Discusión sobre el ayuno

jueves, 21 de enero de 2010
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“Un día en que los discípulos de Juan y los fariseos ayunaban, fueron a decirle a Jesús: “¿Porqué tus discípulos no ayunan, como lo hacen los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos?”. Jesús les respondió: “¿Acaso los amigos del esposo pueden ayunar cuando el esposo está con ellos? Es natural que no ayunen, mientras tienen consigo al esposo. Llegará el momento en que el esposo les será quitado, y entonces ayunarán. Nadie usa un pedazo de género nuevo para remendar un vestido viejo, porque el pedazo añadido tira del vestido viejo y la rotura se hace más grande. Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos, porque hará reventar los odres, y ya no servirán más ni el vino ni los odres. ¡A vino nuevo, odres nuevos!”.

                                                                            Marcos 2, 18-22

Al comenzar esta semana y a luz de la palabra de Dios que hemos escuchado, no podemos dejar de lado la vivencia del evangelio de ayer domingo, del segundo domingo durante el año, es el evangelio de las bodas de Canaa.
Quiero hacer una referencia al texto que ayer compartíamos en la liturgia, aquel milagro que es el signo, dice San Juan, en el que muchos de sus discípulos creyeron en El, ese signo realizado en el marco de las boda, ese signo que solo le presentó a Jesús las tinajas vacías, signo y resumen de lo que muchas veces es la vida del hombre, una vida hueca, vacía, sin sentido que le falta aquello que le da color, sabor a nuestra existencia de todos los días.
El agua es el signo de lo anterior, de lo que ya pasó y el vino que es una realidad mesiánica, es la imagen de lo que Cristo viene a hacer en nuestra vida, especialmente cuando está vacía y cuando no tiene sentido.
Por eso Cristo realiza el signo de la transformación del agua en vino viene a darnos el sentido a nuestra vida.
En definitiva yo te invito a que unamos el evangelio de ayer con este texto de San Marcos, para poder aplicarlo en nuestra propia vida, nuestra vida que es una tinaja y que muchas veces se siente vacía, cuando uno golpea el corazón propio, cuantas veces hemos descubierto que suena hueco, suena vacío o quizás este lleno o medio lleno con algo de agua, pero que no da sabor a la vida, que no tiene esa fuerza como el vino lo tiene, para poder dar contención, para poder dar sentido, para poder dar ese sabor necesario que uno en determinados momentos busca de tal forma que todo lo que hacemos, todo lo que vivimos, de sentido a nuestra existencia y Cristo realiza el milagro, el signo, llena estas tinajas del vino nuevo, llena la tinaja de tu vino con el vino nuevo, de la buena noticia, del amor de Dios, que si da sentido a nuestra existencia, da sentido de amor a cada uno de los actos que nosotros hacemos y da sentido a aquello que es lo particular de nuestra propia vida, nuestra vocación, nuestra entrega, nuestras realidades personales, nuestras decisiones, nuestras opciones.
Ese es el vino nuevo que tenemos que recibir, por lo tanto ahora si nos unimos al texto del evangelio de hoy que si bien es tomado del evangelista San Marcos, tiene una continuación en el sentido de esta vida nueva que Cristo nos trae, porque hoy San Marcos nos habló que nadie pone un remiendo nuevo en un vestido viejo y nadie pone vino nuevo en odres viejos.
Allí también Cristo viene a realizar esta transformación de nuestra vida, porque nos esta pidiendo el cambio de mentalidad o de modelos de vida, para poder renacer cada día.
El vino nuevo requiere recipientes nuevos.
El evangelio de Jesús cuestiona toda actitud fariseo de la vida, una fiesta de bodas no es para ayunar y si la presencia de Jesús es como una boda para sus amigos, no hay motivo para que se esté ayunando.
Por otro lado, el otro ejemplo que Jesús nos dejó, ningún sastre entendido zurce remiendos de tela vieja en paños de tela nueva, ningún bodeguero experimentado envasa vino a punto de fermentar, en recipientes que están carcomidos.
Que significa esto, significa que el espíritu del evangelio de Jesús, requiere corazones nuevos, celebrar este evangelio es una audacia, porque reclama que hoy repasemos como está este continente que es nuestra vida, para recibir la palabra de Dios, para recibir el Reino de Jesús, para recibir aquello que Cristo viene a traernos, para que toda nuestra vida tenga sentido.
Y esta es la evaluación y el mirar profundo que nosotros debemos hacer, porque sino nos puede pasar como la otra parábola que Jesús utiliza, la del sembrador, cuando la semilla cae entre espinas y abrojos, quiere crecer, pero esta circunstancia de los abrojos y las espinas, hacen que ese fervor del crecimiento inmediatamente se caiga y la planta no crezca, sino que termine ahogada por las espinas y por los abrojos.
