Dios lleva a término nuestras expectativas si las sabemos sostener, como Simeón, en el tiempo

viernes, 29 de diciembre de 2006
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Cuando se cumplieron los días de la purificación, prescripta por la ley de Moisés, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al Señor. Como dice la Ley del Señor, todo primogénito varón será consagrado al Señor. Ofrecieron allí sacrificios, como dice la Ley, un par de tórtolas o dos pichones. Había en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre justo y piadoso que esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo estaba en él y le había revelado que no moriría antes de ver al Mesías enviado por el Señor. Vino al templo movido por el Espíritu. Y cuando sus padres entraron con el niño Jesús para cumplir lo que  mandaba la Ley, Simeón lo tomó en sus brazos y bendijo a Dios diciendo: “Ahora Señor, según tu promesa, puedes dejar que tu siervo muera en paz. Mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos. Luz para iluminar a las naciones y gloria de tu pueblo, Israel. Su padre y su madre estaban admirados de las cosas que  se decían de El. Simeón los bendijo y dijo a María, su Madre: “Mira, éste niño va a ser motivo de que muchos caigan o se levanten en Israel. Será signo de contradicción, y a Ti misma una espada te atravesará el corazón. Así quedarán al descubierto las intenciones de todos”.

Lucas 2, 22 – 35 

La Navidad es un tiempo donde lo esperado se hace realidad. Donde en la plenitud del tiempo que nos toca vivir, estos tiempos que aparentemente no son tan buenos, o que realmente no sobran motivos para decir que no son para nada buenos, Dios quiere hacer realidad todo lo que en el corazón sentimos  como necesidad para que nuestra vida sea plena, sea realmente feliz. Es el Dios que hace realidad las promesas que pone en el corazón.

Cuando en la vida hemos caminado en la búsqueda de la plenitud para nosotros y para los nuestros, con los que compartimos la vida, y llega éste tiempo de la Navidad, entonces tenemos que abrirnos, como el viejo Simeón, a recibir de parte de Dios lo que Dios en el corazón nos ha ido prometiendo. Abrir bien los ojos, abrir bien los oídos, despertar los sentidos, los externos y los internos.

Por eso abrir también el corazón y ante la manifestación de Dios en la sencillez de las cosas de todos los días, descubrir que allí mismo se va entrelazando en la historia personal lo que Dios en su infinita bondad y misericordia nos ofrece ante el clamor que surge en el corazón en la búsqueda de lo que realmente nos hace feliz, en todos los sentidos, material  y espiritualmente, y a la medida de lo que Dios cree que debe ser lo que nos hace falta, y a la medida también de nuestra disposición interior para recibir lo que Dios está dispuesto a darnos. Aquí es justamente donde confluyen el querer de Dios y el deseo humano.

Porque Dios puede estar muy dispuesto a darnos lo que pedimos, lo que buscamos, lo que necesitamos, pero puede que nosotros interiormente no tengamos todo acomodado para recibir aquello que Dios, desde siempre, ha querido ofrecernos, darnos, para hacernos realmente felices. Y en todo caso, cuando esa disposición  interior se va generando, solemos a veces, por temor y horror al vacío, por temor y horror a lo nuevo, tapar esa búsqueda, esa necesidad, esa promesa de Dios en el corazón, con algo que ocupe el lugar que sólo Dios puede ocupar haciendo realidad nuestros sueños.

Es lo que ocurre con éste pasaje maravilloso que la Palabra de Dios nos ofrece en el viejo Simeón. El esperaba hacía tiempo en las promesas de Dios y cuando lo vio venir dijo: “Aquí está, Este es.” Dios le muestra en la persona del Niño Jesús al que él esperaba y entonces el bendice y alaba a Dios por la presencia de Aquel esperado.

¡Cómo habrá esperado Simeón! Suele el tiempo que vivimos sacarnos de ese lugar de paciencia. La velocidad, el ritmo vertiginoso en el que se mueven nuestros pasos, nuestros intereses, nuestras búsquedas, nuestros anhelos, hacen que lo que esperamos no lo esperemos con tanta paciencia y que lo inmediato, lo de ya, ahora, sea justamente lo que nos gane más el corazón cuando en realidad para  degustar algo que verdaderamente importa, sabemos que el tiempo interior, el tiempo que no se mide por el reloj sino psicológicamente gobierna nuestro corazón, tiene que recibir lo que más necesita con serenidad, con paciencia para poder gustarlo. A veces el Dios que lleva a cabo las promesas y las cumple, demora.

