Día 8: El hijo arrepentido y perdonado

viernes, 22 de febrero de 2013

En diálogo entre el P. Julio Merediz, predicador de los ejercicios, el P. Javier Soteras y algunos oyentes surgieron algunas consultas en torno a los ejercicios y desarrollo de los mismo.

 

¿Qué se espera de la primer semana de ejercicios?

Descubrir que Él me ama profundamente… que siempre nos invita a seguirlo más de cerca.

 

¿Cómo “luchar” con la ansiedad?

Brochero, y San Ignacio tenían expresiones similares al respecto… Hacer todo lo que esté a mi alcance y después agregar “todo lo tengo confiado al Señor”.

 

¿Cómo seguimos en el fin de semana?

Descansar uno de los días, no de rezar sino de la metodología de los ejercicios. Uno de los días retomar uno de los temas de la semana: sea porque estuvo flojo o "no me salió", o porque recogí mucha gracia y se que hay más.

 

 

El hijo arrepentido y perdonado

P. Julio Merediz

 


Retomamos éstos días de ejercicios donde se cruzan estos misterios tan profundos de gracia y pecado, de amor y debilidad. Nos preguntamos qué quiere el Señor en este momento de mi vida, qué debo hacer para amarlo más, para seguirlo más de cerca y poderlo imitar. Pidamos a Jesús, poder permanecer siempre en su Amor. Puede ayudarnos para la petición el salmo 129:

 

Desde lo hondo a ti grito, Señor;
Señor, escucha mi voz;
estén tus oídos atentos
a la voz de mi súplica…

 


Para continuar en este conocimiento de Dios que a la vez es conocimiento de nosotros mismo, proponemos para la meditación de hoy en El Padre Misericordioso (Lc 15, 11-31).

 

Muchos llaman a éste texto "El hijo pródigo" o "El Padre Misericordioso"; yo me atrevería a llamarla la Palabra del corazón de Jesús, que rebela en el Padre el sentimiento más profundo que siente el corazón de Cristo por nosotros.

 

Dice la parábola, que el hijo menos una vez que cobró la herencia marchó a un pais lejano…. El pecado implica “salir de la casa” y aventurarse a lo desconocido. Al principio todo brillaba hasta que vino el hambre. Y casi como de limosna, un poblador le ofreció un trabajo humillante… Bajo la apariencia del bien se esconde el mal, y cuando uno se marcha de la casa del Padre termina con menos dignidad que los animales.

 

Pero el chico, cuando vio su situación y la posibilidad de volver a su casa fue capaz de levantarse. En el fondo todavía quedaba cierta seguridad de que el Padre lo amaba. El pecado siempre supone estar caído, y el arrepentirse es levantarse. Muchas veces cuesta ese volver, ese “me levantaré e iré” es como si la soberbia nos mantuviera creyéndonos fuertes cuando somos terriblemente débiles. Pero se ve que el Señor tocó en el amor que allá en el fondo quedaba en el hijo y salió para volver a la casa del Padre. Ese paso que muchos dicen que no es un paso hacia adelante, y por eso es mucho más dificil, porque es un paso hacia adentro. En definitiva, los ejercicios como fruto final sería extraordinario que nos lleve a un paso más hacia adentro, porque en el fondo es un paso más hacia el corazón de Dios.


El escritor José María Pemán describió esta situación:


“Señor, que tu me das todo y una cosa me pides. Y yo Señor que veo que me das tantas cosas me pides tan poco, te digo sin embargo que no puedo. Pero ten compasión, aún es temprano, ¿acaso aún habrá tiempo?. Y me dirá el Señor “Años y años esperando te llevo. Una y otra vez en esta espera, granó la espiga y floreció el almendro, y una vez y otra vez, por si venías, me asomé en las tardes al sendero. Y sin embargo seguiré esperando, y todavía mientras que te espero, cuidaré que haya estrellas en tus noches y luz en tus auroras y flores en tu huerto”.

 

Éste es Jesús que siempre nos espera y que siempre nos da una nueva oportunidad, así como son estos Ejercicios Espirituales.

