Discernir para elegir

miércoles, 27 de junio de 2018
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27/06/2018 – Hoy en el Evangelio Jesús nos dice que al árbol se lo conoce por los frutos; está hablando de discernimiento. Y cuando hablamos de discernimiento, nos referimos a buscar y hallar la voluntad de Dios.

 

 

Catequesis en un minuto

Jesús dijo a sus discípulos: Tengan cuidado de los falsos profetas, que se presentan cubiertos con pieles de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los reconocerán. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los cardos? Así, todo árbol bueno produce frutos buenos y todo árbol malo produce frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos, ni un árbol malo, producir frutos buenos. Al árbol que no produce frutos buenos se lo corta y se lo arroja al fuego. Por sus frutos, entonces, ustedes los reconocerán.

San Mateo 7,15-20

¿De qué se trata el discernimiento?

“Discernir” viene del latín y significa “identificar”, reconocer. Hacemos un discernimiento cuando con prudencia juzgamos la toma de conciencia y los movimientos interiores que experimentamos, a fin de distinguir cuáles debemos seguir y cuáles resistir. La prudencia se tendrá la juzgar la conveniencia o no de cierta actitud, más que al juzgar el origen de esa moción. “la prudencia aspira a ir al fondo de las cosas, sopesando bien el valor de los signos y de los testigos. La prudencia humana fácilmente juega ‘a lo más seguro’, y debe ceder paso a la prudencia sobrenatural, la que no teme reconocer una acción de Dios en y para su Iglesia” (Card. Suenens)

“El discernimiento de espíritus es el conocimiento íntimo del obrar divino en el corazón del hombre; es don del Espíritu Santo y un fruto de la caridad” (cf. Flp 1,9-11- Ordo Paenitentiae)

Supone un camino espiritual, personal y comunitario. No se trata de ningún método para descubrir la Voluntad de Dios, sino de un modo de madurar nuestra fe y de vivir según el Espíritu desde la voluntad de Dios.

El discernimiento puede referirse a nuestra conducta personal, a nuestras actitudes espirituales, al campo de nuestras opciones concretas. También se aplica a la conducta global de la comunidad cristiana, a los movimientos de espiritualidad y de pastoral, a las tendencias de renovación eclesial, a las diversas ideologías que atraen a los hombres de nuestro tiempo, etc.

También se aplica a las experiencias carismáticas (visiones, profecías, etc.) y místicas, a las luces y movimientos interiores que nos orientan, y a los estados de consolación y desolación (de cierta duración)

La importancia de saber discernir se desprende no sólo de la enseñanza apostólica (ver Mt 7,15; 1 Tes 5, 21; 1 Cor 14, 20; 1 Jn 4, 1-3) sino también de la experiencia de los maestros de espiritualidad, que han comprobado la trascendencia que tiene en el camino interior e dejarnos guiar dócilmente por Dios a la santidad.

Por otra parte, en el campo del apostolado, ¿cómo podríamos entender la obra de Dios sin conocer sus intenciones? El salmista nos advenirte que “si el Señor no construye el edificio, en vano se fatigan los obreros” (127, 1). Hoy más que nunca es necesario que escuchemos al Espíritu de Dios y colaboremos con Él en la obra que está realizando, sabiendo “discernir lo que agrada al señor” (Ef 5, 10).

El discernimiento se da como un don carismático del Espíritu y como una habilidad desarrollada desde el amor. Veremos a continuación en qué se diferencias ambos.

 

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