Puede pasar en nuestra vida esto, uno tiene entusiasmo por recibir la palabra del reino, por recibir la vida nueva que Cristo nos trae, hasta puede haber una decisión firme de poder recibir y querer recibir el Reino de Dios entre nosotros, pero no es suficiente, porque si esa palabra cae en un corazón que es viejo, en un corazón que tiene criterios caducos, en un corazón que no se ayornó para recibir esta palabra y esta palabra de vida, solamente con la buena predisposición, no basta, corremos peligro que esa palabra se pierda.
Y es un peligro grave perder la novedad del espíritu de Jesús, solamente porque seguimos manteniendo nuestros criterios, costumbres o la rutina que son los enemigos de la novedad que Cristo nos trae, el habernos hechos como los fariseos que le reprochan el porque los discípulos de Jesús no ayunan, como ayunan los otros discípulos.
El haber caído en la rutina, el hacer las cosas por hacerlas, el vivir nuestra fe solo por tradición, el mantener nuestros actos culturales solamente por una cuestión social, rutinaria o de costumbrismo, ese es el gran enemigo de la novedad del espíritu de Jesús que nos trae en el evangelio, por eso necesitamos la fuerza del Espíritu Santo para discernir los signos de los tiempos y ser fieles al espíritu y a esta riqueza que El nos trae, para que conjugando la tradición y nuestra vida concreta, podamos abrirnos a esta acción que Cristo quiere hacer en nosotros para dar sentido a toda nuestra vida.
No nos podemos olvidar que somos estos recipientes, nuestras vidas son estas tinajas que necesitan ser llenadas por la fuerza del espíritu para que todo tenga sentido en nuestra vida y para que esta palabra de Dios no reviente nuestra existencia y nosotros nos quedemos vacíos, porque no hemos recibido con un continente nuevo, el vino nuevo que Cristo nos trae.
La consigna para que nos preguntemos en este día, que es lo que da sentido a tu vida, que es lo que da sentido a la práctica de tu fe, hay costumbres que te mantienen atado y esclavo a situaciones que no pasan de ser una rutina en tu vida, en tu trabajo, en tu familia, en tu vocación o deberás hay una disposición en vos de recibir este vino nuevo de la gracia, que transforme todo tu ser.
Pregúntate, que es lo que está dando sentido a tu vida, que es lo que mueve tu fe, para que no caigas y no caigamos en la rutina de costumbres, sino en la fuerza del espíritu que todo lo hace nuevo.
Deberás amigo que necesitamos que el espíritu de Jesús resucitado haga en nosotros nueva nuestra vida, porque El puede hacer nuevas todas las cosas, en la canción que compartíamos al comenzar la catequesis precisamente lleva este nombre, que haces nuevas todas las cosas.
Necesitamos hoy aceptar este desafío, lo de plantearnos hacia cada uno de nosotros, el sentido de nuestra vida que recibe la buena noticia del Reino de Dios, pero que no solo es recibirla, sino también, que tiene que ser un recipiente que este acorde a lo que va a recibir, por eso cuando este recipiente no está acorde con ese vino nuevo, la novedad que Cristo nos trae, a veces revienta por la propia fuerza del espíritu y nosotros nos quedamos allí con las cosas pasadas, atados a nuestra rutina.
En la época de Jesús, y aquí aprovechamos para meternos en el evangelio, se daba mucha importancia a determinadas prácticas religiosas y los jefes religiosos controlaban que la gente las cumpliera, los fariseos, por ejemplo, controlaban que la gente ayunara y ellos mismos ayunaban dos veces por día o por semana, porque así creían que se aceleraba la llegada del Mesías, pero distraídos con estas prácticas, que los hacia sentir superiores, no estuvieron atentos para descubrir que el Mesías estaba entre ellos.
Por eso Jesús dice, a vino nuevo odres nuevos. Jesús quiere mostrar que el estilo de vida y la riqueza que El viene a traer, es superior a las prácticas tradicionales, sin despreciarlas, El quiere mostrar que lo importante no es controlar que la gente cumpla con esas prácticas, sino que reciba  la nueva vida que el Mesías trae.
