La enseñanza de esta parábola es que el hijo pródigo ha ofendido a su padre rehusando ser su hijo. Es decir, rehusando recibirlo todo del amor de su padre, pretendiendo no depender de él sino solo de sí mismo, como lo hizo Adán.
Este rechazo y esta pretensión fueron traducidos exteriormente por el alejamiento de la casa familiar (v. 13), según el esquema bíblico que concibe el pecado como alejamiento de Dios. De la misma manera, la conversión es concebida como una vuelta a la casa de Dios (vv. 18-20).
Por lo demás, el alejamiento espiritual –en el cual consiste el pecado-, así exteriorizado, se revela a la conciencia (v. 17: “entrando en sí mismo”); esta es la primera condición para que el retorno sea posible.
Precisamente este retorno del hijo es lo que alegra al padre: no el retorno con buena salud, como imaginan los servidores (v. 27), sino el retorno sin más (v. 32: “ha sido hallado”), porque es el hijo.
Más aun, a través de su pecado –o más bien, a través del perdón de su padre, que en cierta manera condiciona su pecado-, el pródigo, descubriendo el amor paternal, reencuentra –o experimenta, quizás, por primera vez -sentimientos de hijo.
El mayor, aquel que se cree justo so pretexto de que no viola ningún precepto –sin caer en la cuenta de que trasgredí el más importante de todos, precisamente el de ser hijo-, continuará viviendo en la casa familiar como un extraño.
En cuanto al hijo perdido y hallado, vivirá en adelante como hijo, como hasta ahora nunca había vivido.
Lo que no había conseguido por el camino de la “inocencia” lo conseguirá por el camino de la “penitencia”, como dice la Iglesia en la misa de san Luis Gonzaga:
“Señor, que asociaste en san Luis Gonzaga la práctica de la penitencia con una vida de admirable inocencia, concédenos, por sus méritos e intercesión, que sepamos imitar su espíritu de penitencia, ya que no hemos seguido el ejemplo de su vida inocente.”
Momentos de la oración
1-Oración preparatoria (EE 46) me pone en el rumbo del Principio y Fundamento: que lo que yo vaya a hacer me ponga en el contexto de buscar y realizar, ya desde ahora, y por encima de todo, la voluntad de Dios.
2- "Traer la historia" (EE 102) Se trata de reconstruir la historia de lo que contemplo a partir de los datos. Ayudará leer detenidamente y varias veces el pasaje que quiero contemplar Evangelio según San Lucas 15,11-32 .
3-"la composición de lugar" (EE 103) tengo que componer la escena, re-crearla, reconstruirla desde los datos que la Escritura me ofrece.
4-Formular la petición (EE 104) La petición es la que enrumba la oración, la pone en búsqueda de algo, no la hace simple pasatiempo, sino persistente interés en alcanzar algo.
“Vergüenza y confusión de sí mismo”
5-Reflectir para sacar algun provecho significa dejarme mirar por la escena, como ubicarme en ella: aquí me implico en ella como si presente me hallare. Es dejar que lo mirado me mire y me diga algo nuevo. Eso que se me dice son las mociones que se me dan.
6-Coloquio a partir de lo que he vivido en la contemplación, no me faltarán palabras para pedir, agradecer, alabar o simplemente disfrutar de lo que se me ha dado.
7-Exámen de la oración me pregunto cómo me fue, las preguntas no hay que hacérselas a la cabeza sino a las imágenes. Me puede parecer que yo selecciono las imágenes. Pero es Dios quien me lleva a detenerme en ésta o aquella del álbum. Y desde ahí puedo hacerme preguntas como éstas: ¿Cómo es esta imagen? ¿De qué está construida? ¿Qué hay y qué no hay en la imagen? ¿Qué es lo que la imaginación se resiste a construir? ¿Qué explica que Dios quiera que me detenga en esta imagen o en esta palabra y no en las otras? ¿Por qué yo u otra de las personas están presentes o ausentes en la imagen?… Hay que hacerle preguntas a la imagen, a la sensación o a la palabra que ha resonado más en mi oración… Por eso a un buen contemplador le bastarán pocas imágenes…Es importante saberse ubicar bien en la contemplación: dónde estoy en ella y qué se me dice a mí en particular. Tal vez difiere de lo que se les dijo a los personajes del Evangelio… Me quedará la labor de interpretar ese signo y a la luz de Dios no me costará hacerlo. Así terminaba Jesús las parábolas: “El que tenga oídos para oír, que oiga”…
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