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Divino Pastoreo, comunión de vida
miércoles, 16 de abril de 2008
Se celebraba en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno, y Jesús se paseaba por el Templo, en el Pórtico de Salomón. Los judíos lo rodearon y le preguntaron: “¿Hasta cuándo nos tendrás en suspenso? Si eres el Mesías, dilo abiertamente”. Jesús les respondió: “Ya se lo dije, pero ustedes no lo creen. Las obras que hago en nombre de mi Padre dan testimonio de mí, pero ustedes no creen, porque no son de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos. Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre. El Padre y yo somos una sola cosa”.
Juan 10, 22 – 30
En el mensaje que hoy el Señor nos regala nos invita a asumir nuestra responsabilidad de liderazgo, de conducción, de acompañamiento de las personas que Dios nos confía en distintos ámbitos. Amigos, compañeros de trabajo, compañeros de estudio, hijos, hijas, a veces también cuando los hijos tienen la responsabilidad de acompañar a sus padres por su situación de fragilidad en la salud, todo lo que tiene que ver con el pastoreo, sobretodo si vos sos un agente pastoral en la catequesis o tenés un servicio de caridad en alguna obra que Dios te confía, aquél al que Dios puso bajo tu cuidado.
Hoy la catequesis va a estar orientada sobre esto, y algunos rasgos muy interesantes que refleja San Ignacio de Antioquia cuando habla de pastoreo y de cuál es la disposición interior que debe tener quien ejerce este rol, este servicio dentro de la comunidad. Que nos llegue a todos esa invitación y que podamos encontrar verdaderamente el lugar que Dios nos pide que tengamos desde el pastoreo que nos confía.
Una vez más, y de manera parabólica, Jesús sale al encuentro de sus interlocutores quienes cuestionan su lugar dentro de la comunidad de Israel como maestro, pidiéndole y exigiéndole que les manifieste su mesianismo.
Él revela esta condición suya en clave muy simple, muy sencilla, en aquella que en la sencillez le da autoridad al que la ejerce. El pastoreo que habla también y que se referencia sin duda a la figura de David, pero ahora resalta la comunión de vida que hay entre el Padre y El e invita a dos disposiciones fundamentales para poder nosotros participar de esa comunión de vida: el conocimiento del Pastor y la escucha de su voz. Jesús se identifica con Dios a tal punto que dice “
el Padre y yo somos uno
”.
El Cristo, el Mesías, revelado en la persona de Jesús de Nazaret, llama a este lugar de comunión desde el ejercicio de la caridad que, como lo compartíamos ayer, se expresa en ese “conocer”. “
Yo conozco al Padre y el Padre me conoce a mí, yo conozco a mis ovejas, ellas me conocen, yo las llamo por su nombre, ellas me responden
”; es este conocimiento que brota de la caridad. Es la caridad una ciencia que permite ahondar la vida de los demás y la propia vida a fondo, hasta lo profundo, y desde este lugar el ejerce un buen pastoreo, una buena conducción, un buen liderazgo.
Un liderazgo, un pastoreo y una conducción que están marcadas por este signo, el de la caridad. Y entre este estilo de Jesús y aquel que ejercen quienes tienen la autoridad en ese tiempo hay una grandísima diferencia. El habla como quien tiene autoridad, decían quienes lo escuchaban y la autoridad nacía justamente entre la coherencia de su discurso y el ejercicio del mismo en la caridad, particularmente para con los desposeídos de su tiempo. Jesús vive en y desde la fuerza del amor el misterio del Padre que lo pone en contacto con todos, sin excluir a nadie, pero particularmente con los más pobres.
El está dispuesto a dar la vida por las ovejas en el momento del peligro, el las conoce y es conocido por ellas. “Yo soy el Buen Pastor que conozco a las mías, las mías me conocen a mí, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre”. El conocimiento en el amor es el que lo lleva a Jesús a querer entregarlo todo, a querer entregar la propia vida.
