18/03/2025 – En el día octavo de nuestro camino de ejercitación espiritual para la contemplación ponemos la mirada en el texto de Lucas 2,8-15.
En la región había pastores que vivían en el campo y que por la noche se turnaban para cuidar sus rebaños. Se les apareció un ángel del Señor, y la gloria del Señor los rodeó de claridad. Y quedaron muy asustados. Pero el ángel les dijo: «No tengan miedo, pues yo vengo a comunicarles una buena noticia, que será motivo de mucha alegría para todo el pueblo. Hoy, en la ciudad de David, ha nacido para ustedes un Salvador, que es el Mesías y el Señor. Miren cómo lo reconocerán: hallarán a un niño recién nacido, envuelto en pañales y acostado en un pesebre.» De pronto una multitud de seres celestiales aparecieron junto al ángel, y alababan a Dios con estas palabras: «Gloria a Dios en lo más alto del cielo y en la tierra paz a los hombres: ésta es la hora de su gracia.» Después de que los ángeles se volvieron al cielo, los pastores se dijeron unos a otros: «Vayamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y que el Señor nos ha dado a conocer.» Fueron apresuradamente y hallaron a María y a José con el recién nacido acostado en el pesebre
Pero este paralelismo no da razón de todo el pasaje de Lucas: la proclamación del heraldo imperial no tiene en cuenta a los ángeles, ni un “signo” como el que menciona el relato de la aparición de los pastores (que es lo que también falta en otros anuncios de ángeles, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento) ni tampoco el himno evangélico.
Explica algo, pero no todo el pasaje evangélico que estamos contemplando.
Podcast: Reproducir en una nueva ventana | Descargar | Incrustar
Suscríbete: RSS