 

 

De la misericordia a ser misericordiosos

 

Es dificil entender la reconciliación del mundo y mucho más colaborar con ella, si antes nuestro propio corazón no emprende un camino confiado a la casa del Padre, al corazón de Jesús, si no nos dejamos cobijar por su mano cobijadora, abrazarnos y que nos bese. En deifnitiva ésta es la encarnación: es un Padre que entendió que sus hijos, nosotros, necesitabamos ser acariciados en Cristo, necesitabamos esa cercnía del buen samaritano, necesitábamos que nos hiciera prójimos suyo… y éste Padre se entrega a la alegría que nos da que cada uno vuelva a su corazón.

 

De aquí tenemos que aprender a que prenda en nosotros toda alegría que haya disponible y hacerselá ver a los demás. A veces, parece que todo el mundo no se ha convertido, que todavía no llega la paz, que la tristeza no se acaba… Pero ésta es una parte del conjunto, aunque haga mucho ruido, y no vemos tantos hermanos nuestros que vuelven a peregrinar a la casa, al interior, al hogar del interior…. Nuestros oídos por ahi se cierran y no escucha tantas voces que rezan, tantos encuentros de perdón. Somos testigos de muchos signos de esperanza, por eso no tenemos que esperar a que todo vaya bien, sino que podemos descubrir y así celebrar cada pequeño gesto, cada pequeño indicio que me dice que el reino de Dios está cerca, que Jesús está allí.

 

Desde la mirada de Dios, un acto oculto de arrepentimiento, es todo lo que se requiere para que se levante y salga como aquel Padre de la parábola y corra hacia mí que soy su hijo, o al otro, y lo abrace y lo llene de besos y llene de alegría la fiesta de su corazón. Dicen que la gente que ha llegado a conocer la alegría de Dios, no rechaza la oscuridad, pero eligen no vivir en ella. Creen que la luz que brilla en la oscuridad puede dar más esperanza que la oscuridad, y que un poco de luz puede disipar mucha oscuridad. Descubren que hay personas que se curan las heridas unas a otros, que hay personas que comparten lo que tienen, que fomentan el espíritu de familia y comunidad, que muchos son los que celebran reconociendo los dones que han recibido y hacen de su vida una verdadera fiesta en la casa del Padre, en el corazón de Dios.

 

Es difícil, muchas veces, asumir nuestros regresos de hijos pródigos. Aquí el evangelio toca el núcleo de la misión de Cristo, el perdón misericordioso. Sólo quien pase por el llanto de aquel hijo podrá comenzar de a poquito ésta escuela de saber perdonar como el Padre, de corazón grande que acoge y abre espacios, que no cierra puertas, que no hunde sino que levanta, que no revisa sino que olvida. Éste perdón es incondicional, surge de un corazón que no reclama nada para sí, es una llamada a pasar por encima de todos mis argumentos que me dicen que el perdón es poco prudente e irresponsable, pasar por encima de la parte herida y agraviada del corazón…

 

Es un llamado a saltar el muro de sentimientos negativos, del miedo y del orgullo. El perdón es treparse por encima de tantos prejuicios, condicionamientos y obstáculos, y allí en la casa donde habita el Padre, en el corazón de Jesús, abrazar a mi hermano con un amor auténtico y misericordioso. Ésta es la exigencia de la generosidad. Al hijo que vuelve, el Padre le entrega todo y no le regatea ni condiciona el don. Hoy también yo soy invitado a volver, a entrar en el corazón de ese Padre para dejarme acariciar por su misericordia, y recuperar y fortalecer la fidelidad de hijo. Solamente cuando recuerdo que soy el hijo amado soy capaz de acoger aquellos que también quieren volver a mí con la misma misericordia con la que el Padre me acoge a mí.

 

Resumen del ejercicios

 

Ponerse en la presencia del Señor, sentir que me mira y me ama.
Petición: crecer en el amor que nos ayude a permanecer siempre en Jesús. Salmo 129
Cuerpo: Lc 15, 11-31
Coloquio: Preguntarme ante Jesús “¿qué hizo Cristo por mí, qué hago yo por Cristo, qué hará Cristo por mí, qué voy a hacer yo por Cristo?”
Examen de la oración