Este es un camino que se nos abre a nosotros hacia adelante. Cuando encontramos obstáculos frente al mandato, la invitación, la llamada que Dios nos hace de hacernos cargo y acompañar el proceso de formación y crecimiento de la vida de otras personas ya sea en el vínculo de amistad, sea en el vínculo pastoral en el ejercicio de nuestro pastoreo por ser agentes pastorales en la caridad, en la catequesis, en el ministerio de la liturgia, sea porque ejercemos un rol docente y tenemos a nuestro cargo jóvenes, alumnos, niños, adultos también que se forman y Dios nos pide que ejerzamos sobre ellos la presencia de El, el que forma, el que da forma a la vida de los demás.
Desde este lugar nuestro, el que nos toca, por ejemplo a mí todas las mañanas con ustedes, Dios nos invita a asumir los rasgos de buen pastor. Y te compartía al comienzo de nuestro encuentro, he encontrado un texto muy bonito que es el que vamos a seguir en la mañana de hoy que es de San Ignacio de Antioquia: “Desempeña el cargo que ocupas con toda diligencia, de cuerpo y espíritu”, comienza este texto a abrirse camino en una llamada a desarrollar la gracia pastoral que recibimos el día del bautismo y ejercerla en aquél lugar donde como educadores, formadores, en uno o en otro sentido somos llamados a hacer presente, desde un liderazgo al estilo de Jesús, marcado por la caridad y por el servicio.
Vamos a ir viendo los distintos rasgos que San Ignacio de Antioquia, padre de la iglesia, hace mucho tiempo escribía llamando al
pastoreo según el estilo de Jesús
.
Este acompañar en el camino que Dios nos hace a nosotros descubriéndonos su amor cercano, su amor familiar, su amor comprometido con la historia nuestra de ayer, con la que hoy queremos construir, con los sueños que tenemos para mañana, es un regalo que nos hace para compartirlo con otros.
Descubrir esta presencia de Dios amigo, cercano, compañero de camino, pastor que guía, que sostiene, que alienta, que acompaña, que cura, que abraza y que consuela, es para que nosotros podamos igualmente desarrollar ese don, esa gracia, entre nuestro amigos, con nuestros vecinos, con nuestros compañeros, en el lugar de trabajo, allí donde Dios nos pone como luz para que ilumine a los demás, donde nos invita a ser sal, fermento en la masa, donde nos llama a ponerle sabor a la vida, y ¿cómo hacerlo?, ¿cómo desarrollar este don?, ¿a qué hay que atenerse y que es lo que hay que tener en cuenta?
San Ignacio de Antioquia hace mucho tiempo escribía al respecto de esto y nos invita, desde hermoso texto, a asumir nosotros actitudes que colaboren, favorezcan el desarrollo de este don que ha puesto el Señor en nuestro corazón y que quiere hacerlo extensivo a los demás: “Preocúpate de la unidad, no existe nada mejor que ella”. Aquello de Jesús: “Que sean uno”, y que en la unidad podamos construir el verdadero rostro de Dios para que el mundo crea. Para que el mundo crea Dios nos invita a trabajar y a luchar por la unidad. Ayer a la tarde tuve un hermoso encuentro ocasional con los hermanos focolares que están desarrollando un espacio bello en “La Casa”, la casa urbana.
Tenemos dos casas nosotros en el fin de semana, la casa del sábado donde compartimos y reencontramos todos los caminos recorridos durante la semana, y “La casa de campo”, el domingo, a donde vamos a disfrutar de la naturaleza y viajamos con Anabel y con Juanjo para poder, estando en casa, en la casa de la ciudad, en la casa del pueblo, recoger lo vivido en los cinco primeros días y después en la casa de campo como para distendernos.
En la casa urbana, digámoslo así, en la casa del sábado, nuestros hermanos focolares tienen un espacio que yo les decía, cuando armábamos esta parte de la producción de la radio, tiene que ser como el hogar a leña de la casa, esto tan típicamente focolar, ese fuego que congrega. Y con ellos hablábamos ayer, ellos que tienen este carisma de la unidad, del valor y del sentido de la unidad, particularmente en este tiempo que estamos viviendo en nuestra patria, como luchar por ella.
