03/02/2017 – A través de historias y cuentos el P. Mamerto Menapace, monje benedictino, nos acerca enseñanzas y valores del evangelio entremezclado con la gente y la cultura de nuestros pueblos.
En esta oportunidad cuenta un relato sobre Cancio, un joven entrerriano que le contó su historia en tiempos “en que en el campo nos movíamos a caballo, y donde de chiquitos casi aprendíamos a caminar al mismo tiempo que a montar a caballo”.
El mundo de Cancio era el juego, salvo cuando lo llamaban para algún trabajo. Ese día su padre lo llamó y le dio un recado: “Mire “Mijo” usted se me va ahora mismo a la casa del tío, le entrega esto que le he atado alrededor del cuerpo y espera hasta que el tío le devuelva lo que le mandé”.
Cancio, me contaba pasados los años, que nunca supo de qué se trataba el encargo que había hecho tan bien. Lo cierto es que el tuvo la profunda sensación de haber llevado un secreto, de haber traído un secreto, de haber cumplido bien con un encargo que para su papá y para su tío habían sido muy importantes.
Este sucedido es real, puede que yo le haya añadido algún complemente exterior. Pienso que en esto de contar cosas en la reunión del mate, a mí me pasa un poco parecido: a veces al terminar de contar un cuento me digo “espero haber cumplido bien en transmitir lo que yo mismo recibí”. Pero ahora bien, ¿en qué consciste el mensaje para la persona que la escucha?. La verdad que no lo sé. A lo mejor a la persona que lo recibe le ayuda a pensar en algo de su relación con Dios o con alguna otra persona.
“A veces tengo la profunda sensación de que Dios me ha dado un encargo y que ese encargo trato de hacerlo llegar mediante el cuento, la parábola o el caso, pero después a cada uno de ustedes les toca desañudar el pañuelo, quedarse con el bulto si les pertenece y después devolver la respuesta a quien corresponda, a Dios o a quien sea”.
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