El ABC de Jesús (2º Parte)

martes, 27 de septiembre de 2011
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            En los evangelios de Mt y de Lc, Juan Bautista, precursor de Jesús que viene anunciando que “el Reino de Dios ya está cerca”. Cuando Jesús comienza a hacer pública su vida, Juan debe haber sentido una especie de desconcierto, pues la imagen qué él se había formado era la de un reino mas bien de justicia, donde Dios castigaría la maldad del mundo de manera inminente. El anunciaba un Reino que era mas bien de “temor ante lo que se venía”. Y Jesús no viene con un tono de amenaza y juicio sino de bondad y perdón indiscriminado. Por eso, ante esta imagen de Jesús difícil de encuadrar en lo que se esperaba, Juan manda a sus discípulos a preguntarle “¿eres Tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?”. Y Jesús le responde “el ABC”: “Vayan a contar a Juan lo que ustedes oyen y ven: los ciegos ven, los paralíticos caminan, los leprosos son curados, los sordos oyen, los muertos resucitan y la buena noticia es anunciada a los pobres. Y feliz aquel para quien yo no sea motivo de tropiezo.”: Jesús es concreto: lo que El trae se escucha y se ve.

            Aunque El no venga a plantear una guerra ni a confrontar, su mensaje produce confrontación, violencia y lucha, no porque sea el objetivo de Jesús sino porque cuando la luz entra en la tiniebla, la tiniebla busca defender su reino de oscuridad y opacidad.

            En el Evangelio de Lucas, en las bienaventuranzas, Jesús dice “Felices los pobres porque heredarán la tierra” Habla de los que tienen hambre y sed de justicia, de los pobres y de los que lloran: los claramente identificables en su tiempo. Mateo le da una nota espiritual a la pobreza. Allí encontramos “Felices los pobres de espíritu”.

Ahora bien: Jesús no vino a plantear una lucha de clases, sino a poner a los excluidos en categoría VIP (very important persons). En nuestro corazón, nosotros también tenemos ‘personas vip’: aquellas que nos resultan fascinantes, que admiramos, frente a las cuales queremos mostrar lo mejor de nosotros desde el corazón –no por interés-. También tenemos ‘otra categoría’ de personas a las que consideramos menos importantes. Y finalmente tenemos excluidos de nuestro corazón, los que cuanto más lejos mejor, personas a las que detestamos. Son nuestros enemigos: enemigos de nuestro ego, de nuestra estima, de nuestra imagen, el que me pone el dedo en la llaga y me recuerda mis heridas. Tenemos también otros excluidos de nuestro corazón: aquellas personas de cuya vida nada nos importa.

Lo que hizo Jesús fue poner a los excluidos –enfermos, impuros, etc- en primer lugar. Por eso dice “los últimos serán los primeros”. Y últimos a aquellos que se consideraban mejores por cumplir la ley.

Jesús no viene a juzgar al mundo, no viene a traer una doctrina moral. Habla de un primer principio ético y moral: “Ámense unos a otros como yo los he amado, y toda la ley moral estará incluida allí”. Hay en los evangelios dos imágenes donde Jesús se muestra como juez que condena, y donde el juicio está ligado a la riqueza junto con la indiferencia: una riqueza que no se com-padece del sufrimiento del pobre: el relato del rico Epulón y Lázaro, y el del juicio final ‘tuve hambre y no me diste de comer…’. Sin embargo Jesús no excluye a nadie. Jesús cura la hija del Centurión, que pertenecía a la clase opresora. Aunque su mirada sobre el Imperio era muy crítica, sin embargo elogia la fe del Centurión: este miembro del poder opresor es tomado como vehículo de salvación para su siervo.

Y también da otros ejemplos: “si alguien te pide el manto, dale también la túnica”, de manera que tampoco establece una lucha contra el ladrón ni el explotador. Esto era muy concreto en su contexto social, donde los romanos eran colonizadores del reino de Israel y exigían cosas que había que cumplir por el contrato que regía en ese momento debido al imperialismo. No estamos hablando de comportamientos, sino de algo más profundo: un lugar al que hay que entrar para entender esta dinámica de comportamientos: se trata no de imitar conductas sino de imitar un espíritu.

Cada uno tenía puesta en Jesús sus esperanzas, sus expectativas: unos las de la revolución política, otros las de Rey, otros las de un hombre bueno que hacía el bien. Y da para todas a la vez. No hay doctrina que lo encierre.

Jesús no habla de ‘la pobreza’, sino de ‘los pobres’. A veces caemos en el error de pensar que Jesús idealiza la pobreza, y por tanto idealizamos a los pobres. Jesús no idealizó a los pobres, que posiblemente no hayan sido ni mejores ni peores que los demás. Nunca los alabó ni ponderó su comportamiento. Pero El dice que merecen un trato privilegiado, porque le urge el sufrimiento de aquellos excluidos, aquellos que tal vez por no tener ya mas a quienes creer, eran más dóciles. Estas personas vivían humilladas en sus aldeas sin poder defenderse de los poderosos terratenientes. Jesús conocía bien a los niños desnutridos girando por las calles .había visto llorar a los campesinos cuando los recaudadores se llevaban todo lo mejor de sus cosechas para no tener que ir esclavos. Era a ellos a quienes tenía que escuchar y a quienes tenía que llevarles la noticia del Reino. El estaba convencido de que el Reino era posible ya, allí, y los invita no a la resignación sino a la esperanza. No quiere que se hagan falsas ilusiones, sino que recuperen su dignidad.