Me lo decía también Ismael, quien acompaña desde el servicio voluntario de Radio María en la gestión, el desarrollo de distintas Radios Marías en América Latina desde aquí, desde Argentina, que cuánto hay que trabajar en este sentido para que nuestras radios verdaderamente puedan llevar adelante su mensaje, su tarea, su rol de evangelizadoras. Y la verdad sea dicha que la intuición en el espíritu que Chiara Ludvic recibió fue grande en este sentido y cuánto tenemos que orar en estos días por la visita de Benedicto XVI a EEUU donde la Iglesia está sufriendo embates duros desde dentro de ella misma y cuestionada profundamente, a veces por mucha razón por la sociedad estadounidense ante escándalos que necesitan una corrección honda, profunda, en su interior.
Luchar por la unidad y trabajar por ella supone a veces esto de corregir, alentar, consolar, perdonar, arrepentirse y comenzar de nuevo.
“Preocúpate de la unidad, no existe nada mejor que ella”,
es un regalo grande que Dios nos ha hecho y es lo que habla en la diversidad del misterio de Dios del rostro completo de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo. También Ignacio de Antioquia llamaba a “
llevarlos a todos sobre sí como el Señor te lleva a ti”
.
Llevar a todos sobre tus brazos, como el Señor te lleva sobre sus brazos. Hay un texto bello en la Palabra, hay una cita comparativa de Juan 14 que creo se refiere a Deuteronomio que dice algo así: “acuérdate del que te tomó entre sus brazos y te conduzco por el desierto”.
Cuando el pueblo va perdiendo referencias del rostro de Dios en el desierto, las referencias cambian, igual que en el exilio, Dios invita al pueblo a recordarse a sí mismo que el fue tomado por los brazos de Dios y que Dios lo conduzco, y decía el padre Walter Gómez, un hermano sacerdote de Córdoba, nos recordaba ayer en la reflexión aquella hermosa historia de Juan XXIII cuando lo subían a la silla gestatoria, cosa que ya no está mas, antes al papa en vez de llevarlo en el papamóvil lo llevaban en una silla que se llama silla gestatoria y lo hacían caminar por los distintos lugares entre el pueblo.
Decía el “la silla gestatoria más hermosa donde fui llevado, mejor que en ésta, decía con esa sencillez que lo caracterizaba, fue cuando tenía ocho años e hice la Primera comunión. Para ir a comulgar por primera vez yo tuve que recorrer hasta la capilla donde recibía por primera vez a Jesús en el Santísimo Sacramento del altar ocho kilómetros porque vivíamos en el campo y la capilla del pueblo se encontraba a ocho kilómetros.
A la vuelta yo estaba muy cansado y me trajo mi padre en sus brazos, y la verdad es que el recuerdo de aquél gesto de amor por parte de mi padre lo llevo por siempre en mi corazón”. Qué lindo, con qué sencillez y profundidad Juan XXIII nos dice esto que San Ignacio de Antioquia y la Palabra en el libro del Deuteronomio nos invita a recordar que fuimos llevados por los brazos del Padre y que eso mismo tenemos que hacer con los demás.
También Ignacio de Antioquia, en el ejercicio de la caridad pastoral invita a soportarnos a todos con espíritu de caridad, que es más que la tolerancia, es más que el respeto de las diferencias, es la caridad la que nos permite llevarnos mutuamente, soportar, que no es aguantársela, apretar los dientes, sino verdaderamente ser soporte, es decir quien le pone el hombro al otro, no el soportar como quien marca un límite, sino soportar asumiendo al otro con la diferencia que el otro tiene y se deja asumir por el otro en las diferencias que uno tiene.
“Dedícate sin pausa a la oración en el ejercicio de la tarea pastoral”.
“
Velen
, decía Jesús,
recen insistentemente
”. “
El espíritu está cerca,
decía Pablo,
pero la carne es frágil
”. Es importante en el camino de acompañamiento de otras personas el desarrollar la gracia de la inteligencia en el discernimiento para poder verdaderamente adelantarnos y ver por donde van los caminos, y así, si yerra alguno de los que Dios nos confía poder indicarle la vuelta al camino correcto.