Esto no significa que Jesús descalificara o anulara todas esa prácticas, responde así porque los fariseos, que se sentían mas importantes que el resto, porque cumplían al pie de la letra el ayuno y otras prácticas, querían hacer aparecer a los discípulos de Jesús como imperfectos porque no ayunaban, y Jesús se presenta como el novio que  está celebrando sus bodas. El signo mesiánico de Dios que enamora a su pueblo y que realiza un desposorio con su pueblo. Cristo es el novio que se una con la iglesia, que es su esposa para hacerla resplandeciente con las virtudes que Él como Mesías les trae. Jesús entonces es el novio que está celebrando sus bodas, de manera que no correspondía que sus amigos ayunaran en medio de esas fiestas, sino que se gozara de su presencia en el momento que había que gozar de la presencia del novio. Para nosotros que gozamos de la presencia de Jesús resucitado, el ayuno será una práctica que ayuda a disponer la tinaja de nuestra vida para recibir continuamente este vino nuevo del amor de Dios que hace que no tengamos rutina en la fe, que hace que no caigamos en el costumbrismo, que hace que no estemos siempre viviendo nuestras cosas por la mera costumbre, sino que podamos darle el sabor, sentido, contenido a nuestras prácticas, a lo que nosotros profesamos y a lo que nosotros vivimos. Aquí está entonces la clave, experimentar que esta vida nueva que Cristo nos trae, porque es el novio que se desposa con la iglesia, con su pueblo, no resiste que nosotros estemos en la rutina, que quedemos en un costumbrismo pasivista, no resiste que nosotros nos quedemos estancados, haciendo esto porque siempre se hizo así, o teniendo como consigna no cambiar porque las cosas se mantienen así, al contrario Cristo, con su gracia viene a romper la rutina que muchas veces embarga  lo que somos, viene a romper la rutina que muchas veces hace pasivo el amor del matrimonio, viene a romper la rutina y el costumbrismo que mantiene inactivas a nuestras familias, viene a romper la rutina que a veces hace que nuestras comunidades sean comunidades pasivas, quietas y nos da la fuerza que el vino nuevo tiene.
Hace falta odres nuevos para contener vinos nuevos, porque si nos quedamos solamente en lo vacío, lo rutinario, lo costumbrista que somos, ese vino nuevo revienta todo porque tiene la fuerza en si.
Es el espíritu que viene a darnos, la fuerza de la vida nueva para que se rompa la rutina del sinsentido de nuestra existencia.
De allí que compartimos amigos, en esta catequesis, esta pregunta que la dirigimos a nuestro interior, que es lo que da sentido a tu vida, esa pregunta que nos tenemos que hacer hoy, que es lo que está dando sentido a tu fe, a la práctica de tu fe, caíste en una rutina, en un costumbrismo o sos realmente un odre nuevo, una tinaja nueva, donde el vino nuevo de la gracia de Cristo da sabor, da sentido a todo lo que hacemos.
Que hermoso es una vida vivida con sentido, que hermoso que es la vida de un consagrado, la vida  de un matrimonio, de una pareja de novios o de un  estudiante, de un profesional, de un  trabajador, de las que son madres, abuelas, abuelos, que tienen que realizar los trabajos de la casa.
Cada día tengamos esta realidad que el espíritu no nos deja faltar, que las cosas no las hagamos por rutina, sino que las hagamos porque somos tinajas nuevas que continuamente esta recibiendo el vino nuevo del espíritu que da sabor a todo lo que hacemos.
Amigos, nos tenemos que preguntar, que es lo que da sentido a nuestra vida, es un desafío que hoy la Palabra de Dios nos presenta para que no siempre actuemos por rutina, que miremos tu trabajo de todos los días, tu vida familiar, matrimonial, tu vocación de consagrado o consagrada, tu vida como papá, como mamá, como hijo, como estudiante, como obrero, como ama de casa, como trabajador, tu realidad de abuelo o abuela, de vecino, de amigo o de amiga.
Esta realidad que te hace miembro de una comunidad de fe, de una parroquia, en un movimiento, en una capilla de barrio, no es para que nosotros caigamos en la rutina, para que las cosas las hagamos con ese odre viejo, con ese vestido viejo que no resiste un remiendo nuevo o vino nuevo.
La rutina de hacer todo porque así se hizo, la rutina de vivirlo todo por costumbre, el novio que es Cristo y viene a nosotros, viene a decirnos Yo soy el todo, tu herencia, Yo vengo a hacer contenta tu vida, vengo a hacer feliz tu vida, vengo para que la herencia te haga feliz, para que este vino nuevo, de sabor a lo que te toca hacer y eso lo podemos lograr en la fe, no se logra de otra forma, sino es con una experiencia de fe que me hace reconocer lo que el Señor puede sacudir la modorra de la rutina para hacerme nuevo, para que yo pueda dar sabor y pueda gustar el sabor de lo que significa hacer el trabajo con sentido, vivir mi vida de consagración o vivir la vida matrimonial o la vida de relación con los demás o la amistad o lo que sea, uno le puede encontrar sentido y cuando uno experimenta esto, nos sentimos contentos, hemos encontrado la parte de nuestra herencia, nos hemos encontrado con el todo y el todo siempre transforma lo poco que nosotros somos.
Que es lo que da sentido a tu vida, tenés sentido de tu vida, que es lo que da sentido a la práctica de tu fe o te das cuenta que caíste en la rutina y en el costumbrismo de aquellos fariseos que denunciaban a los discípulos de Jesús no haber hecho el ayuno por el ayuno en sí.
Cristo resucitado está entre nosotros y su presencia de resucitado hace que nosotros seamos odres nuevos y vestidos nuevos.

                                                                           Padre Daniel Cavallo