Día 5: La parábola del hijo pródigo

viernes, 23 de febrero de 2024
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23/02/2024 – Hoy contemplamos Lucas 15, 11-32 el relato del Hijo Pródigo tres personajes: el Padre, el hijo menor y el hijo mayor. El Padre bondadoso, tierno y misericordioso en el centro de la escena, el hijo menor que tiene el deseo de abrirse camino solo y no se da cuenta que no puede solo avanzar y por esto se pierde , el hijo mayor que se mantiene “fiel” pero que no entiende cuando el padre recibe al hijo que pega la vuelta.

Jesús continuó: ‘Había un hombre que tenía dos hijos. El menor dijo a su padre: ‘Dame la parte de la hacienda que me corresponde. Y el padre repartió sus bienes entre los dos. El hijo menor juntó todos sus haberes, y unos días después se fue a un país lejano. Allí malgastó su dinero llevando una vida desordenada. Cuando ya había gastado todo, sobrevino en aquella región una escasez grande y comenzó a pasar necesidad. Fue a buscar trabajo y se puso al servicio de un habitante del lugar, que lo envió a su campo a cuidar cerdos. Hubiera deseado llenarse el estómago con la comida que daban a los cerdos, pero nadie le daba algo. Finalmente recapacitó y se dijo: ‘¡Cuántos asalariados de mi padre tienen pan de sobra, mientras yo aquí me muero de hambre!’ Tengo que hacer algo: volveré donde mi padre y le diré: Padre, he pecado contra Dios y contra ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo. Trátame como a uno de tus asalariados. Se levantó, pues, y se fue donde su padre. Estaba aún lejos, cuando su padre lo vio y sintió compasión; corrió a echarse a su cuello y lo besó. Entonces el hijo le habló: ‘Padre, he pecado contra Dios y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo. Pero el padre dijo a sus servidores: ‘¡Rápido! Traigan el mejor vestido y pónganselo. Colóquenle un anillo en el dedo y traigan calzado para sus pies. Traigan el ternero gordo y mátenlo; comamos y hagamos fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y lo hemos encontrado. Y comenzaron la fiesta. El hijo mayor estaba en el campo. Al volver, cuando se acercaba a la casa, oyó la orquesta y el baile. Llamó a uno de los muchachos y le preguntó qué significaba todo aquello. El le respondió: ‘Tu hermano ha regresado a casa, y tu padre mandó matar el ternero gordo por haberlo recobrado sano y salvo. El hijo mayor se enojó y no quiso entrar. Su padre salió a suplicarle. Pero él le contestó: ‘Hace tantos años que te sirvo sin haber desobedecido jamás ni una sola de tus órdenes, y a mí nunca me has dado un cabrito para hacer una fiesta con mis amigos. Pero ahora que vuelve ese hijo tuyo que se ha gastado tu dinero con prostitutas, haces matar para él el ternero gordo. El padre le dijo: ‘Hijo, tú estás siempre conmigo y todo lo mío es tuyo.Pero había que hacer fiesta y alegrarse, puesto que tu hermano estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado.

El capítulo 15 de san Lucas es el que mejor declara la noción de pecado en los Evangelios sinópticos. No es casual que sea precisamente el pasaje que con más ternura nos revela el amor de Dios.

  1. La enseñanza principal de las tres parábolas de este capítulo 15 de Lucas recae sobre la misericordia de Dios, cuyo mensajero e instrumento es Cristo nuestro Señor: este quiere justificar su actitud respecto de los pecadores, actitud que precisamente es la del padre respecto, no sólo del hijo menor, sino también del mayor, invitado con insistencia a “celebrar una fiesta y alegrarse” por la vuelta del hermano (Lc 15, 32).

En la parábola, todo está centrado en el padre: sólo es mencionada su alegría, no la del hijo menor; su amor de padre sigue siendo incomprensible, no sólo para los servidores, sino para el mismo hijo mayor.

Por eso se ha dicho que en lugar de llamarse del “Hijo pródigo”, la parábola debería llamarse del “Padre misericordioso”.

  1. Pero, además, de esta parábola se puede deducir una doctrina muy precisa sobre el pecado y su naturaleza.
    La parábola opone dos nociones de pecado y dos nociones de justicia.

