12/05/2025 – ¿Sentís a veces que Dios está en silencio? ¿Te preguntaste cómo hacer para escuchar esa voz del Buen Pastor en medio del ruido de la vida cotidiana? En este ciclo «Peregrinos de Esperanza», el Padre Pablo Savoia, licenciado en teología dogmática y evangelizador digital, nos guía a descubrir las claves para sintonizar con el lenguaje divino. Con su estilo cercano y coloquial, nos invita a reflexionar sobre el arte del discernimiento y la importancia del silencio para encontrarnos con la voz de Dios que siempre nos habla.
El Padre Pablo comienza con una imagen muy elocuente: «No toda paloma que vuela es el Espíritu Santo». Esta frase nos introduce en la necesidad de discernir, de aprender a distinguir si lo que sentimos o percibimos proviene realmente de Dios.
Una de las grandes dificultades para oír la voz de Dios, según el Padre Pablo, es lo que a menudo experimentamos como su silencio. Sin embargo, quizás no sea Dios quien calla, sino nosotros quienes necesitamos ejercitarnos en la escucha. El Evangelio nos dice que las ovejas escuchan la voz de su pastor, una relación particular que va más allá del simple oír. Para entender ese lenguaje divino, la tradición espiritual nos ofrece una herramienta fundamental: el discernimiento .
Discernir implica distinguir, separar la voz de Dios de otros ruidos y voces. Requiere agudizar los sentidos espirituales, los sentidos del corazón. ¿Dónde nos habla Dios? En la Sagrada Escritura, en los acontecimientos del mundo, en la voz de los hermanos, especialmente de los más pobres, en la comunidad… Es necesario estar atentos para reconocer lo que viene de Él y lo que no.
El Padre Pablo, bebiendo de la espiritualidad ignaciana, nos comparte que para discernir la voz de Dios debemos prestar atención a los movimientos interiores , a esas «mociones del espíritu» que nos generan alegría y paz (provenientes del buen espíritu) o inquietud, tristeza y angustia (del mal espíritu). Sin embargo, no debemos quedarnos solo en la sensación superficial de sentirnos bien o mal. La pregunta clave es: ¿a dónde me lleva esta emoción? Si me impulsa al amor, a la generosidad, a la integración, es de Dios. Si me encierra en mi egoísmo, no lo es.
Un gran obstáculo para este discernimiento, señala el Padre Pablo, es nuestra desconexión con el mundo interior, producto de una cultura que nos exige cumplir agendas desbordantes, dejando poco espacio para registrar lo que nos pasa. Nos cuesta hacer silencio, detenernos a contemplar. Pero sin silencio no hay palabra, y mucho menos la de Dios.
Por eso, la propuesta del Padre Pablo es clara: a pesar del ritmo acelerado de la vida, los cristianos debemos darle calidad a nuestra jornada dedicando unos minutos diarios a la oración, a la lectura de la Palabra, a la capacidad de hacer silencio, de detenernos y contemplar lo que sucede en nuestro interior ya nuestro alrededor. Solo así podremos escuchar la voz del Buen Pastor que sigue hablándonos, incluso en el silencio.