La demora de Dios que nos muestra hoy en el viejo Simeón no es sino para que la expectativa y el deseo estén a la altura de lo que Dios quiere darnos, que es mucho más que algo de sí mismo, es El mismo como nos muestra hoy la Palabra. Simeón no espera algo de Dios, lo espera a Dios mismo. Claro que ese Dios que se nos entrega, tiene que venir con aquello que igualmente hace en nuestra vida posible la realización en los distintos ámbitos de nuestra realización personal, en el vínculo con los demás, en el trato de nosotros con nosotros mismos, en nuestro compromiso con el mundo en el que vivimos, con nuestra vocación y llamado con el que Dios nos invita a pertenecerle, en el pertenecer a éste mundo donde Dios nos invita a ser sus testigos.

Te invito a que pienses en ésta mañana, del comienzo del año que va terminando hasta ahora, qué sentiste que era verdaderamente tu necesidad y preguntarte si ya Dios no la cumplió, si ya Dios no salió a tu cruce para responderte que El está, que El da respuestas cuando nosotros de todo corazón nos abrimos y le planteamos nuestra búsqueda.

Preguntate si Dios no te dio respuesta a lo que vos descubrirse que era tu necesidad. Estoy seguro que Dios ha dado o está por dar la respuesta que estás buscando. No dejemos de buscar y esperar esto que parece contradictorio pero que en Simeón es clarísimo, el busca la presencia de Dios, el rostro del Dios vivo, y espera mientras busca. Busquemos y esperemos que Dios, como a él, se nos va a revelar.

Ahora el Señor puede dejar que su siervo se vaya en paz porque mis ojos han contemplado al Salvador, al Redentor. Ahora Señor tu servidor puede descansar, dice Simeón, porque  se ha manifestado Aquél esperado de los tiempos, aquél esperado por mí, aquél que me dijiste no moriría antes de  verlo, ahora puedo descansar en paz. La paz ha llegado a mi corazón porque la expectativa y la tensión frente a lo que me prometiste se ha cumplido.

Terminar y comenzar un año en paz es  poner en confrontación lo que en el corazón hemos tenido como deseo, como anhelo, como búsqueda, como expectativa de promesa, y como el cumplimiento de aquello que se despertó interiormente en nosotros. Si se ha encontrado en nuestra búsqueda el anhelo, el deseo, las promesas que teníamos en el interior del corazón en la concreción  y realización de aquello que esperábamos y deseábamos, anhelábamos y buscábamos, seguramente dentro nuestro habrá paz.

La vida continúa, los buenos deseos y anhelos, las expectativas y los sueños, las búsquedas, se abren porque la vida en su dinámica crece y será entonces un tiempo nuevo de caminar hasta alcanzar de nuevo en paz aquello prometido, aquello despertado en nosotros. Simeón encuentra paz en el cumplimiento, no de alguna expectativa suya, sino en el encuentro con Aquél que lleva a buen término todo en nuestra vida. Para que verdaderamente haya paz hay que poner lo más hondo de nosotros mismos y la búsqueda más profunda de nuestro ser con aquello que en la vida tiene la posibilidad de traer la verdadera respuesta y que la trae con todo lo que en nosotros es necesario completar  en los distintos aspectos de nuestra vida para que así sea, plena y feliz.

“Nos hiciste Señor para Ti, y nuestro corazón de anhela, te desea, te busca, te espera, no encuentra paz ni reposo hasta que en vos Señor está la respuesta anhelada, buscada, esperada, deseada. Es bueno que le demos lugar, a la aparición dentro de nosotros mismos a todo lo que en nosotros es expectativa, de cara a la vida. Expectativas familiares, expectativas personales, de realización de nuestra propia existencia. Que le demos rienda suelta en éste fin de semana, que es cierre de año y comienzo  de un año que vendrá a todo lo que dentro de nosotros mismos se esconde como una luz que quiere brillar, pero no termina de hacerlo y hacerse lugar porque tímidamente aparece temiendo ser apagada.

