06/05/19.-
Mientras tanto, unas barcas de Tiberíades atracaron cerca del lugar donde habían comido el pan, después que el Señor pronunció la acción de gracias. Cuando la multitud se dio cuenta de que Jesús y sus discípulos no estaban allí, subieron a las barcas y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla, le preguntaron: «Maestro, ¿Cuándo llegaste?»
Jesús les respondió: «Les aseguro que ustedes me buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan hasta saciarse. Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del hombre; porque es él a quien Dios, el Padre, marcó con su sello.»
Ellos le preguntaron: « ¿Qué debemos hacer para realizar las obras de Dios?»
Jesús les respondió: «La obra de Dios es que ustedes crean en aquel que él ha enviado.
Jn. 6, 22-29
Cuando vemos un acontecimiento que nos sorprende surgen miradas distintas, cuando lo que ocurre no es un evento natural sino un signo, éste puede pasar desapercibido para algunos y puede ser muy claro para otros. Las obras de Dios tienen características de signos. Los signos son el lenguaje con el que Dios quiere comunicar algo, nos quiere hacer presente un mensaje. Pero si al signo no hay quien lo sepa leer e interpretar, no sirve de nada. Es como pararse frente a un escrito de un idioma no conocido: no sabemos leer los caracteres que se conjugan en ese sentido, y por lo tanto el texto nos resulta incomprensible.
Dios, que se comunica por medio de signos, nos invita a aprender a leerlos para entender su mensaje. En el Evangelio lo que ocurre es que no hay capacidad de lectura de los signos con los que Dios en Cristo ha obrado. Hay como un cierto “analfabetismo divino”, como una incapacidad de acceso a la lectura de lo que Dios está comunicando en Cristo, a través -en este caso- del signo de la multiplicación de los panes. La gente va a comer como si se hubiera abierto la posibilidad de acceder al alimento de una forma más simple, sin el sudor de la frente, cuando en realidad lo que se está ofreciendo como signo, que trasciende el hecho de la multiplicación de los panes, es que Jesús es verdaderamente el Pan de la Vida. Y la vida que Él entrega no es una vida que pasa, sino que es una vida para siempre.
Este momento es para que reconozcamos los signos con los cuales Dios nos está hablando en este tiempo. Es para que abramos el oído, despertemos el interés, redescubramos el sentido de lo que va ocurriendo en nuestra vida a partir de acontecimientos que se pueden describir como signos de Dios porque nos llaman la atención, porque se repiten, porque lo que sentimos interiormente vamos a ver después que se lee y ocurre en el exterior.
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