El hijo mayor, aunque no representa propiamente a los fariseos, tiene una idea de la justicia muy semejante a la de ellos, pues se funda en la noción de la retribución o mérito: esta justicia consiste esencialmente en salvaguardar el orden externo, mucho más que en las relaciones personales entre el hombre y Dios.

El hijo mayor comparte exteriormente, sin duda, la vida familiar, pero su alma es un alma de mercenario, no de hijo, ni, consiguientemente, de hermano.
El amor paterno al hijo menor constituye, para él, un enigma y como un escándalo: en su pensamiento, el pecado es esencialmente la violación de un orden externo, una desobediencia a un precepto, una trasgresión. Él no concibe que pueda haber pecado si no existe una trasgresión formal y exterior a él.

A esta concepción, típicamente judía, la parábola opone otra. No es que el pecado deje de ser una ofensa a Dios; por el contrario, el hijo menor lo repite en dos ocasiones (w. 18 y 21); pero todo está en saber dónde está la ofensa. ¿Está en haber despilfarrado la herencia familiar? Así lo juzga el hijo mayor (“ha despilfarrado tu herencia”, v. 30), de acuerdo con la idea que se había formado de la justicia y del pecado y así se la presenta con frecuencia, so pretexto de que la partida de casa no parece ser considerada como un acto de desobediencia.

Pero esta no es la enseñanza de la parábola. La enseñanza es que el hijo pródigo ha ofendido a su padre rehusando ser su hijo. Es decir, rehusando recibirlo todo del amor de su padre, pretendiendo no depender de él sino solo de sí mismo, como lo hizo Adán.

Este rechazo y esta pretensión fueron traducidos exteriormente por el alejamiento de la casa familiar (v. 13), según el esquema bíblico que concibe el pecado como alejamiento de Dios. De la misma manera, la conversión es concebida como una vuelta a la casa de Dios (vv. 18-20).

Por lo demás, el alejamiento espiritual –en el cual consiste el pecado-, así exteriorizado, se revela a la conciencia (v. 17: “entrando en sí mismo”); esta es la primera condición para que el retorno sea posible.

  1. Precisamente este retorno del hijo es lo que alegra al padre: no el retorno con buena salud, como imaginan los servidores (v. 27), sino el retorno sin más (v. 32: “ha sido hallado”), porque es el hijo.

Más aun, a través de su pecado –o más bien, a través del perdón de su padre, que en cierta manera condiciona su pecado-, el pródigo, descubriendo el amor paternal, reencuentra –o experimenta, quizás, por primera vez -sentimientos de hijo.

  1. El mayor, aquel que se cree justo so pretexto de que no viola ningún precepto –sin caer en la cuenta de que trasgredí el más importante de todos, precisamente el de ser hijo-, continuará viviendo en la casa familiar como un extraño.

En cuanto al hijo perdido y hallado, vivirá en adelante como hijo, como hasta ahora nunca había vivido.

Lo que no había conseguido por el camino de la “inocencia” lo conseguirá por el camino de la “penitencia”, como dice la Iglesia en la misa de san Luis Gonzaga:

“Señor, que asociaste en san Luis Gonzaga la práctica de la penitencia con una vida de admirable inocencia, concédenos, por sus méritos e intercesión, que sepamos imitar su espíritu de penitencia, ya que no hemos seguido el ejemplo de su vida inocente.”

“Dios escribe derecho con líneas torcidas”, como dice el refrán popular, sabiendo sacar mayores bienes de nuestro pecado.

Resumen:
1- Oración preparatoria.

2- Petición “vergüenza y confusión de mí mismo porque por mis pecados va el Señor a la cruz”.

3- Traer la historia Lc 15, 11-32

El Padre de la misericordia nos atrae con su amor y ternura, para sacarnos del lugar de resistencia de la gracia de Dios. Volver nuestra mirada al rostro del Dios verdaderos, apartándonos de lo que nos aleja de El y acercándonos a todo lo que nos une a el.

Quiero reencontrarme conmigo desde el amor del Padre. En la misericordia del Padre está lo más auténtico de mí mismo. A ese lugar de misericordia caminamos hoy.

4- Coloquio.