Es legítimo que tengamos expectativas de mayor dignidad en lo laboral, es legítimo que tengamos expectativas de justicia para nosotros y para otros. Es legítimo y auténticamente humano tener la expectativa de una familia en paz, en buena convivencia, si para eso Dios nos ha creado viviendo junto a otros y compartiendo la vida con otros, para ser imagen y semejanza suya, de armonía, de vínculo en el amor y de signo pacífico desde ese encuentro en el amor como ocurre en el Misterio Trinitario, así Dios nos quiere, como familia, como comunidad, viviendo bajo ese mismo signo y auto definiéndonos sólo bajo ésta mirada de Dios Amor.

Es legítimo despertar en el corazón el deseo y el anhelo del progreso, el de dar pasos para crecer. Si en nosotros hay percepción de que hay cosas todavía, que a pasar de los años no están maduras, que no están crecidas, que estamos verdes, y que ha llegado el tiempo de llegar de ser viejos o viejas verdes o jóvenes verdes, le demos lugar entonces a el anhelo y a el deseo de ser personas centradas, aplomadas, con los pies sobre la tierra y a pesar de toda la historia dolorosa de una humanidad en búsqueda con la certeza absoluta en la esperanza de que Dios nos invita a caminar con confianza.

Tener los pies sobre la tierra y ser gente aplomada no es ser desesperanzados, a veces se dice: “qué persona centrada” y se percibe en quien dice eso como una proyección de mirada sobre el otro que lo define a lo centrado y aplomado en orden a decir que tiene los pies demasiado en la tierra y poca expectativa de vivir, poca expectativa de que las cosas puedan ser distintas. Esto es tan propiamente nuestro, los argentinos, “somos así” decimos y eso nos auto define como que ya nada podemos hacer. Los argentinos somos así, ojalá que el ser así como nos auto definimos nos pone de cara al tiempo que viene para nosotros el año que vendrá y podamos decir somos así pero podemos ser mejores de lo que somos.

Pero que esto habite lejos del derrotismo con el que afrontamos la vida, donde nos auto flagelamos colectivamente diciendo de nosotros el lado oscuro, será porque tenemos tantas bondades ofrecidas por la naturaleza y por la mano de Dios que bendice éste territorio hermoso en el que vivimos? Tal vez tengamos que poner más la mirada en cuánto el vaso se ha llenado hasta la mitad y no cuanto le falta todavía para terminar de llenarse. Liberar el deseo desde adentro del corazón a lo nuevo que vendrá no es ser un soñador perdido en la realidad, es verdaderamente vincularnos, como Simeón, al Dios que hace realidad las  promesas que están en el corazón humano, sobre todo cuando éstas están legítimamente fundadas en el anhelo y el deseo de ser  “plenos”, que es la vida entendida desde las diversas dimensiones que tiene, física, psíquica, espiritual, socialmente.

¿Cuáles son tus sueños ya  cumplidos en el final de éste 2006 que te hacen decir “ahora puedo estar en paz, que ahora en mi corazón hay más paz que en el 2005? y ¿Cuáles son los nuevos anhelos interiores con los que se despierta éste 2007 que viene? Decirlo para que lo puedas trabajar en el año que vendrá.

Estamos en una catequesis a la luz de la Palabra de Dios haciendo una síntesis, de cara a Dios, para evaluar éste año que pasa y el que viene, preguntándonos por esto: de todo lo vivido éste año, lo que soñaste, lo que buscabas, lo que esperaste, ¿cuánto de todo eso Dios ya ha hecho realidad? y ¿qué hay de nuevo en todo aquello que se despierta, con vida y que se va a hacer realidad en el 2007?

El reconocimiento del paso de Dios por nuestra vida, haciendo realidad nuestros sueños y nuestras esperanzas, llevando a término nuestras búsquedas, empujándonos al  crecimiento, es “porque El es Luz”, dice hoy Simeón, Luz para  alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel, todo lo que viene desde el costado de la angustia, desde el costado de la tristeza, del abatimiento, todo lo que se confunde con el sentimiento de derrotismo, todo lo que aparece en el corazón humano como “ de brazos caídos”, sin expectativas y sin fuerzas para la lucha, viene Dios a rescatarlo con su presencia y a despertarlo con su Amor para que desde ese lugar nuevo de El, como nuestra  roca firme, podamos salir de todo aquello que no es vida, y desde la vida de El empezar a darle curso libre a lo que tal vez en nosotros esté tapado, esté profundamente oprimido por lo que es sombra y podríamos identificar con las tinieblas.

