30/08/2021 – ¡Cuántas cosas bellas podrían decirse de la misericordia del Señor! Porque Él es “rico en misericordia” (Ef 2, 4). Pero más que hablar de la misericordia, alabemos al Señor por ella: “¡Qué inapreciable es tu misericordia Señor!” (Sal 368). “Porque mejor es tu misericordia que la vida; mis labios te alabarán. Así te bendeciré en mi vida y alzaré mis manos en tu nombre” (Sal 63, 3-4). “¡Qué bueno es el Señor! Su misericordia permanece para siempre” (Sal 100, 5).
Perdonador y paciente. Una expresión de su misericordia es su capacidad de comprender nuestra debilidad y de perdonarnos: “El Señor es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia” (Sal 103, 8). “El Señor es bondadoso y compasivo, lento para enojarse y de gran misericordia” (Sal 145, 8) “Tú eres el Dios del perdón, compasivo y misericordioso, lento para enojarte” (Neh 9, 17). “Tú Señor eres bueno e indulgente, rico en misericordia con los que te invocan” (Sal 86, 5). Él mismo quiso mostrarse así. Cuenta la Biblia que él pasó delante de Moisés y exclamó: “El Señor es un Dios compasivo y misericordioso, lento para enojarse y pródigo en amor y fidelidad” (Ex 34, 6).
Esto no le quita nada a la grandeza de Dios, al contrario. Recordemos que esta capacidad de ser compasivo indica la grandeza de su poder, la fortaleza que le permite mirarnos con compasión: “Es lento para la ira pero grande en poder” (Nah 1, 3). Nuestras caídas no debilitan su misericordia, porque “a pesar de todo él se levantará para tenerles compasión” (Is 30, 18). Dice el Papa Francisco que “Dios no se cansa nunca de perdonar. Somos nosotros los que nos cansamos de acudir a su misericordia. Él perdona setenta veces siete. Nos vuelve a cargar sobre sus hombros una y otra vez. Nadie podrá quitarnos la dignidad que nos otorga este amor infinito e inquebrantable”. Y agrega que la misericordia “es la vía que une Dios y el hombre, porque abre el corazón a la esperanza de ser amados para siempre no obstante el límite de nuestro pecado”.