“
Pide mayor inteligencia de la que ya tienes en discernimiento y permanece alerta con espíritu que desconoce el sueño”,
que no se duerme en los laureles, que no se dice a sí mismo “descansa alma mía porque ya tienes de todo” sino que está siempre en tensión hacia, que es distinto que vivir estresado, es distinto a vivir enchufado a 220w como a veces nos pasa. Es vivir como una cuerda de guitarra, tensa para que suene con el tono que tiene que sonar.
Cuando la cuerda de la guitarra no está tensa en el justo lugar, desafina, así también en la propia vida, la falta de tensión, o la tensión de más o de menos, hace que nosotros desafinemos en el ponerle verdaderamente música a la vida, y cuando esta música tiene que ser ofrecida a los demás es bueno que el corazón esté bien calibrado, que esté bien afinado. Esto supone una actitud de escucha al otro, atenta, con un corazón inteligente y al mismo tiempo una escucha profunda al misterio de Dios en la vida del otro y en el propio corazón.
“
Habla a los hombres del pueblo al estilo de Dios
”, ¿y cómo habla Dios a los hombres? Dios habla con el lenguaje materno que es el lenguaje de la caridad, este es el lenguaje al que Jesús se refiere en estos días cuando dice: “
Mis ovejas escuchan mi voz
”, porque tiene la capacidad de hacerse entender desde las parábolas, con ejemplos sencillos, pero por sobre todas las cosas con la contundencia que tiene el lenguaje cuando está impregnado del mensaje de la caridad.
“
Habla a los hombres del pueblo al estilo de Dios
”, es decir “háblales con caridad, carga sobre ti como perfecto atleta las enfermedades de todos”, este modo de no despreocuparnos de los otros, de ocuparnos particularmente de los demás. Todo el ejercicio de la tarea pastoral, del acompañamiento de los que Dios nos confía se sintetizan en este lugar donde Dios verdaderamente le da forma a nuestro servicio, es la caridad, es el amor que todo lo impregna y lo transforma desde nosotros en servicio a los demás.
El que tiene la gracia del acompañamiento a los demás desde el lugar que le toca servir como educador, educadora, en el lugar donde le toca hacer de padre, de madre, de compañero de camino de otro que lo necesita en el peregrinar, sabe que no todas las heridas se curan con el mismo remedio y en este sentido Ignacio de Antioquia decía “no todas las heridas se curan con el mismo emplasto”, uno tiene que saber como conviene expresar lo que hay que expresar o callar cuando hay que callar o abrazar cuando hay que abrazar o poner una mano sobre el hombro cuando es necesario, o sencillamente contemplar el dolor del otro y recibirlo en su llanto sabiendo que es el silencio, no ese silencio del que se mantiene distante sino del silencio del que verdaderamente recibe, silencio acogedor con el que los hermanos más dolidos necesitan ser bienvenidos a nuestro corazón.
No toda herida se cura de la misma manera, no hay recetas para la vida sino que hay caminos en la vida y son tan diversos para cada uno que la sabiduría del que acompaña está en saber por donde tiene que ir el hermano, aprender a esperar a que pueda encontrar el camino aún cuando uno lo haya visto antes, cuando uno ha tenido la gracia de poder descubrir por donde Dios conduce a la persona, hay que saber que es cada uno el que tiene que ir aprendiendo a descubrir ese sendero.
Esto supone una actitud, como dice Ignacio de Antioquia, de prudencia, como la serpiente y al mismo tiempo de mucha sencillez, como la paloma. Bíblicamente “se prudente como la serpiente y se también muy simple como es simple una paloma”. Esto siempre buscando alcanzarlo a Dios en el ejercicio pastoral, en la tarea pastoral, no como una estrategia, no como el ejercicio de un mandato profesional sino como quien hace lo que hace sabiendo que lo que hace lo hace para que Dios se manifieste a partir de ese quehacer y sea Él el piloto que maneja los vientos y quien navega sobre la vida propia de los demás ayudándonos a soportar las tormentas y poniéndonos en el corazón el anhelo de alcanzar pronto el puerto, el destino.