Todos tienen que saber que Dios está de su lado. Todos tienen que saber que El es el defensor de los pobres. Ellos quieren que recuperen su integridad, que se pongan de pié. Ellos son sus preferidos, ellos son su rebaño acogido, predilecto. Todo cambiará para ellos, para los que hoy son últimos. Esa es la lucha y la pasión de Jesús y está convencido de que con ellos va a poder revertir la situación. ¿Qué sueña? ¿qué pone en marcha’ Personas que luchan por su tierra y su honor. Prostitutas y mendigos despreciados por todos son atraídos, acariciados, abrazados. Endemoniados son liberados. Enfermos son curados, leprosos son integrados a esta nueva sociedad. Aldeas enteras que vivían bajo la opresión de elites urbanas sufriendo desprecio y humillación se convierten en sus seguidores y discípulos. Y a ellos les manda “vayan a anunciar a los ricos que el Reino está acá”. Estos pobres llevaban salud, alegría, el mensaje de Dios. Y a cambio de eso seguramente los ricos compartirían con ellos sus bienes. Y hubiera sido así si no fuera porque desde el poder central de Jerusalén vino la ‘bota aplastante’ de la ley, la lápida. Y por eso Jesús decide ir allí a enfrentar el centro del poder.

Esta fe que Jesús traía se arraiga en una larga tradición. Ya Isaías lo decía “él liberará al humilde que está desamparado y al pobre que suplica…los rescatará de la opresión y la violencia y la sangre de ellos será preciosa ante sus ojos”.

Jesús toma posición de muchas maneras. ¿qué es lo que esperaba en concreto si El no habló de ningún programa político, no dejó ningún proyecto militar, si no lideró ninguna sublevación revolucionaria?¿qué buscaba entonces? ¡la purificación de la religión judía? ¿una transformación social y política profunda de Israel en el Imperio y en el mundo entero? Sí, pero mucho más que eso, y no como algo etéreo, sino un cambio profundo en el aquí y ahora. El quería despertar la esperanza antes que hacer proyectos y programas, y contagiar a todos con su manera de pensar y de actuar. El quería que entraran en el Reino, que se dejaran transformar por su dinámica. Necesitaba mentes y corazones nuevos y sanos, dignos e íntegros, creyentes. Un pueblo en el que se pudiera decir que reinara Dios. Para los mismos pobres, un pueblo donde reinara la justicia, el compartir, la misericordia, el consolar a los ancianos, atender a los niños. No podía anunciar un nuevo reino en ese lugar donde rivalizaban, donde había comunidades separadas que discutían.

Jesús habló de un Reino en medio de un Imperio. ¿hasta qué punto eso no era una señal clara y al mismo tiempo escandalosa? Esto estaba poniendo en duda la soberanía total y absoluta del Emperador. Por eso van y le preguntan “¿es lícito pagar al Cesar un tributo o no?” La inscripción acuñada en la moneda daba cuenta del poder divino del Emperador: el Emperador era el hijo de Dios. Por eso Jesús responde “Denle al César lo que es del César” es decir, la monedita, lo material “y a Dios lo que es de Dios”, es decir, la dignidad, la filiación, lo que no se compra ni se vende, lo que ningún poder material va a poder jamás oprimir

CONSUELA A MI PUEBLO (Hermana Glenda)

HABLA AL CORAZON DE MI PUEBLO, SUBETE A UN ALTO MONTE Y GRITALES

GRITALES, DILES QUE SE HA ACABADO SU CONDENA, DILES QUE SE HA ACABADO SU DOLOR

PARA EL CORAZON DE MI PUEBLO, PREPARA UN CAMINO PARA TU SEÑOR

QUE LOS VALLES SE LEVANTEN. ABRIDME UN CAMINO QUE SOY VUESTRO SEÑOR

 

CONSUELA A MI PUEBLO, COSUELA A MI PUEBLO, SUBETE A UN ALTO MONTE Y GRITALES

CONSUELA A MI PUEBLO, CONSUELA A MI PUEBLO, DILES QUE YO SU DIOS ESTOY AQUI

 

DILES QUE PODRAN VER TODOS MI ROSTROS, DILES QUE LO TORCIDO SE ENDERECERA

QUE AUNQUE VEAN QUE TODO MARCHITA, DILES QUE MI PALABRA SE CUMPLIRA

HABLA AL CORAZON DE MI PUEBLO, DILES QUE YO SU DIOS TENGO PODER

DILES QUE VENGO Y TRAIGO SU SALARIO, DILES QUE YO SU DIOS ESTOY AQUI

CONSUELA A MI PUEBLO, CONSUELA A MI PUEBLO

 

 

A quien hoy sea ‘el César’, devolvámosle este signo de su poder. Liberémonos de esa carga, y dejemos a Dios lo que es de Dios. La riqueza de los poderosos es injusta –dice Jesús-, porque el único modo de enriquecerse ilimitadamente en una sociedad, si no es con trabajo, es explotando. O heredamos la riqueza de otros explotadores, o jugamos a la tómbola financiera sabiendo los riesgos que eso trae para pueblos enteros. Alguien en algún lado juega a la ruleta rusa con la tómbola financiera. Pasados unos meses, alguien del otro, se pega un tiro porque se queda sin trabajo. Hoy en Grecia la ola de suicidios se ha duplicado.

