de Jesús cuando elige a Zaqueo para hospedarse en su casa. Seguramente el Señor ya conoce las murmuraciones que vendrán después y lo hace a propósito. Se va a hospedar en la casa de un pecador. En el interior de Jesús hay un cierto humor por lo que dirán muchos, pero también por la alegría que le va a dar a Zaqueo y en los pobres y despreciables publicanos.

Contemplemos también la alegría de Zaqueo que lo llevó a bajar rápidamente del árbol, y así como su fe lo había hecho subir corriendo, ahora que ha visto pasar al Señor, lo recibe en su casa. El Señor le dio la ocasión de hacer caridad con Él y con los pobres. Si no hubiera sido por el paso Señor, no hubiera podido repartir sus bienes como lo hizo después. No salió zaqueo al encuentro del Señor, sino al revés.

 

Hoy ha llegado la salvación a tu casa

En estos ejercicios el Señor seguramente ya se nos hizo y se nos volverá a hacer presente; Él nos sale al encuentro. Y tanto Zaqueo como Jesús, se sienten cómodos desde el primer momento. Hay una secreta inteligencia entre el que tiene fe y Jesús, a pesar de ser aquel un pecador. Los que murmuraban sólo ven el pecado pero no ven la fe traducida en generosidad. “Ha ido a hospedarse en casa de un hombre pecador” murmuraban. Y podemos contemplar también el interior de éstos hombres. Por un lado rechazaban a Jesús y cualquier gesto suyo es tomado mal. Parten de la falta de fe, y la falta de fe los lleva a la incomprensión de Jesús y de sus gestos. Porque Zaqueo es pecador pero el gesto del Señor parece preguntar a los suyos y a nosotros: “Es pecador, y qué?”.

Zaqueo es un pecador, pero un pecador convertido en el que ha nacido la fe y por tanto la caridad. Por la presencia del Señor se santificó su casa y podemos decir entonces que Zaqueo era pecador, ya no lo es. De la misma manera cuando el Señor sale en nuestra búsqueda, muchas veces hemos experimentado que quiere hospedarse en uestra propia casa. El efecto es el mismo que en Zaqueo: una gran alegría que nos compromete más con el Señor. Es la alegría de la consolación que compromete. Y zaqueo estaba alegre por ende no le importó regalar la mitad de los bienes. Zaqueo da por supuesto su pecado de defraudación “Si en algo defraudé, devolveré cuatro veces más”. Ahora nos encontramos con un Zaqueo arrepentido, pero con un corazón lleno de acción de gracias por la visita del Señor a su casa. Así como su fe no le hizo temer el ridículo de subir a un árbol, ahora tampoco teme poner en público su pecado; se le ha ofrecido la oportunidad de hacer una reparación.

Asistimos con el relato a la conversión de un rico, conversión que se da por la fe que lo lleva a hacer limosna y a reparar el mal que ha hecho. “Es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja a que un rico entre en el reino de los cielos”. Asistimos por tanto a algo que es difícil pero que se da gracias a la limosna. Zaqueo nos da hoy un ejemplo de saber repartir los propios bienes para obtener la salvación. Él ha encontrado lo único necesario y por tanto lo demás ya no le importa. Por eso Jesús le dijo “Hoy ha llegado la salvación a esta casa porque también éste es hijo de Abraham; pues el Hijo del Hombre ha venido a buscar lo que estaba perdido”.

Muchas veces nos podemos mentir por nuestro pecado, en particular con lo que hace a la avaricia, pero entonces nos olvidamos que al Señor lo que le interesa es lo que está perdido y es eso lo que sale a buscar. Si salió a buscar a Zaqueo y lo encontró en la calle trepado en un árbol, bien nos puede encontrar a nosotros a la vuelta de la esquina y hacernos el regalo de una fe generosa. Esta fe que está creciendo en éstos días de ejercicios y que nos mueve a dedicarle estos días al Señor.

 

Resumen del ejercicio

1º Ponernos bajo su mirada. Salmo 116
2º Pedimos gracia de conocerlo a Jesús internamente, dejarlo que venga a nuestro corazón para poderlo seguir y crecer en una fe muy generosa.
3º Cuerpo: Lc 19, 1-10
4º Coloquio

 

P. Julio Merediz