Dios, centro de nuestras vidas

viernes, 17 de marzo de 2023
image_pdfimage_print

14/03/2023 – Junto al padre Daniel Cavallo, sacerdote de la Diócesis de San Francisco nos invitó a detenernos en el Evangelio del día, la Palabra de Dios, que es viva y eficaz; nos ayuda a transformar nuestra vida y ser más de Dios.

Un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: «¿Cuál es el primero de los mandamientos?». Jesús respondió: “El primero es: Escucha, Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus fuerzas. El segundo es: Amarás a tu prójimo como a tí mismo. No hay otro mandamiento más grande que estos”. El escriba le dijo: “Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay un solo Dios y no hay otro más que él, y que amarlo con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y todos los sacrificios”. Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: “Tú no estás lejos del Reino de Dios”. Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

San Marcos 12,28b-34

Dios es el centro y el amor es la clave de la respuesta del hombre. Su señorío merece una adhesión total de parte de la criatura, sin excusas. Dios no acepta rivales de ídolos, ni extranjeros, ni caseros.

El hombre se convierte en su rostro, por eso el hombre merece el mismo amor. Amar al hombre es amarle a Él. Servir al hombre es servirle a Él: “nadie ama a Dios, a quien no ve, sino ama al prójimo a quién ve”.
La vivencia de este gran mandamiento te exige la conversión diaria a Dios y al prójimo.

El padre Daniel nos invita a detenernos en el número 224 de la carta encíclica del Papa Francisco, Fratelli Tutti:

224. La amabilidad es una liberación de la crueldad que a veces penetra las relaciones humanas, de la ansiedad que no nos deja pensar en los demás, de la urgencia distraída que ignora que los otros también tienen derecho a ser felices. Hoy no suele haber ni tiempo ni energías disponibles para detenerse a tratar bien a los demás, a decir “permiso”, “perdón”, “gracias”. Pero de vez en cuando aparece el milagro de una persona amable, que deja a un lado sus ansiedades y urgencias para prestar atención, para regalar una sonrisa, para decir una palabra que estimule, para posibilitar un espacio de escucha en medio de tanta indiferencia. Este esfuerzo, vivido cada día, es capaz de crear esa convivencia sana que vence las incomprensiones y previene los conflictos. El cultivo de la amabilidad no es un detalle menor ni una actitud superficial o burguesa. Puesto que supone valoración y respeto, cuando se hace cultura en una sociedad transfigura profundamente el estilo de vida, las relaciones sociales, el modo de debatir y de confrontar ideas. Facilita la búsqueda de consensos y abre caminos donde la exasperación destruye todos los puentes.

” la amabilidad es una liberación de la crueldd que a veces penetra las relaciones humanas, de la ansiedad que no nos deja pensar en los demás, de la urgencia distraída que ignora que los otros también tienen derecho a ser felices…” ( Fratelli tutti 224).

En esta cuaresma es una buena propuesta para examinar nuestro amor a Dios y al prójimo.

Por último el padre nos regaló la siguiente oración:

Señor, infunde en mi corazón el ideal del amor.
Que mi sueño y anhelo principal sean amarte

y expresar ese amor en el amor a los demás,

cómo me amo a mí mismo.
Ayúdame a colocar todos mis proyectos por debajo de este ideal,

y dame tu gracia para vivirlo cada día más.
Que en esta cuaresma, en el ejercicio de la amabilidad,

pueda ver Tu rostro en el rostro de mis hermanos.