La sobriedad, como si fuera uno un atleta, como dice San Ignacio de Antioquia, para que la vida alcance perspectivas de más allá, de eternidad. Es justamente en el ejercicio de la sobriedad donde se nota que ningún bien de todos los que podamos poseer aquí se parece en algo al gran tesoro que Dios nos tiene reservado en la eternidad y justamente a quien guía lo que le toca es acercar la eternidad. Porque ¿acompañamos hacia donde?, ¿guiamos hacia dónde? Guiamos hacia la vida eterna, a la vida para siempre ya acá en la tierra, por eso, cuando uno conoce el fin, conoce el hacia donde puede articular, en el proceso educativo, todos los instrumentos que hacen falta para alcanzar aquello que está puesto en el horizonte como fin.
Cuando al fin lo acercamos más, lo ponemos más a la mano, facilitamos a que la persona pueda administrar todos los recursos que tiene para llegar a ese lugar y en este sentido el educador, pastor, la educadora, pastora, el papa, la mamá, el amigo, la compañera de camino que hace las veces de pastor, el catequista, la catequista, el sacerdote, la religiosa, el comunicador social que tiene un don del anuncio, tienen que buscar los modos de permanentemente estar como referenciándolo todo eso que contempla como a la parte de atrás del escenario de la vida, el telón de fondo, es el cielo, es la eternidad. Los hombres y las mujeres de hoy necesitan que alguien les acerque un poquito el cielo, un poquito mucho digamos ¿no?, y un cielo que no sea el paraíso en la tierra como lo ofrece el consumismo en su voracidad y que nos llama al placer como si fuera la última palabra con la cuál el hombre encuentra la felicidad.
Si fuera así poco tendría que ver con esa propuesta del anuncio de la felicidad en las bienaventuranzas que hace Jesús “Felices los que lloran, los que están tristes, felices los perseguidos, los que trabajan por la justicia, cuando son insultados, agraviados”. No es el placer la felicidad. Tampoco la felicidad está reñida del placer, no es que para ser feliz hay que sufrir pero la verdad sea dicha que aún en medio del sufrimiento la felicidad es posible y la verdadera felicidad tiene momentos de placer que permite justamente continuar el camino en medio de la lucha de lo cotidiano, de lo de todos los días, que resulta muy duro a veces.
Un verdadero educador, pastor, sacerdote, religioso, catequista, mamá, papá, amigo, compañero de trabajo, vecino, ese don de pastoreo ejercido en cualquier ámbito, supone un contacto con lo eterno, con el cielo como telón de fondo de la vida, como lugar que hay que alcanzar y en la medida que lo hagamos más cerquita lo pongamos más comprensible, a la mano de los demás, sobretodo con el testimonio de la caridad, con el ejercicio del amor fraterno, más accesibles se hacen los caminos para alcanzar la meta y se encuentran más caminos de los que a veces encontramos cuando hemos perdido el horizonte del cielo del telón de fondo del escenario de la vida.
Justamente decimos que lo acercamos cuando ejercemos la caridad, será eso, será amor. “Sólo será amor” dice San Pablo, “todo lo demás va a desaparecer”, sólo va a quedar el amor. Por eso en el ejercicio de la caridad, de la vida entregada al amor, el cielo se pone más cerca.
Cuando Jesús dice quienes son los que van a llegar al cielo, son aquellos que ejercieron la caridad. Al final de la vida, dice San Juan de la Cruz, seremos juzgados sólo en el amor. Nuestra vida se va a pesar en la balanza de la caridad. Si tiene peso la caridad que hemos ejercido entonces participaremos verdaderamente del banquete, vamos a ser pesado en la balanza de la caridad.
En la balanza de la caridad se va a decir cuánto peso específico ha tenido nuestra vida, cuánto valor, cuánto sentido. El que tiene la gracia pastoral ejercida en cualquiera de los ámbitos de la vida tiene esta responsabilidad de buscar el cielo, vivir la caridad y acercarla a los demás como telón de fondo. Cuando el amor está instalado en el centro de la vida de las personas los caminos se abren. Perdemos camino, y perdemos horizonte cuando nos falta el amor. Ser sobrio es vivir en conexión con el amor.
Padre Javier Soteras
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