19/10/2018 – Compartimos este testimonio real que nos habla acerca del poder del amor
Lee Shapiro fue abogado y juez de EEUU que, una vez jubilado, se dedicó a dar conferencias . Es profesor especializado en ética y dirección de empresas. Cuentan que también es una persona muy cariñosa. En un momento de su carrera, se dio cuenta de que el amor es el poder más grande que existe. Como consecuencia de ello, se convirtió en un abrazador.
Empezó a ofrecerle a todo el mundo un abrazo. Sus colegas lo apodaron “el juez abrazador”. Incluso en su auto tiene una calcomanía que dice: “¡No a los codazos sí a los abrazos!” Desde hace un tiempo se acerca a las personas y les ofrece un corazón rojo a cambio de un abrazo.
Lee se hizo tan famoso con esto que los medios de comunicación locales lo desafiaron diciendo: “Es fácil dar abrazos a gente que optó personalmente por acercarse a ud. Pero esto nunca podría dar resultado en el mundo real”.
Desafiaron entonces a Lee a que diera algunos abrazos en las calles.
Seguido por un equipo de televisión, salió a la calle. Se acercó a una mujer que pasaba. “Hola, soy Lee Shapiro, el juez abrazador. Estoy dando estos corazones a cambio de un abrazo”. “Claro”, respondió ella. Luego, vio a la empleada del parquímetro y dijo: “Tengo la impresión de que podría recibir un abrazo. aquí estoy para ofrecerle uno”. Ella aceptó.
“Demasiado fácil”, opinó el periodista y entonces lanzó un último desafío. “Mire, ahí viene un ómnibus. Los choferes son los hombres más duros, y malhumorados de la ciudad. Veamos si logra que éste lo abrace”. Lee aceptó el reto.
Cuando el autobús frenó, Lee dijo: “Hola, soy Lee Shapiro, el juez abrazador. Este trabajo ha de ser sin dudas uno de los más estresantes del mundo. Yo ofrezco abrazos a la gente para aliviar un poco la carga. ¿Le gustaría uno?”. El chofer se levantó del asiento, bajó y dijo: “¿Por qué no?”
Lee lo abrazó, le dio un corazón y se despidió cuando el ómnibus arrancó.
Un día, una amiga suya , payaso que visitaba asilos de enfermos y discapacitados, le dijo: “Lee, toma corazoncitos para abrazar y vamos al hogar”.
Cuando llegaron al hogar, empezaron a dar corazones y abrazos a los pacientes. Lee se sentía incómodo. Nunca había abrazado a enfermos terminales, gravemente discapacitados o cuadripléjicos. Era en verdad una tortura.
Después de varias horas, ingresaron a la última sala con casos muy dolorosos. Era algo muy duro. Pero, fieles a su compromiso de compartir su amor y entregar algo, empezaron a avanzar por la sala seguidos por la comitiva de miembros del personal médico, todos los cuales llevaban ahora corazones.
Finalmente, Lee llegó a la última persona, Leonardo. Tenía puesta una bata blanca en la que se babeaba. Lee vio cómo mojaba Leonardo su bata y dijo: “Vamos, no hay forma de llegar a esta persona”. Su amiga respondió: “Pero Lee, es un ser humano también, ¿no?”. Luego de lo cual le colocó un sombrero divertido en la cabeza. Lee sacó uno de sus corazoncitos rojos y lo prendió en la bata de Leonardo.
Respiró hondo, se inclinó y lo abrazó.
De repente, Leonardo empezó a chillar…Algunos de los otros pacientes en la sala también empezaron a golpear cosas. Lee se volvió hacia el personal tratando de obtener alguna explicación y lo que descubrió fue que todos los médicos, enfermeras y ordenanzas estaban llorando.
Lee preguntó a su amiga qué ocurría y ella le respondió. “Es que la primera vez en veintitrés años que vemos sonreír a Leonardo”
¡Qué simple es cambiar algo en la vida de otros.!
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