Día 28: Contemplación para alcanzar amor

viernes, 7 de abril de 2017

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07/04/2017 – “No todo el me que diga Señor, Señor sino el que haga la voluntad del Padre es el que alcanza del Reino de los cielos” porque en Contemplación para alcanzar amor reconocemos con San Igancio de Loyola que el amor se ha de poner mas en las obras que en las palabras. No es que no se de en las palabras y en las manifestaciones del afecto pero se da más en las obras y las mismas hay que prestar atención tanto cuanto se quiere juzgar del amor de Dios  que nos tieen como del amor que nosotros tenemos a Dios y en las obras no hay posibilidad de engaño.

En 1 Juan 3, 18 el evangelista dice: “No amemos de palabra… sino con obras”. En Santiago 1, 22-25”: “Pongan por obra la Palabra y no se contenten con oírla, engañándose a ustedes mismos”. Y en Romanos 2, 13: “No son justos… sino los que la cumplen”.

El amor se ha de poner más en obras que en palabras, de aunque la importancia que tiene en orden a demostrar nuestro amor a Dios lo que él durante los ejercicios me ha pedido. Estamos como cerrando el camino. El Señor nos ha mostrado su querer y su voluntad, su vocación para nosotros, su llamada de reforma de vida y en eso de buscar y hallarla, encontrarla a la voluntad de Dios, ponerla en práctica.

Como dice San Ignacio: que el amor mutuo consiste en comunicación de las dos partes; es, a saber, en dar y comunicar el amante al amado lo que tiene o de lo que tiene o puede; y así por el contrario, el amado al amante; de manera que, si el uno tiene ciencia, dar al que no la tiene, y así el otro al otro” (EE 231).

La contemplación para alcanzar –o sea, aumentar- el amor de Dios consiste, pues, en considerar lo que él me ha dado (“lo que tiene o de lo que tiene o puede…”), para moverme a mí a darle, a mi vez, lo que tengo o de lo que tengo o puedo.

Y debo, por así decirlo, tanto agudizar mi vista –con la gracia de Dios- para ver lo que él me ha dado, como para darme cuenta de lo que yo le puedo dar a él: por ejemplo, mi elección, mi reforma o enmienda de vida…

EE 75: “Considerar cómo Dios nuestro Señor me mira, etc.”.

EE 46: Pedir gracia para que todas mis intenciones, acciones y operaciones sean puramente en servicio y alabanza de su divina Majestad”.

EE 232: Composición de lugar “que aquí es ver cómo estoy delante de Dios nuestro Señor, de los ángeles, de los santos intercediendo por mí”. Sobre la intercesión constante del Señor, cf. Heb 7, 25, con nota de BJ; Rom 8, 24, con nota de BJ; 1 Juan 2, 1.

EE 233: Pedir lo que quiero: “será aquí pedir conocimiento interno (como el que pedíamos, durante la Segunda semana, de Cristo) de tanto bien recibido, para que enteramente reconociéndolo, pueda en todo amar y servir a su divina Majestad”.

EE 234: “Traer a la memoria los beneficios recibidos de creación (recordar el Principio y fundamento), de redención (recordar la Primera semana y los demás dones particulares (de la Segunda a la Cuarta semana); y entre estos, la elección y reforma de vida, ponderando (con mi entendimiento) con mucho afecto (o sea, con el corazón) cuánto ha hecho Dios nuestro Señor por mí (y, a través de mí, por quienes me rodean, viven y trabajan conmigo y por los demás), y cuánto me ha dado de lo que tiene (y puede) y consiguientemente el mismo Señor desea dárseme en cuanto puede según su ordenación (plan o designio)”.

Es muy sencillo el ejercicio, es dejarnos alcanzar por su mirada de amor que abraza  mi pobreza y eleva mi naturaleza y hacer un recorrido por todos los bienes creados con los que Dios me ha bendecido, no solo los materiales, los espirituales, los laborales, los familiares, y saber permanecer allí reconociendo cuanto amor me ha tenido.

Creados para la eternidad

Para San Ignacio, La ingratitud es el peor vicio. Como dice en una carta a Rodrigues (carta 15), considero, salvo juicio mejor:

“En su divina bondad, la ingratitud ser cosa de las más dignas de ser abominada delante de nuestro Creador y Señor, y delante de las criaturas capaces de su divina y eterna gloria, entre todos los males y pecados imaginables, por ser ella desconocimiento de los bienes, gracias y dones recibidos, causa, principio y origen de todos los males y pecados; y por el contrario, el conocimiento y gratitud de los dones y bienes recibidos, cuánto sea amado y estimado así en el cielo como en la tierra.”

Con lo cual, nos mete Ignacio, en ese lugar en donde nos llama a ser agradecidos ¿de qué? de todo lo creado. Primero hacer un recorrido por el Universo, por los dones de vida natural con el que Dios nos permite vivir desde siempre en este lugar, no siempre cuidado por nosotros. Esto nos tiene, en humildad, empequeñecer y por otra parte, engrandecer el alma en gratitud.

Invita a la alabanza, un poco lo que Francisco de Asís hace con el “Cántico de las creaturas”. Puede servir ésta oración como un primer movimiento de acción de gracias y alabanza, siguiendo ese recorrido maravilloso con el que Francisco alaba y bendice al Señor.

Luego referirlo a la propia biografía, a la propia historia en donde Dios a revestido nuestra existencia con su amor que nos atraviesa el ser en su conjunto. Se puede pensar cuanto amor hubo de su parte.

Este ejercicio es para reconocer el eterno amor de Dios creándonos para la eternidad, y esto no tiene precio.

Cuando hacemos un recorrido por nuestra propia existencia, cuando miramos la obra creadora de Dios y hacemos un recorrido de nuestra historia, cuantos lugares hay donde Dios nos hace sentir que él puso su manos, su amar, su ternura, esos lugares de la propia vida nos invitan a alabar y bendecir al Señor.

P. Javier Soteras