No es posible entrar en el Reino acogiendo al dinero como señor. No es posible entrar en el Reino si no velamos por los pobres –no por sus cualidades morales sino porque son indefensos frente a esta maquinaria que privilegia lo menos privilegiable del hombre. Hay que cambiar. Hay que entrar en el Reino de Dios y construir la vida como El quiere. Hay que salir del imperio de los jefes de las naciones, de los poderosos del dinero. Jesús no opone a esto ninguna estrategia de lucha ni de combate, ni tampoco busca castigarlos. No los confronta. Solo busca a aquellos que quieran entrar en esta conversión y va anunciándolo pueblo por pueblo, persona por persona, corazón por corazón. “Estoy a la puerta de tu corazón y llamo”. A los que ve angustiados por las necesidades básicas les dice “no se inquieten por la vida pensando qué van a comer, ni por el cuerpo pensando con qué se van a vestir. Busquen el Reino, y se les dará por añadidura lo demás”. Y no está apelando con ello a una intervención milagrosa de Dios sino a un cambio de comportamiento que pueda llevar a todos a una vida más digna y más segura. Jesús necesita quienes quieran vivir bajo su reinado: el reinado de Dios, y un estilo de vida diferente. Hay que superar la ‘ley del ojo por ojo diente por diente’. Al contrario: ‘si te pegan en una mejilla preséntale también la otra’, ‘dale al que te pida, y al que tome lo tuyo no se lo reclames’, “sean misericordiosos como el Padre de ustedes es misericordioso”, “perdonen las ofensas así como nosotros hemos perdonado a quienes nos han ofendido” (y eso tenía relación directa en tiempos de Jesús con el pago de las deudas). Por algo los apóstoles le dijeron “¡quién va a poder seguirte! ¡tus palabras son muy duras, esto es muy difícil!”. Pero Jesús nos dice también: “el Espíritu del Señor está sobre ti, te consagra con su unción y te lleva a llevar la buena noticia a los pobres, a dar libertad a los oprimidos…”

¿No te fascina este proyecto de Jesús? ¿Creés que es posible? ¿Lo has visto en algún lugar’ ¿lo has vivido’

¿o es una fantasía, una ilusión?

¿Dónde están estos proyectos, estos pequeños mundos donde el Reino de Dios es posible?

 

La realidad es opaca y no se ven las pequeñas chispas de luz que existen donde el Reino hoy es vivido quizá no con perfección pero sí con todas estas características

 

 

¿qué tramas, mi Señor, con tan enloquecedor silencio?

¿qué trama, mi Señor, es la que estás entretejiendo?

Tus modos son extraños, pero ¡tan perfectos!

Esa eterna costumbre de tus sendas misteriosas pero impregnadas de Pascua

Sí, de pascua.

 

QUÉ DIFÍCIL SE ME HACE VER CUANDO AL HILO CONTRAHÍLO NO LE ENCUENTRO SU SENTIDO

QUÉ DIFÍCIL SE ME HACE CREER, PERO SÉ QUE SOY TU HIJO

Y QUE TODO LO QUE HACES ESTÁ BIEN.

 

Libérame del miedo de no ser yo quien lo haga

y decime de nuevo que no tema, que no desvíe mi mirada

Sí, de tu mirada.

 

Dios de preguntas, Dios que liberas, Dios de éxodos, Dios de Pascuas, Dios de desiertos,

Dios que desafías, Dios inexplicable, Dios que haces todo nuevo, Dios que está y que siempre está.

Dios, sencillamente Dios. Pablo Martinez

LOS YUYOS DE MI TIERRA (Misioneras diocesanas)

Achícate, hermano, no busques la loma, anda por los bajos, pisa el trebolar

No temas el charco que el agua es playita y el barro del campo no sabe ensuciar.

Si quieres altura mira las estrellas donde anida el rumbo que conduce a Dios

No negues tu rostro al ala del viento ni cubras tu frente por no ver el sol

 

No vendas distancias por comprar sociego, no dejes tapera después de acampar

Tené fe en la huella busca el horizonte. De seguro un día lo habrás de alcanzar

 

Florece a los vientos como lo hace el cardo que llegado a seco libera el pompón

No apures la historia, no arríes tus banderas. Confía en tus hermanos como ellos en vos

Vení, matearemos despacito juntos. Me hablarás de luchas, te hablaré de fe

Y al final del día nos daremos cuenta que en la misma senda andamos tal vez

 

Cuando el sol se vaya y la tarde caiga, se abrirán los ojos al partir el pan

y por fin sabremos que por el camino nos venía arreando el Dios de la paz