Dios es Luz y esa Luz viene a brillar en nosotros para comunicarnos lo que está escondido en nosotros mismos, o mejor dicho, para hacer surgir de nosotros lo que está escondido. En vos, si no hay hoy sueños, es porque están tapados. Si decís: -yo termino mi año pero lo termino así, diciendo “ya basta”, quiero ir no se a donde para estar no se con quien y olvidarme no se qué, pero que se vaya el 2006. Si eso no va acompañado de un “que venga el 2007 con todas sus bendiciones, con todas sus fuerzas, que despierte en su corazón con todo lo que sueño y espero” si eso no pasa no es porque no está en tu corazón sino porque está oprimido, está tapado, porque está bajo el signo de la sombra. Luz es el Dios que confiesa Simeón y el que te trae hoy éste mensaje para sacar dentro de vos mismo lo que está oculto y que tiene que empezar a despertar para que el 2007 sea un año iniciado con el pié derecho, como decimos.

Con la pierna bien puesta sobre lo que vendrá, para que comenzando derechitos y confiados, los sueños que están escondidos se hagan realidad y las promesas de Dios que están por allí adormecidas comiencen a concretarse por su presencia comprometida con el camino nuestro.  Si el pasa y nos encuentra sin velar, si el pasa y nos encuentra adormecidos, con los ojos cerrados, empacados, difícil será que pueda entrarnos su presencia.  Deja que te ponga luz, deja que te traiga luz.

Si algo te enojó mucho en éste año que pasó, porque le erraste, porque te hirieron, porque te heriste, porque heriste a otro, si hay algo de lo que no estás conforme porque estaba bueno todo pero…, estuvo lindo el año pero… no dejes que ese pero entristezca tanto que no deje aparecer lo mejor que hay en vos como expectativa. Porque esas expectativas hondas y profundas que hay en tu ser, Dios, dice hoy la Palabra, las lleva a término si las sabemos sostener en el tiempo y con esperanza, mientras buscamos, sabemos aguardar  a un Dios que de la manera más sorprendente se nos manifiesta sencillamente para decirnos que

El es el constructor de nuestra historia y que El hace posible lo que para nosotros resulta imposible. Soltar los sueños desde adentro, los que están escondidos, supone animarse a pensar que la historia que vivimos, y que a veces se nos hace, como dice Martín Descalzo, un gran bostezo, es decir, nos resulta muy aburrida, pueda cambiar. Soltar los sueños que tenemos escondidos supone animarnos a decir que las cosas en realidad son así como son pero que pueden ser distintas.

Si  Simeón no hubiera pensado esto no hubiera permanecido tanto tiempo  en el Templo diciéndose a si mismo: Dios vendrá, éste anhelo que hay en mi corazón no puede no tener respuesta de parte de un Dios que me conoce y sabe lo que me hace falta. Sólo cuando hay sueños se puede vivir. Cuando no hay sueños, cuando no hay proyectos, la vida solo transcurre. Qué hermoso que  es encontrar personas de mucha edad que no piensan en cuanto les queda por vivir sino cuáles son los proyectos que van a realizar en el año que está por comenzar, que no están en la cuenta  regresiva de su propia historia despidiéndose del mundo y de si mismos abandonados y echados a su suerte sino que piensan realmente cuál será  el tiempo nuevo que vendrá. 

Y si vos te sentís que mejor sería que el año que pasó se vaya y que el que venga, venga con otra historia distinta a la que fue, yo te invito a que le saques el jugo al que estás viviendo en lo positivo que te dejó  y en todo a lo negativo échale luz desde lo bueno que ocurrió para que desde esa luz puedas darle rienda suelta a los  sueños dormidos. Sólo cuando los sueños dormidos despiertan, las expectativas de lo que viene se hace realidad por la presencia, sencillamente, de un Dios que nos ama  profundamente, y a los que nos animamos a pedirle, a desear, a buscar, El nos quiere dar respuesta. Si lo dejamos, Dios  que hace posible lo que para nosotros son sueños o “imposibles”.